19/12/202319/12/2023 Pixabay.

¿Por qué debes dejar de ver porno hoy mismo? Esta es una pregunta cuya respuesta varía dependiendo de tu sexo, y es que -como en tantos otros asuntos- no tienes los mismos motivos si eres un hombre o una mujer.

Lo que motiva a unos y otras para consumir porno tampoco coincide: los varones acceden al porno para obtener placer a través de la violencia contra las mujeres y su dominación (cuanto más porno han visto, más violento necesitan que este sea) y las chicas suelen empezar a ver porno para saber qué se espera de ellas y qué deben hacer y esperar de los varones en la cama. El resultado es que ambos aprenden a excitarse con la violencia, una violencia que siempre ejercen los mismos contra las mismas.

La semana pasada, Chis Oliveira, Mónica Alario y Rosa Cobo nos contaron en Radiojaputa cómo la pornografía afectaba a las personas en varias vitales: infancia, adolescencia, juventud y adultez. Sí, es jodido, pero hubo que hablar de infancia porque, como sabemos, la edad más temprana de acceso al porno ya está en los 8 años. Niños y niñas tienen muy fácil el acceso a la violencia disfrazada de sexo y así es como empiezan a creer que el porno es sexo, y no violencia. Como siempre, el programa tuvo como protagonistas a las mujeres que mandaron sus experiencias, y estas fueron desde qué tipo de porno vieron cuando eran niñas/adolescentes hasta qué tipo de porno están recibiendo ahora sus hijas pequeñas a través de aplicaciones como whatsapp. Sin duda, un programa muy duro, aun cuando nos encargamos de eliminar el contenido más sensible.

Las secuelas de las mujeres que han crecido con el porno no solo es una visión muy distorsionada del sexo, la sumisión aprendida o desórdenes o trastornos más o menos graves en el deseo sexual (excitarse solo con fantasías de violación o abuso sexual infantil, por ejemplo) sino la asunción de que su misión es la de complacer al hombre, y que las prácticas sexuales que este demande son siempre lícitas e incluso deseables. Él maneja, él manda, él dice, "él es el maestro y ella la alumna" (que decía la sexóloga Ana Rosa Jurado), una eterna alumna que debe espabilarse y adaptarse para cumplir bien su papel. Justo Ana Rosa vino hace unas semanas para hablarnos de una secuela del porno: por su consulta peregrinan mujeres que consienten sin deseo prácticas que detestan. No es de extrañar, claro: si no recibimos más educación sexual que la del porno, ¿qué iba a pasar si no? ¿Cómo es tener relaciones sexuales si no es como hemos visto en el porno, incluso si nunca hemos visto porno? Y quizás esta es la peor parte: sí has visto porno, incluso cuando no has visto jamás una película porno.

La pornificación de la cultura es tal en estos momentos que no hay nada que no esté contaminado: las letras de las canciones, los videoclips, las escenas de películas y series (especialmente si los creadores son hombres), el lenguaje, la moda... la hipersexualización, la violencia, el lenguaje sexualizado, ropa que antes solo se veía en películas porno y ahora visten chicas adolescentes. Los elementos de la pornografía se acumulan en la cultura. Y ha pasado en muy, muy, muy poco tiempo y tiene un comienzo: el tongo que supuso la revolución sexual (y aquí tengo que recomendarles encarecidamente que lean el libro de Mónica Alario Política Sexual de la Pornografía). Rosa Cobo explica muy bien y de forma concisa, en El cuerpo de las mujeres y la sobrecarga de sexualidad, qué ocurrió durante la revolución sexual: "Las críticas que se forman en las entrañas de este contestatario movimiento sobre la familia y la sexualidad muestran cierta ceguera respecto a la libertad sexual de las mujeres y al papel asignado para ellas en la familia patriarcal. Mientras que para los varones esta revolución significaba la posibilidad de usar su sexualidad fuera del matrimonio con total libertad, para las mujeres la revolución sexual tuvo otro significado: su disponibilidad sexual para sus compañeros. En efecto, a las mujeres se les demandaba que su sexualidad estuviese al servicio de los varones, pues el parámetro de la sexualidad para ese movimiento crítico era el del varón".

