Hay un lugar común en diferentes círculos que es banalizar el rol del Estado, reduciéndolo a un generador de gastos y problemas, olvidando que el Estado debe proveer servicios públicos, garantizar derechos, proteger y servir, entre otras finalidades.
Este estereotipo se refuerza cuando el gobierno que preside ese Estado es simplemente fiscalizador, derrochador e irresponsable.

Los ciudadanos y empresarios empiezan a sentir que en el pacto social su Estado no les aporta nada, sino que más bien les priva, les cobra, les entorpece y les cuesta.

Este gobierno se eligió con las banderas del cambio, seguramente del cambio social, de la austeridad del gasto, del cambio de las prácticas y dádivas políticas, pero en tan solo un año y medio ha probado ser el más desconectado, costoso, despilfarrador y descarado de la historia republicana.

Lo que empezó con los excesos y soberbia de Francia Márquez con el despliegue de seguridad, transporte y una residencia paralela a la vicepresidencia, se ha ido acrecentando con el exceso en contratación de áulicos, influenciadores, maquilladores, amigos y fotógrafos.

Los costos excesivos de la oficina de la primera dama no tienen explicación, si le sumamos a ello la burocracia, nepotismo y amiguismos que allí se enquistaron dando muestras de un despliegue más monárquico que democrático, ese remoquete de que la primera dama cumple una función social había sido cierto en casi todos los gobiernos menos en este.

Más allá de las excesivas comitivas presidenciales, los viajes oficiales sin sentido ni resultados, o las agendas privadas en Cartagena, lo del fin de semana ha sido -no la tapa porque sabemos que les sobra desfachatez y soberbia-, el abrebocas de lo que será otro año lleno de charlatanería, caos y derroche.

El Presidente se declaró en comisión permanente en Guatemala en defensa de la democracia e institucionalidad latinoamericana, mientras aducía que no podía concurrir a Davos al Foro Económico Mundial por los costos y desplazamientos, pero fieles a su libreto carente de fondo, en pocas horas se descubrió un gasto y decisión torpe y costosa como fue arrendar una casa en Davos con la finalidad de hospedar al primer mandatario y hacer un stand permanente de Colombia.

La bipolaridad de este gobierno no tiene límites, se gasta un millón de francos suizos en arriendo para un evento en donde no se requiere tener una muestra paralela que nadie visitará, en un foro de “ricos, empresarios y lagartos” del que tanto reniegan en público, pero que se mueren de ganas de protagonizar en privado.

Como todo con el gobierno finalmente no se sabe si irán o no a Davos, si la casa estudio cumplirá su fin, pero lo que sí sabemos es que era más importante una posesión que una avalancha, y que gastarse $4.500 millones es válido para mostrar el “país de la belleza”.

Andrés Barreto González
Director General De la Espriella Lawyers.
andresbarretog@gmail.com

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Austeridad inteligente

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17.01.2024

Hay un lugar común en diferentes círculos que es banalizar el rol del Estado, reduciéndolo a un generador de gastos y problemas, olvidando que el Estado debe proveer servicios públicos, garantizar derechos, proteger y servir, entre otras finalidades.
Este estereotipo se refuerza cuando el gobierno que preside ese Estado es simplemente fiscalizador, derrochador e irresponsable.

Los ciudadanos y empresarios empiezan a sentir que en el pacto social su Estado no les aporta nada, sino que más bien les priva, les cobra, les entorpece y les cuesta.

Este gobierno se eligió con las banderas del cambio, seguramente del cambio social, de la austeridad del gasto, del cambio de las prácticas y dádivas políticas, pero en tan solo un........

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