En cada campaña y elección los gremios sucumben ante la doble tentación de buscar influir en proyectos y nombramientos, con la idea de poder dejar a uno de los suyos en posiciones claves, o gestionar intereses de sus agremiados en diferentes niveles e instancias.

Hasta allí todo previsible y, si se quiere, legítimo en las relaciones de poder entre Empresa y Estado. Sin embargo, el gremialismo colombiano ha sufrido de un enanismo reciente que ha demostrado su falta de capacidad para cohesionar, gestionar, influir y seducir, tanto a sus propios afiliados, así como a los actores de poder, unos que en el momento histórico actual, sí que los han despreciado demostrando que los tienen matriculados como un referente negativo. El absolutismo de caracterizar a los gremios como buenos o malos, parte de una generalización polarizante muy propia de nuestra idiosincrasia. En Colombia los gremios han venido siendo cooptados por políticos o exfuncionarios, y de allí que su caracterización se haya convertido, en eso, la de meros actores políticos.

Pero, si de política se trata, son más bien tibios y limitados en su capacidad. Durante toda la campaña de 2022 se les reclamaba su mansedumbre y acomodo a las circunstancias, con frases de cajón como “trabajaremos todos unidos”, y “construiremos sobre lo construido”, poco a poco fueron sucumbiendo ante la agenda del gobierno de turno, que hoy ha demostrado ser un enemigo del empresarismo, las libertades económicas, la iniciativa privada, y por ende, de ellos mismos.

El desconocimiento en la interlocución y la minimización gremial que estamos evidenciando no es culpa del gobierno, finalmente el proyecto político que los eligió nunca ha cambiado su esencia de estatización y limitación de la iniciativa y el capital privado.

Con ternura, los líderes gremiales tratan de anunciar lo previsible, diagnosticar lo inevitable, y advertir, tardíamente, lo que se vio venir, no desde 2022, sino desde que el actual mandatario ha tenido curul y micrófono: un proyecto neosocialista en donde la empresa, simplemente no cabe.

Cuanta falta hacen esos líderes y actores gremiales que eran eso, líderes, no políticos en retiro o en desuso, posando de empresarios, o aspirantes a políticos camuflados en gremios. Ojalá pronto emerjan figuras prominentes que desde sus asientos coadyuven a la reconstrucción de este país.

La Andi de Fabio Echeverri y la Federación Nacional de Cafeteros -como parece serlo hoy-, fueron importantes contrapesos del poder e instituciones que coadyuvaron a tener un liderazgo y vocería gremial y sectorial de peso, en pro de defender la libre empresa y la iniciativa privada.

Ya para qué llorar sobre la leche derramada, cuando la economía colombiana muestra un lánguido ‘crecimiento’ del 0,7% y se avecina una posible recesión, es mejor que despertemos, pues el 2026 está a la vuelta de la esquina.

ANDRÉS BARRETO GONZÁLEZ
​Exsuperintendente de Industria y Comercio.
directorgeneral@delaespriellalawyers.com

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Gremios o partidos

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22.05.2024

En cada campaña y elección los gremios sucumben ante la doble tentación de buscar influir en proyectos y nombramientos, con la idea de poder dejar a uno de los suyos en posiciones claves, o gestionar intereses de sus agremiados en diferentes niveles e instancias.

Hasta allí todo previsible y, si se quiere, legítimo en las relaciones de poder entre Empresa y Estado. Sin embargo, el gremialismo colombiano ha sufrido de un enanismo reciente que ha demostrado su falta de capacidad para cohesionar, gestionar, influir y seducir, tanto a sus propios afiliados, así como a los actores de poder, unos que en el momento histórico actual, sí que los han despreciado demostrando que los tienen matriculados como un referente negativo. El absolutismo de........

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