Y es que hace solo unas décadas, era impensable depilarse el ano o los labios mayores, nadie pagaba por tratamientos como el blanqueamiento del ano o cirugías como las del "rejuvenecimiento" de la vagina. Como continúa explicando Cobo, las feministas radicales ya en los 60 se dan cuenta de qué está suponiendo esa "revolución sexual" que está floreciendo, para quién está siendo una revolución y para quién no. Ocurrió entonces lo que ha pasado siempre durante los 3 siglos de lucha feminista: los varones comenzaron a insultar, humillar, deshumanizar y desprestigiar a cualquier mujer o movimiento que osara argumentar en contra de dicha "revolución" o en contra del porno que, convenientemente, se popularizó como nunca antes. Nadie iba a quitarles el juguete a los hombres, y de hecho, nadie se lo quitó. El impulso que tuvo la pornografía en ese momento histórico fue el mayor de su historia, y en ese periodo se encuadra de hecho la llamada "Edad de Oro de la Pornografía". Si bien las abolicionistas de la pornografía tuvieron éxito convenciendo y proponiendo leyes que restringieran lo que no es otra cosa que violencia y sometimiento de las mujeres, el patriarcado fue más fuerte y poderoso: a ellas se las mostró como "monjas", "puritanas", "mojigatas" y hasta "ultraconservadoras". Y con esas palabras se bastaron los hombres para desarticular el relato feminista, y convertirse en los ganadores del relato hegemónico. Sí, es tal y como están pensando: ocurrió exactamente igual que pasa ahora con temas como las leyes trans o la prostitución. Si estás en contra debe ser que votas a Vox, o estás amargada, eres mala, eres tránsfoba, eres putófoba y tienes mucho odio dentro. Y, con eso, basta. Es cierto que hemos conseguido desarticular una palabra, el "puta", que ya nadie aprueba en el progresismo (esta palabra tan potente que tampoco ha necesitado nunca de argumentario, razón o evidencia para cargarse la reputación de una mujer de por vida), pero ha sido sustituida por otras, como el TERF, también muy potente. Las palabras son a veces las mismas, otras son nuevas, pero lo que hay detrás de todas ellas es el patriarcado de toda la vida.

Los hombres no estuvieron solos, ojo, y en esto también se está repitiendo la historia: contaron con la inestimable ayuda de las mujeres que se decían progresistas pero que le compraron el relato a los hombres y también lanzaron piedras contra las feministas al grito de -no se lo van a creer- "monjas", "mojigatas", "conservadoras", "amargadas"...

Lo que ya denunciaron las feministas radicales hace tan solo 50 años, las que supieron ver más allá en esa supuesta "revolución" sexual, se confirma con cifras de vértigo, víctimas de todo tipo y una industria millonaria que nadie puede separar de la prostitución, por lo tanto, también un lobby que presiona con mucho poder y que hace imposible parar la máquina que enseña a niños y niñas qué es el "sexo" mientras le muestra a mujeres y niñas siendo violadas. Y no es una expresión, literalmente se muestran violaciones grabadas, como Pornhub. ¿Qué es Pornhub? La mayor plataforma de pornografía del mundo. Esa que, quizás recuerden, en plena pandemia anunció que abrirían su contenido premium a todo el mundo y consiguieron que los medios lo celebrasen y le hiciesen una publicidad impagable. Publicidad desde lugares que si no lo vieron en directo, igual no se lo creen, y todo en un tono jocoso, masculino, de ellos para ellos, claro. Incluso hombres de humor más blanco, como Andreu Buenafuente, hicieron chistes y celebraron aquel lavado de cara. Por ese entonces, Pornhub ya tenía encima un problemón, y es que era público que albergaba vídeos de violaciones de mujeres y niñas (lo conté aquí). Ante la presión pública, Pornhub tuvo que eliminar todos los vídeos que hubieran sido subidos desde "fuentes no fiables", ya que estaban infestados de violaciones (con las que el mundo entero llevaba años masturbándose). Pues bien, el resultado fue que de 13 millones de vídeos, Pornhub se quedó con menos de 3. Igual ya hace menos gracia que los medios de todo el mundo ayudaran a semejante negocio infame a lavar su imagen, aprovechando el confinamiento, el miedo y el duelo del mundo entero.

En definitiva, el porno enseña que la violencia contra las niñas y mujeres es excitante hasta el punto de que las y los menores primero acceden por curiosidad y luego para masturbarse con ello. Como decía Chis Oliveira en la entrevista que nos concedió: el problema es que padres y madres ni imaginan que están teniendo acceso al porno, y mucho menos a qué tipo de porno.

