Cuando cae la noche más larga: lecciones para que Venezuela reconstruya su democracia
Análisis de Alberto Kabbabe
Con la operación militar estadounidense en el Caribe y Maduro señalado por la justicia estadounidense como líder del llamado Cartel de los Soles, la presión internacional ha entrado en una nueva fase. Ya no se trata únicamente de un expediente de narcotráfico, sino de un mensaje político más amplio: el statu quo es insostenible y el margen de maniobra del régimen se estrecha. Este escenario, aunque incierto, abre una ventana que Venezuela no puede darse el lujo de desaprovechar. La pregunta clave no es solo cómo podría producirse una salida del autoritarismo, sino cómo prepararse para que, si esa oportunidad llega, el país esté en condiciones de convertirla en un punto de inflexión democrático y no en un nuevo ciclo de frustración.
Es que mientras la escalada sigue, los debates sobre la transición venezolana oscilan entre el wishful thinking y el fatalismo excesivo. Por un lado, proliferan narrativas que imaginan una salida «ordenada» del autoritarismo, como si la transición respondiera a un libreto tecnocrático y partiera del supuesto ingenuo de que quienes controlan hoy el aparato represivo se entregarán dócilmente a la causa democrática. Por el otro, existe la convicción fatalista de que Venezuela está condenada a reproducir los fracasos de estabilidad que siguieron a las intervenciones estadounidenses en Afganistán, Irak o Libia. Ambos extremos, con la inocencia del optimismo ingenuo y el determinismo de la tragedia sin solución, resultan equívocos y, en muchos casos, poco útiles.
La pregunta central, entonces, es cómo puede la democracia en Venezuela avanzar. Primero, no puede haber duda de que en las últimas elecciones Maduro se impuso mediante la fuerza y el terror, en contra de la voluntad popular. Él mismo abrió las puertas a este escenario y dejó en evidencia que solo lo puede desplazar del poder alguien más fuerte que él.
Pero el debate de promover que salga del poder «por las malas» a veces se hace excesivamente simplificado. La petición de apoyo a fuerzas de democracias amigas no puede reducirse a un atajo militar ni a la fantasía de que una coalición externa resolverá, por sí sola, la complejidad institucional, social y territorial que implica desmontar un régimen autoritario arraigado durante más de dos décadas.
Por eso, antes de caer en la parálisis o en el entusiasmo acrítico, conviene preguntarse: ¿qué debe hacer el liderazgo democrático venezolano para que la transición no solo ocurra,........© Tal Cual





















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