La actual legislatura y la propia composición del Congreso puede ser ejemplo de muchas cosas.

Se puede hablar de la falta de memoria y la anestesia de una gran parte de la ciudadanía, del abandono del Régimen del 78, de debilidad internacional. Pero hay algo mucho más preocupante, ya no tanto de modo, sino de fondo, y es la pobreza moral y espiritual.

Muchos quedaron sorprendidos tras los resultados electorales del País Vasco, y no Euskadi, término utópico e imaginario creado por Sabino Arana, otros lo esperaban, gracias a la campaña de blanqueamiento de Bildu por parte del Ejecutivo Nacional. Pero incluso entre la parte de la sociedad disgustada pero no sorprendida, hay un factor que no se está teniendo en cuenta, y es la pobreza moral y espiritual que azota España.

Durante años llevan poco a poco anestesiando con pequeñas dosis de concesiones, de forma lenta y sibilina, parecida al arsénico, para no hacer sonar alarmas, desde Franco concediendo industrias, pasando por el Régimen del 78 con el anexo 4 de la Constitución traicionando Navarra, o con el acercamiento de los presos, por no olvidar la reciente venta de Navarra por los míseros escaños en el parlamento Nacional.

Esta lenta, calculada y despiadada anestesia ha hecho que no sólo la sociedad, si no los representantes de esta, acepten y toleren actos que ya no en democracia, si no que en ninguna sociedad deberían ser aceptados.

Ya no existen líneas rojas, todo se puede decir mientras el ejecutivo tenga interés.

Solo hace falta recordar el discurso de Jordi Pujol de 1976 sobre los “charnegos”.

Es cierto que estos problemas políticos llevan acarreándose desde hace cientos de años, pero nunca antes se había llegado a este punto.

Un tiempo en donde los valores fundacionales de los partidos se dejan atrás, donde el rédito político es lo más importante, donde la batalla moral e ideológica se deja de lado.

Y lo más perjudicial, donde la sociedad no reacciona. Un punto en donde el hemiciclo se ha convertido en un circo sin apenas oposición, en donde enemigos históricos se abrazan con tal de persistir en el poder y lograr la consecución de sus objetivos, la destrucción de España.

No es nada nuevo el que los partidos separatistas muestren su desprecio a España, o su poco aprecio.

Es de conocimiento público por qué los convergentes firmaron el pacto del Majestic, o que a el PNV le sea indiferente con quien pactar con tal de conseguir concesiones para su querida “Euskadi”.

Pero lo que sí que es nuevo, es que hasta estos partidos

hayan dejado sus señas de identidad atrás.

Del “Jaungoikoa eta lege zaharra” no quedan ni las cenizas, hasta Santiago Abascal ironizó con que estaban pensando en adoptar ese lema de campaña para las vascas ya que eran los únicos que lo defendían. El cómo las diferencias entre PNV y Bildu se han convertido en qué tono emplean en su discurso y nada más, aunque ni eso, solo hay que ver el discurso de cierre de campaña de Bakartxo Tejeria.

Y lo mismo con convergentes y republicanos.

Se ha llegado a un punto en el que toda diferencia queda reducida con tal de la consecución del objetivo final, la destrucción de España como Estado, y con ella su mentalidad y valores.

Pero ante esto, lo más preocupante sin duda es cómo la gran mayoría de la ciudadanía se acaba olvidando y la permisividad se convierte en hábito. Piensan que cuando Sánchez se vaya y entre Feijóo, si logra entrar, todo va a cambiar y volver a la normalidad.

Pero no hay nada más lejano a ello. El centro político ha pasado de ser beligerantemente liberal como decía doña Cayetana, a a ver quién se acerca más al PNV. Y con ello todo el marco de valores y moral establecidos han sido remplazados por el interés de la conservación del poder.

La única forma de salir de esto es usando el mismo modus operandi.

Ya no se puede usar la reforma, hay que usar la ruptura, romper con este régimen que han dejado y que ha corroído a la sociedad y al régimen democrático.

Ellos ya adoptaron la ruptura y consiguieron sus objetivos.

Ahora toca que los constitucionalistas la abracen con tal de salir de este nuevo régimen alejado del democrático, y con ello salir de la peor de las pobrezas, la de la falta de espíritu y moral.

QOSHE - CONSTITUCIONALISTAS, DEJEN LA REFORMA, ABRACEN LA RUPTURA - Víctor Vilar Del Pozo
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CONSTITUCIONALISTAS, DEJEN LA REFORMA, ABRACEN LA RUPTURA

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01.05.2024

La actual legislatura y la propia composición del Congreso puede ser ejemplo de muchas cosas.

Se puede hablar de la falta de memoria y la anestesia de una gran parte de la ciudadanía, del abandono del Régimen del 78, de debilidad internacional. Pero hay algo mucho más preocupante, ya no tanto de modo, sino de fondo, y es la pobreza moral y espiritual.

Muchos quedaron sorprendidos tras los resultados electorales del País Vasco, y no Euskadi, término utópico e imaginario creado por Sabino Arana, otros lo esperaban, gracias a la campaña de blanqueamiento de Bildu por parte del Ejecutivo Nacional. Pero incluso entre la parte de la sociedad disgustada pero no sorprendida, hay un factor que no se está teniendo en cuenta, y es la pobreza moral y espiritual que azota España.

Durante años llevan poco a poco anestesiando con pequeñas dosis de concesiones, de forma lenta y sibilina, parecida al arsénico, para no hacer sonar alarmas, desde Franco concediendo industrias, pasando por el Régimen del 78 con el anexo 4 de la Constitución traicionando Navarra, o con el........

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