El ominoso y servil pacto del autarca y megalómana Pedro Sánchez con el prófugo, golpista y separatista Puigdemont y sus nois catalans de J x C han terminado de rematar el macabro y terrible asesinato del 11-M.
Ese día, cientos de españoles fueron masacrados y heridos cuando medio dormidos iban en los trenes de cercanías a sus respectivos trabajos, a clase a sus universidades o a sus institutos como un día cualquiera más. Pero no lo era.

Ese día, ninguno de los viajeros habituales de los trenes de cercanias llegaron a pensar y mucho menos a sospechar que ese sería su último viaje y que ninguno llegaría a su destino. Sus vidas fueron segadas de raiz por unas bombas asesinas colocadas estratégicamente por asesinos y sanguinarios terroristas–segun dijeron las fuentes de la oposición «bien informadas»– de Al Qaeda, una organización terrorista, yihadista y paramilitar, fundada por Osama Bin Laden.

Las imágenes de decenas de cadáveres tirados en la vía férrea y de los servicios de emergencia desbordados y afanándose en atender a la multitud de heridos conmocionó a toda España, a Europa y al mundo entero. Las horas que siguieron a la terrible masacre de ese funesto día, siguen formando parte, después de 20 años, de nuestra memoria colectiva.

Las bombas –estratégicamente colocadas por ese sanguinario grupo de asesinos e inhumanos yihadistas– causaron un macabro balance: 193 muertos, más de 2.000 heridos y un imprevisible cambio de Gobierno a peor.

Según todos los sondeos fue el balance del día más trágico de la historia reciente de España, en el que se inició el principio del camino hacia la destrucción de la conciencia y de la unidad nacional y cuyo remate lo está ejecutando el propio Sánchez ayudado por su gobierno de coalición prgresista y presidido «de facto» por un golpista y prófugo catalán residente en Waterloo.

Su único fin: hacer el mayor daño posible asesinando e hiriendo a un número muy elevado de personas, como así fue. Y lo consiguieron. La mayoría de los supervivientes –pese a la gravedad de sus lesiones, hoy día, tras veinte inolvidables y largos años– sigue luchando con el terrible fantasma de los imborrables recuerdos de ese aciago día y con las secuelas físicas y psicológicas de las graves heridas sufridas por ese brutal atentado, el mayor de los ocurridos en la Unión Europea.

Esa fatídica mañana, en España se perdieron para siempre esos sueños que –aunque parecían imposibles– empezaban a materializarse en forma de paz, esperanza , bienestar, desarrollo, libertad, democracia y sobretodo del olvido de ese odio cainita que tantos años nos había costado abolir y, que nos había mantenido divididos por y con la excusa de las dos Españas: la roja y la azul, la comunista y la fascista y, la nacional y la republicana.

Ese día, el PSOE rompiendo el unánime pacto y consenso de la Constitución del 78, volvió a abrir las heridas — que aún no habian cicatrizado– de nuestra fraticida Guerra Civil, al culpar al gobierno de Aznar de «mentir» intencionadamente sobre la autoría del criminal atentado para así ganar las elecciones generales, ya que las encuestas previas daban una «victoria» clara al PP, aunque es verdad que el PSOE había ido recortando distancia a medida que se acercaba la cita electoral.

Ese día dejamos de ser un país normal y civilizado, como cualquier otro de nuestro entorno europeo: un país unido y hermanado contra los asesinos y enemigos que intentaron –con y por la violencia– destruirnos.

Ese dia– desde el estallido de las bombas en los trenes que tantos y tan graves estrágos produjeron– media España se lanzó a acusar a la otra media Españs y a imputarle su directa responsabilidad en esa matanza y asesinato colectivo que no ha tenido parangón.

Ese día, en vez de unirnos con más fuerza para desenmascarar a los auténticos autores, todos nos dedicamos a lanzarnos a la cara la clásica acusación «y tú más». Ese «y tú más» desembocó en un incomprensible ataque furibundo del partido de la oposición–del PSOE– al partido del Gobierno, a las intituciones españolas y a la sede del PP, en lugar de haber sido la espoleta para un fraternal llamamiento colectivo para asi defender nuestra España de un virulento y sangriento enemigo cuyo único fin y objetivo era nuestra propia destrucción y la de España.

La anómala actuación –por parte de los que resultaron generosamente beneficiados de esa injustificada masacre– es el reflejo vivo y directo de que la llama del odio, de la división y de la separación entre españoles sigue latente, pese a esa otra amnistia — la que con motivo de la Transición culminó con la sanción de nuestra Constitución del 78– votada y aceptada por todos los partidos como el paso previo y «sine qua non» a un Estado democrático y de pleno derecho.

