Lim dejó tirado como una colilla a Rafa Mir, pero marcaron Hugo Duro y Yaremchuk. Lim permitió la cesión de Peter Federico, pero ni jugó. Y Lim regaló a Paulista, pero Mosquera aguantó con calambres y hasta Cenk cumplió. A pesar de Lim, volvió a ser gracias a Baraja que se salvó el partido contra el colista. Y nada más.
Son ya la barbaridad de 35 puntos los que contemplan a un Valencia condenado continuamente al más difícil todavía. Frente al terrorismo deportivo del máximo accionista, un entrenador que solo se ocupa de seguir peleando. Ésa es la gran virtud del Pipo, que hablando poco, lo dice todo. Que haciendo como que no se posiciona, ya está tomando partido. Que piensa no solamente en lo mejor para él. Y es que, pese a la desaparición del sonido ambiente en las televisiones, el grito de Mestalla contra Lim fue unánime y atronador. Hay un Valencia de la gente, del técnico, de los chavales, de los que protestan. Y luego hay otro en manos de un tipo que se fue a la cama en pleno cierre de mercado.
De este último forma parte Corona, al que Baraja había remitido para las explicaciones del mercado. Y que apareció tarde, mal y grabado, con un discurso a ratos chusco, a ratos dubitativo. Si alguien trató de echarle una mano, lo hizo al cuello, porque quedó en evidencia. El Sevilla se pasó de frenada pero es mucho peor dejar tirado a Baraja y un Mir sobre el que para más inri se desveló que llegó a ofrecerse «gratis» el pobre. Una confidencia a la que habrá que ver si entra Orta, que disparó primero y dio en el blanco.
Es por Baraja, no por la guasa de un ataque de respeto, que una plantilla condenada en verano a la pelea por el descenso lo hace hoy por Europa. Así que gracias, Pipo. Gracias, equipo. Gracias, Mestalla. Y a continuar peleando para que el Valencia sea y esté donde se merece. Un lugar al que será imposible volver si todas y cada una de las decisiones que se toman están basadas en recortar y más recortar.
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