Pequeñas f(r)icciones: San Isidro, lindo y querido
Regresé de México no solo con una buena dotación de libros y una botella de “Don Ramón”, el tequila de “Luis Miguel” —mi hermana es su fiel seguidora—, sino con algo mucho más importante, el audio de la entrevista que logré hacerle a Lilia Paredes, la esposa del expresidente Pedro Castillo. Pero me traje algo todavía más prometedor del viaje: la promesa de una entrevista con la expremier y hoy asilada Betssy Chávez. La promesa, por cierto, me fue hecha, entre café y quesadillas, por la ex primera dama al final de nuestro encuentro en la capital azteca. En circunstancias normales, no hubiera creído en su palabra, pero la promesa vino acompañada de algo tan concreto como el celular de un funcionario de la embajada mexicana en Lima.
Ni bien llegué a mi casa, llamé al número indicado. Las largas e inacabables timbradas me dieron mala espina y la sombra de la duda empezó a alargarse cada vez más. Ya estaba a punto de colgar y recriminarme por ser tan confiado cuando alguien terminó con mi angustia y se dignó en contestar. En pocas palabras, le expliqué el motivo de mi llamada y, también en pocas palabras, me dijo algo así como: “no me llames, yo te llamo, güey”. Tres días después, cuando había desalojado a la esperanza, me llamó para darme un día, una fecha y una advertencia: “La doctora Chávez quiere conversar con usted primero antes de aceptar darle una entrevista”, y luego, asumiendo que mi comprensión verbal es bastante limitada, agregó, “lo que trato de decirle es que puede venir, pero la entrevista no está garantizada”.
Llegué a la hora exacta a la residencia del embajador, en San Isidro. Pensé encontrar mayores medidas de seguridad, pero en la fachada solo había un grupo de policías, bastante despreocupados, conversando entre........





















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