“El camino para limpiar la política sólo puede ocurrir con una profunda introspección, retrospección y un compromiso de todos los actores para garantizar que la política sucia no tenga ningún punto de apoyo”.

¿A qué se refiere Jorge Castañeda cuando convoca a la oposición a enfrascarse en una “guerra sucia, pero en serio sucia” contra Claudia Sheinbaum y el presidente López Obrador?

Desde el inicio de la contienda electoral han abundado las voces que desde la oposición han afirmado que esta elección no la van a ganar con propuestas y contraste, sino con propaganda, campañas negras y negativas (“entre más mientas, más ganas”). Siguiendo esa línea de acción, Castañeda hizo hace unos días una invitación en un medio de comunicación nacional para que se intensifique la guerra sucia. Varios columnistas afines ya salieron a tratar de justificar la declaración.

Pero lo dicho, queda. Según se comentó, habrían de atender al manual de campañas electorales y recurrir a guerra sucia “seria” (del “go negative” al “go dirty”) que, en esos términos, solo pudiera estar enfocada a: fomentar odio y desconfianza entre el electorado en un ambiente de polarización, enrarecer el clima político para viciar el proceso electoral (i.e. los hashtags en redes que involucran al narco) y crear conflicto para después, por qué no, tener elementos para descalificar todo y reclamar la nulidad de las elecciones ante el fracaso en las urnas.

Su llamado (que es el de muchos en la oposición) puede desembocar en alguna forma de terrorismo electoral y desestabilización, lamentablemente no ajeno a la historia de México. Esta especie de terrorismo consiste, entre otros, en la utilización de métodos ilegítimos para inducir e infundir miedo entre la población para inhibir el ejercicio libre del voto.

Hacer guerra sucia de cualquier tipo (i.e. digital, retórica, escrita, hasta actos de provocación) refleja desesperación y un desbalance entre lo político, lo moral y lo estratégico.

Y en lo que se refiere a atacar directamente a un candidato como “ir con todo” contra Claudia, se viola el principio de legalidad en materia electoral establecido en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, y el apartado C, de la base III, del artículo 41 de nuestra Constitución, particularmente donde refiere que en “la propaganda política o electoral que difundan los partidos y candidatos deberán abstenerse de expresiones que calumnien a las personas”. Además, se incurre en violencia política que abona a la crispación en el país.

Es de llamar la atención que quienes han pedido a organismos internacionales y a Estados Unidos que “observen” nuestro proceso electoral parecieran estar planeando boicotearlo y con ello debilitar nuestra democracia, amparados en su denuncia de una elección de Estado.

Los manuales que hablan sobre “guerra electoral” definen que las campañas electorales y la política son una guerra por el poder en la que se utilizan diversas herramientas y tácticas para vencer. Parten de la idea de que todo se vale en la competencia político-electoral.

En estos manuales se encuentran tópicos que van desde inteligencia y contrainteligencia, operaciones psicológicas; espionaje y contraespionaje; ciberinteligencia, ciberespionaje e ingeniería social; fake news, deepfakes y cheapfakes; trolls/bots, y lawfare; y ahora, lo que algunos analistas definen como “newsfare” (i.e. ataques de medios y periodistas, nacionales y extranjeros, mediante reportajes y notas que hacen acusaciones sin pruebas dirigidas a la inferencia, que siembran duda y confusión).

A esta altura del proceso electoral parece que se ha echado mano de casi todo lo anterior por lo que la invocación a profundizar la guerra sucia solo lleva a pensar que, quienes lo proponen desde la oposición, estarían sugiriendo elevar la temperatura electoral, con más medios ilícitos.

Existe el cliché y la falacia de que “la política es un juego sucio”. Esta expresión suele degradar a la política a una lucha de “todos contra todos en la que se permite todo en la búsqueda del poder”.

La guerra sucia es la negación de la política y la altura de miras. Los estudiosos de Maquiavelo dicen, con razón, que no hay nada más mal entendido en política que la frase “el fin justifica los medios” y se aplica de forma malintencionada y oportunista. La política no tiene su esencia en la maquinación.

Tradicionalmente, los llamados “cuartos de guerra” (“war rooms”) son, en política electoral, las oficinas centrales de mando donde se elaboran las estrategias y se delinean y toman las decisiones fundamentales en una campaña.

Quienes van abajo en las contiendas tienden a implementar las tácticas más sucias. Algunos estrategas señalan que, si bien las campañas negativas motivan a la base de apoyo de un candidato y a los extremistas entre el electorado, al final acaban por radicalizar la política.

Señalan que el terrorismo electoral (que ha sido el modus operandi de algunos partidos en México) trasciende los límites de cualquier estrategia permitida.

Incurrir en ello demuestra falta de responsabilidad, sobre todo con los jóvenes, que perciben que la política en nuestro país cae más en el ámbito de lo mafioso, que en el “arte de lo posible” para gobernar. Difícil pensar que bajo este escenario se creé compromiso y no desencanto.

Además, el electorado parece rechazar la propaganda negativa y sucia (según lo reflejan las encuestas sobre este tema) y muchas veces acaba teniendo efecto boomerang para sus promotores.

Así pues, sólo resta decir que no deberíamos permitir que se normalicen los vicios como parte de nuestros procesos electorales. Si queremos un mejor México, debemos contrarrestar y oponernos a estas estrategias (efecto “teflón”). Deberíamos enfocarnos en las propuestas de gobierno y proyectos de los candidatos y, llegado el día de la jornada electoral, emitir nuestro voto de manera libre, informada y convencida.

No deberíamos caer en las trampas ignominiosas de quienes subestiman al electorado, para que, frente a estas, el 2 de junio ineludiblemente triunfe la democracia en nuestro país.

QOSHE - En el manual de la oposición: ¿de la guerra sucia al terrorismo electoral? - Eliane Sales
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En el manual de la oposición: ¿de la guerra sucia al terrorismo electoral?

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10.03.2024

“El camino para limpiar la política sólo puede ocurrir con una profunda introspección, retrospección y un compromiso de todos los actores para garantizar que la política sucia no tenga ningún punto de apoyo”.

¿A qué se refiere Jorge Castañeda cuando convoca a la oposición a enfrascarse en una “guerra sucia, pero en serio sucia” contra Claudia Sheinbaum y el presidente López Obrador?

Desde el inicio de la contienda electoral han abundado las voces que desde la oposición han afirmado que esta elección no la van a ganar con propuestas y contraste, sino con propaganda, campañas negras y negativas (“entre más mientas, más ganas”). Siguiendo esa línea de acción, Castañeda hizo hace unos días una invitación en un medio de comunicación nacional para que se intensifique la guerra sucia. Varios columnistas afines ya salieron a tratar de justificar la declaración.

Pero lo dicho, queda. Según se comentó, habrían de atender al manual de campañas electorales y recurrir a guerra sucia “seria” (del “go negative” al “go dirty”) que, en esos términos, solo pudiera estar enfocada a: fomentar odio y desconfianza entre el electorado en un ambiente de polarización, enrarecer el clima político para viciar el proceso electoral (i.e. los hashtags en redes que involucran al narco) y crear conflicto para después, por qué no, tener elementos para descalificar todo y reclamar la nulidad de las elecciones ante el fracaso en las urnas.

Su llamado (que es el de muchos en la oposición) puede desembocar en alguna........

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