Algunos lo referencian como el péndulo y otros, como el desgaste o agotamiento de paradigmas. Lo cierto es que en 2022 Colombia fue inequívoca al expresar en el proceso electoral una marcada preferencia por propuestas y promesas de cambio. No ha sido la única vez que ese es el ánimo nacional y el sentir mayoritario expresado en las urnas. Ocurrió con Luis Carlos Galán en los años ochenta, luego con el ascenso contundente de Álvaro Uribe, alcanzó a expresarse con entusiasmo por Mockus y sin duda se explica por quienes pasaron a segunda vuelta en la última contienda presidencial.

Sin embargo, este año el país ha expresado con claridad que su voluntad y deseo de cambio no es el debilitamiento institucional ni la disfuncionalidad del Estado. Su determinación de cambio es frente a la corrupción, la baja movilidad social y económica. El Gobierno nacional es criticado por sus opositores, por sus electores y en general por los ciudadanos, porque en la lucha contra la corrupción no hay acción, determinación ni contundencia, y eso basta para que el Estado sea ajeno y casi inexistente para el colombiano de a pie.

La nación está en presencia, a pesar de creencias diferentes, de corrientes ideológicas o grupos políticos opuestos, de un mismo fenómeno en el que se da continuismo al deterioro de lo público. En el que no prima lo público en la construcción de un bienestar colectivo. La alta dignidad revestida en la responsabilidad y el decoro del cargo oficial se desvanece cuando los recursos públicos no se cuidan, se protegen y se defienden frente a intereses particulares o individuales. Mockus no habría de estar con quien no ejemplifica, predica y exige que lo público es sagrado.

Cada ciudadano se sabe expuesto y vulnerable ante un Estado débil y disfuncional, burocrático y ajeno, que deja resaltada su ausencia frente a la defensa de la vida, los bienes y la honra de sus ciudadanos. Apenas lógico que, ante la falta de sindéresis, de orden y autoridad, se sienta una pérdida tanto de la libertad como de la confianza, pues la inseguridad es miedo, limitación, angustia y ansiedad en la vida de las personas.

La evidencia económica de cuán árido y ácido es el entorno generado por este estado actual de los asuntos de la nación es la inversión. La significativa caída de la inversión, de persistir y no reversarse, traerá serios problemas en la capacidad productiva, la modernización económica, la competitividad, la generación de riqueza y de desarrollo. No se pueden prometer mejoras en el bienestar general ni apuntalar al progreso ante la pérdida continua de iniciativa, interés y de disposición de empresas y del sector privado en invertir, pues termina reflejando falta de libertad económica y bajos niveles de competencia en beneficio de los ciudadanos en su condición de consumidores.

Nadie duda de que el nuevo paradigma global es la mayor presencia del Estado en la sociedad y en la economía, derivada de la desigualdad, la pandemia y el cambio climático. Es un nuevo normal que sin duda traerá consigo niveles de inflación más elevados que los que se vieron en la última década. Pero esa mayor presencia del Estado es corrigiendo fallas de mercado y del accionar individual, no suprimiendo al sector privado. Por ende, si no se atiende adecuadamente la caída de la inversión, el panorama inflacionario será más adverso para las familias y personas económicamente más vulnerables.

Todo lo cual nos expone a la continuidad de otro problema. Si se quiere pasar de un modelo extractivo a uno productivo, se tiene que pensar en cómo abaratar los costos de producción. Las acciones conjuntas del Estado y el sector privado son claves frente a lo que ha sido históricamente el sesgo antiexportador y dado el creciente sesgo antiproductivo. Estimular la demanda interna vía salarios cuando viene cayendo la inversión no solo dispara la informalidad, sino que genera una mayor dependencia en un modelo extractivo, beneficiando, en últimas, la continuidad de la propensión a importar productos del exterior. Al final, como ha sido observado este siglo, ello no solo se traduce en mantener la dependencia económica y financiera frente a los precios internacionales de las materias primas, consolidando un patrón de especialización en bienes primarios, sino que eleva la fragilidad del país dado su creciente endeudamiento con el resto del mundo para adquirir los bienes y servicios que consumimos.

Si ante un debilitamiento y disfuncionalidad institucional, deterioro de lo público, combinado con inseguridad y desconfianza, caída de la inversión y en presencia de baja productividad y elevados costos de producción, dado el patrón de especialidad extractivo y creciente endeudamiento con el mundo, decidimos pensar que la solución descansa en la inversión y el consumo público, a tal punto que se arriesga la sostenibilidad fiscal y la capacidad de repagar la deuda pública, quedamos ante la tormenta perfecta para enfrentar una severa y profunda contracción e inestabilidad económico-social.

QOSHE - El estado de la nación - Daniel Niño Tarazona
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El estado de la nación

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16.12.2023

Algunos lo referencian como el péndulo y otros, como el desgaste o agotamiento de paradigmas. Lo cierto es que en 2022 Colombia fue inequívoca al expresar en el proceso electoral una marcada preferencia por propuestas y promesas de cambio. No ha sido la única vez que ese es el ánimo nacional y el sentir mayoritario expresado en las urnas. Ocurrió con Luis Carlos Galán en los años ochenta, luego con el ascenso contundente de Álvaro Uribe, alcanzó a expresarse con entusiasmo por Mockus y sin duda se explica por quienes pasaron a segunda vuelta en la última contienda presidencial.

Sin embargo, este año el país ha expresado con claridad que su voluntad y deseo de cambio no es el debilitamiento institucional ni la disfuncionalidad del Estado. Su determinación de cambio es frente a la corrupción, la baja movilidad social y económica. El Gobierno nacional es criticado por sus opositores, por sus electores y en general por los ciudadanos, porque en la lucha contra la corrupción no hay acción, determinación ni contundencia, y eso basta para que el Estado sea ajeno y casi inexistente para el colombiano de a pie.

La nación está en presencia, a pesar de creencias diferentes, de corrientes ideológicas o grupos políticos opuestos, de un........

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