Dina, los desconectados y nosotros
Entendamos de una vez por todas que la política es la administración de la realidad ajena. Elegimos cada cinco años desde nuestra buena fe y profunda ignorancia a un grupo de humanos que alcen la voz por nosotros, que protesten, que diseñen escenarios donde el bien común se expanda. Seres que abran posibilidades. Eso y más en el papel y en los escasos meses que dura la campaña preelectoral. Cínicamente, los beneficiarios de nuestros votos “empatizan” con nuestras necesidades y emociones. Es decir, hacen como que están por nosotros y para nosotros.
Una vez logrado su cometido, ese amor por el prójimo muta hacia la autorreferencia y termina convirtiéndose en omnipotencia en el poder. Lugar desde donde comienzan a gobernar mirándose el ombligo, ya no son los hechos, las necesidades las que priman para tomar decisiones y —como si se tratara de un patrón— todos absolutamente todos caen en el YO VERSUS EL MUNDO, cuadro digno de análisis psicoanalítico. Tenemos a autoridades que lo único que hacen es defenderse todo el tiempo usando las mismas fórmulas.
FÓRMULA DE LA DESMENTIDA: Negar cínicamente o, si no se es tan cara rota, minimizar, bajarle unas cuantas rayitas a eso que es groseramente traumático para la realidad. ¿El objetivo? No sentir culpa y, por ende, eliminar los límites.
FÓRMULA DE LA PROYECCIÓN: Poner afuera la responsabilidad. Es decir, todo lo malo, feo, fuchi es producto de “mis enemigos políticos que quieren desestabilizarme”. Así yo no me hago cargo de nada, soy una víctima total, no me dejan hacer. ¿Les suena conocido?
FÓRMULA DEL BLINDAJE:........





















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