Es una obviedad muy fácilmente contrastable que la pornografía no deja de volverse más y más violenta. El porno al que tuvo acceso una niña en los años 80 a través del Plus no tiene absolutamente nada que ver con el porno que una niña con acceso a internet ve hoy: ni en cantidad, ni en violencia, ni en el fácil acceso, ni en la cantidad de veces que va a poder acceder a contenidos similares o peores. Todo facilitado, no lo olvidemos, por la absoluta ignorancia de madres y padres, y la nula educación sexual que reciben en sus casas las criaturas. Y no siempre los padres (varones) son ignorantes, porque siempre hubo -y sigue habiendo- niñas cuyo primer acceso al porno fue precisamente a través del porno que previamente habían consumido sus padres. A este respecto, varias compañeras nos contaron historias parecidas tanto de padres de ayer que guardaban porno en cintas VHS como de padres de hoy que tenían porno en pestañas del móvil, móvil que a veces usan sus hijas.

El porno no enseña, el porno te dificulta una vida sexual sana. El porno es violencia, y te enseña a excitarte con violaciones, asfixia, golpes, abuso de poder, dolor, vómitos, sumisión y violencia de todo tipo. El porno te hace daño especialmente si eres niña y mujer, como siempre.

Y, sin embargo, parece que para muchísimas mujeres sigue siendo más fuerte el miedo a ser tachada de monja, de mojigata, de puritana, de ultraconservadora y hasta de votante del mismo Hitler. Es comprensible, por otra parte, ninguna de nosotras quiere recibir más violencia todavía, que la recibida hasta el día de hoy no es poca, seas quien seas. Pero, compañera, si te apetece dar un paso adelante en la lucha feminista, te esperamos con los brazos abiertos, porque lo cierto es que nos haces falta.

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Por qué debes dejar de ver porno hoy mismo

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19.12.2023

19/12/202319/12/2023 Pixabay.

¿Por qué debes dejar de ver porno hoy mismo? Esta es una pregunta cuya respuesta varía dependiendo de tu sexo, y es que -como en tantos otros asuntos- no tienes los mismos motivos si eres un hombre o una mujer.

Lo que motiva a unos y otras para consumir porno tampoco coincide: los varones acceden al porno para obtener placer a través de la violencia contra las mujeres y su dominación (cuanto más porno han visto, más violento necesitan que este sea) y las chicas suelen empezar a ver porno para saber qué se espera de ellas y qué deben hacer y esperar de los varones en la cama. El resultado es que ambos aprenden a excitarse con la violencia, una violencia que siempre ejercen los mismos contra las mismas.

La semana pasada, Chis Oliveira, Mónica Alario y Rosa Cobo nos contaron en Radiojaputa cómo la pornografía afectaba a las personas en varias vitales: infancia, adolescencia, juventud y adultez. Sí, es jodido, pero hubo que hablar de infancia porque, como sabemos, la edad más temprana de acceso al porno ya está en los 8 años. Niños y niñas tienen muy fácil el acceso a la violencia disfrazada de sexo y así es como empiezan a creer que el porno es sexo, y no violencia. Como siempre, el programa tuvo como protagonistas a las mujeres que mandaron sus experiencias, y estas fueron desde qué tipo de porno vieron cuando eran niñas/adolescentes hasta qué tipo de porno están recibiendo ahora sus hijas pequeñas a través de aplicaciones como whatsapp. Sin duda, un programa muy duro, aun cuando nos encargamos de eliminar el contenido más sensible.

Las secuelas de las mujeres que han crecido con el porno no solo es una visión muy distorsionada del sexo, la sumisión aprendida o desórdenes o trastornos más o menos graves en el deseo sexual (excitarse solo con fantasías de violación o abuso sexual infantil, por ejemplo) sino la asunción de que su misión es la de complacer al hombre, y que las prácticas sexuales que este demande son siempre lícitas e incluso deseables. Él maneja, él manda, él dice, "él es el maestro y ella la alumna" (que decía la sexóloga Ana Rosa Jurado), una eterna alumna que debe espabilarse y adaptarse para cumplir bien su papel. Justo Ana Rosa vino hace unas semanas para hablarnos de una secuela del porno: por su consulta peregrinan mujeres que consienten sin deseo prácticas que detestan. No es de extrañar, claro: si no recibimos más educación sexual que la del porno, ¿qué iba a pasar si no? ¿Cómo es tener relaciones sexuales si no es como hemos visto en el porno, incluso si nunca hemos visto porno? Y quizás esta es la peor parte: sí has visto porno, incluso cuando no has visto jamás una película porno.

La pornificación de la cultura es tal en estos momentos que no hay nada que no esté contaminado: las........

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