Seguimos sin aprender de nuestra historia y ya saben lo que dicen al respecto. Aunque fue Karl Marx quien dijo que : “La historia se repite, primero como tragedia y segundo como farsa” y, de eso tenemos muy sobrada experiencia; sin embargo, quién dijo que: «El pueblo que olvida su propia historia está condenado a repetirla» fue el poeta, novelista y filósofo español, Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana. Su frase fue tan conocida que llegó a un lugar tristemente conocido por todos: el sanguinario campo de concentración de Auschwitz de la Alemania nazi, donde allí permanece escrita a la entrada del bloque número 4, junto a la irónica inscripción –en letras de hierro forjado– : «Arbeit macht frei» (El trabajo os hace libres).¿Es posible una mayor paradoja e ironía…?

Lo ocurrido el 11-M del 2004 y lo que estamos viviendo desde ese lugubre y luctuoso atentado –con la oportunista subida de Zapatero a la presidencia del Gobierno de España– sin olvidar el periodo en que a lomos de una indecente moción de censura basada en la traición y mentira — su aventajado y ambicioso alumno, Pedro Sanchez– nos gobierna como si se tratase de su particular y exclusivo cortijo.

Zapatero puso de nuevo de moda la ya olvidada y casi enterrada retórica de «las dos Españas», tan rudamente y fraternalmente enfrentadas como los desdichados y famosos combatientes del «Duelo a garrotazos» de Goya.
Esto es una clara manifestación de nuestra enfermedad política y social, del odio mantenido en rescoldo y de la fomentada separación ya apenas ocultable.

¿Qué mentes en su sano juicio– en el fragor de cientos de muertes y heridos en trenes calcinados y destruidos por las bombas– son capaces de culpar al Gobierno en el poder de ser el único responsable y verdadero verdugo de aquellos pobres ciudadanos que, en los trenes, marchaban, aún adormilados, al trabajo? La respuesta tiene un nombre y unas siglas: el que manifestó en público y puso — el 13 de marzo del 2004, durante la jornada de reflexión de aquellas elecciones generales– en boca de Rubalcaba, aquella frase que ha pasado a las hemerotecas y a nuestra historia: «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, que les diga siempre la verdad» (Sic).

Y nos siguen mintiendo con la misma mántrica y lacónica sentencia, eso sí, mejorada y aumentada por el presidente Sanchez el que está «rematando» con su tiránico y autárquico gobierno de coalición progresista todo lo que se inició en España con el atentado del 11-M y con su maestro y predecesor en el cargo Zapatero, el que –hasta la llegada al poder del megalómano y autarca Sánchez– ha sido el peor presidente de España. Pero no olviden que «a todo hay quien gane» y Sanchez lo ha superado en todo y a todos.

Aquel día se equivocaron todos menos los terroristas. Hubieron errores en el resultado de las elecciones.Con toda seguridad hubo errores en la justicia, que entonces ni disponía de los instrumentos necesarios y ni siquiera de la prevención. Hubo errores, los hubo en la clase política, demasiado preocupada por como podía influir aquella masacre en el resultado de las elecciones, como así fue. Hubo errores entre la policía, que quizá entonces no evaluó los riesgos de una nueva amenaza al mismo tiempo que hacía frente a la de ETA y permitió que se destruyeran pruebas que hubieran sido muy valiosas para determinar la posible autoría del atentado, como fue el caso de los vagones de tren afectados por las explosiones. Hubo también graves erroresy sesgos en las informaciones de los periodístas y en todas las direcciones.

Volver atrás con la memoria casi selectiva y, en este caso, casi con el único argumento y solo para entonar «un yo tenía razón y tú no», no solo es esteril como sociedad, sino que a demás es seguramente y especialmente doloroso para la sociedad.

Ha tenido que ser SM el Rey Felipe VI quién en medio de ese ambiente –que pretendía envolver el homenaje en una fría reconstrucción de lo más amargo– haya puesto el centro del encuentro de este día en el punto del que nunca debió salir: en el de las victimas de ese terrorismo –venga de donde venga– como «conciencia ética de la sociedad» ya que :
(…) «las víctimas del terrorismo constituyen una referencia ética en las democracias y simbolizan la permanente necesidad y el compromiso de defensa de la libertad y del Estado de derecho».

Con independencia de lo que manifestó Rubalcaba violando flagrantemente y con total alevosía el día de reflexión, hay que mencionar a Otegui, quién al enterarse de las explosiones en los trenes y la extensa masacre provocada no pudo reprimirse y exclamó:» Espero que no hayan sido los nuestros»(sic), en franca referencia a los comandos y a los asesinos de ETA.

Por su parte –el entonces candidato a la presidencia del Gobierno– Zapatero, dijo que «el atentado perpetrado no tenía por qué afectar en contra ni cambiar el resultado de las elecciones»(sic) . Sin embargo, a uno de los marroquíes encarcelados le faltó tiempo para preguntar: ¿Quiën había ganado las elecciones…? Ante esta singular y atípica pregunta –totalmente fuera de contexto– solo cabe una única respuesta: «Cada uno es muy libre de entender y pensar lo que quiera…»

La falsedad y la desvergüenza de Sánchez sigue «in crescendo» desde ese fatídico día. Ha basado su política en mentira tras mentira, en corrupción tras corrupción, en traición tras traición y en prevaricación tras prevaricacion . La faena que ese inombrable día inició Zapatero–alias «Bambi»– la ha rematado con un cicatero «autogolpe de Estado» para, paradójicamente, seguir impunemente gobernando España desde Moncloa gracias a los votos de sus socios los comunistas, los separatistas, los independentistas y sobretodo de los herederos de la banda terrorista y criminal de ETA. Todo a cambio de generosas contraprestaciones políticas y económicas. Y así nos va.

Han pasado ya veinte años y, sin embargo, hoy sabemos algo más que entonces desconocíamos: que nunca alcanzaríamos a conocer la maraña de juegos entre los servicios secretos que se cruzó en esa carnicería y que esa nueva España –soñada y deseada por todos que empezaba a emerger como un estado más dentro de la normalidad política del marco europeo– ha desaparecido.
Zapatero se arrodilló a los pies de los amos últimos del yihadismo más asesino, para promover su grotesca «alianza de civilizaciones» y despejarle el camino a su aventajado alumno Sánchez para culminar el antiespañol proyecto «zapateril»: darle la puntilla a España y rematarla para siempre.

Y vino lo que vino y tenemos lo que tenemos aunque reiteremos y nos preguntemos, inultimente y «ad libitum, si de verdad ¿alguien quiere saber dónde comenzó la doble voladura de la nación y del PSOE? que hoy–con plena satisfacción personal– remata y consuma el narcisista Sánchez.

QOSHE - «Sánchez «remata» el 11- M» - Pedro Manuel Hernández López
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«Sánchez «remata» el 11- M»

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14.03.2024

El ominoso y servil pacto del autarca y megalómana Pedro Sánchez con el prófugo, golpista y separatista Puigdemont y sus nois catalans de J x C han terminado de rematar el macabro y terrible asesinato del 11-M.
Ese día, cientos de españoles fueron masacrados y heridos cuando medio dormidos iban en los trenes de cercanías a sus respectivos trabajos, a clase a sus universidades o a sus institutos como un día cualquiera más. Pero no lo era.

Ese día, ninguno de los viajeros habituales de los trenes de cercanias llegaron a pensar y mucho menos a sospechar que ese sería su último viaje y que ninguno llegaría a su destino. Sus vidas fueron segadas de raiz por unas bombas asesinas colocadas estratégicamente por asesinos y sanguinarios terroristas–segun dijeron las fuentes de la oposición «bien informadas»– de Al Qaeda, una organización terrorista, yihadista y paramilitar, fundada por Osama Bin Laden.

Las imágenes de decenas de cadáveres tirados en la vía férrea y de los servicios de emergencia desbordados y afanándose en atender a la multitud de heridos conmocionó a toda España, a Europa y al mundo entero. Las horas que siguieron a la terrible masacre de ese funesto día, siguen formando parte, después de 20 años, de nuestra memoria colectiva.

Las bombas –estratégicamente colocadas por ese sanguinario grupo de asesinos e inhumanos yihadistas– causaron un macabro balance: 193 muertos, más de 2.000 heridos y un imprevisible cambio de Gobierno a peor.

Según todos los sondeos fue el balance del día más trágico de la historia reciente de España, en el que se inició el principio del camino hacia la destrucción de la conciencia y de la unidad nacional y cuyo remate lo está ejecutando el propio Sánchez ayudado por su gobierno de coalición prgresista y presidido «de facto» por un golpista y prófugo catalán residente en Waterloo.

Su único fin: hacer el mayor daño posible asesinando e hiriendo a un número muy elevado de personas, como así fue. Y lo consiguieron. La mayoría de los supervivientes –pese a la gravedad de sus lesiones, hoy día, tras veinte inolvidables y largos años– sigue luchando con el terrible fantasma de los imborrables recuerdos de ese aciago día y con las secuelas físicas y psicológicas de las graves heridas sufridas por ese brutal atentado, el mayor de los ocurridos en la Unión Europea.

Esa fatídica mañana, en España se perdieron para siempre esos sueños que –aunque parecían imposibles– empezaban a materializarse en forma de paz, esperanza , bienestar, desarrollo, libertad, democracia y sobretodo del olvido de ese odio cainita que tantos años nos había costado abolir y, que nos había mantenido divididos por y con la excusa de las dos Españas: la roja y la azul, la comunista y la fascista y, la nacional y la republicana.

Ese día, el PSOE rompiendo el unánime pacto y consenso de la Constitución del 78, volvió a abrir las heridas — que........

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