La analogía entre el Wilster y el anticucho no es nueva. Recuerdo haberla escuchado por primera vez en 2009, de la boca de Norberto Kekes, un histórico zaguero y pateador de penales que tuvo el Rojo en los 90. La había sacado a colación para ilustrar las penurias con que el plantel de ese año lidiaba para mantenerse en Primera. El Wilster era “el equipo anticucho”, explicaba un Kekes reconvertido en comentarista deportivo, porque era “puro corazón”. “Puro corazón” porque de fútbol mostraba poco o nada, entendí entonces.

Ignoro si la analogía/chiste se la inventó el otrora defensor durante ese tortuoso 2009. Tampoco sé si el que la inventó se inspiró en el Aviador o en algún otro equipo o en alguna otra cosa. No importa. Lo que importa es que su sentencia volvió a cobrar actualidad durante el último año en que el club cochabambino pasó de bordear la extinción a saborear la gloria.

Hace un año, a Wilstermann le auguraban un futuro tan negro como el de San José (el original, no el hechizo que acaba de ascender también representando a Oruro). Sus deudas con (ex)jugadores y (ex)técnicos lo habían vuelto una institución inviable. Al descalabro que Grover Vargas había heredado se sumó el estropicio que un descocado Gary Soria montó en el club. Las cosas solo comenzaron a enderezarse una vez que Omar Mustafá tomó las riendas de la dirigencia, cuando la única consigna posible era salvar al equipo de la desaparición.

Con seis puntos menos y una sangría imparable de jugadores, el Rojo encaró la temporada sin mayores expectativas que la mera sobrevivencia. La llegada de Cristian Díaz y sus buenos oficios para renovar la plantilla, en condiciones inaceptables para cualquier futbolista cuerdo, extremaron la lealtad de una hinchada históricamente exigente. Los injustamente venidos a menos Chumacero, Esparza, Amaral y Cardozo desafiaron al paso del tiempo y a sus propios cuerpos para regalarnos algunas de sus mejores actuaciones profesionales. Su inevitable desgaste fue compensado con el ímpetu inagotable de los Velásquez, Julián y el ‘Papu’; el oficio de viejos lobos, como Pipo, Machado, Robson, Castellón y ‘Pancho’, y el aguante de refuerzos no tan jóvenes pero cumplidores: Chiatti, Nahuelpán…

La entrega de los jugadores es solo comparable con la constancia de su afición, que, no por nada, se convirtió en 2023 en la de mayor presencia en las tribunas: 303.154, según datos difundidos por Tigo Sports. Que una porción nada despreciable de hinchas recibiera con vítores a los futbolistas, pese a caer en la final de la Copa ante Bolívar, es un indicador incontestable de la fidelidad a prueba de resultados de los seguidores rojos.

Con su clasificación a la Copa Sudamericana, Wilstermann ha ratificado su condición de equipo anticucho. Puede que ya no sea “puro corazón” como en 2009. Cabeza, piernas, voz y huevos ha tenido de sobra en este 2023. Pero su funcionamiento es solo comprensible por el bombeo rabioso y persistente del corazón que lo mantiene vivo desde las graderías del Félix Capriles.

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA A.

Periodista

@EspinozaSanti

QOSHE - 2023, el año del anticucho - Santiago Espinoza
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2023, el año del anticucho

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24.12.2023

La analogía entre el Wilster y el anticucho no es nueva. Recuerdo haberla escuchado por primera vez en 2009, de la boca de Norberto Kekes, un histórico zaguero y pateador de penales que tuvo el Rojo en los 90. La había sacado a colación para ilustrar las penurias con que el plantel de ese año lidiaba para mantenerse en Primera. El Wilster era “el equipo anticucho”, explicaba un Kekes reconvertido en comentarista deportivo, porque era “puro corazón”. “Puro corazón” porque de fútbol mostraba poco o nada, entendí entonces.

Ignoro si la analogía/chiste se la inventó el otrora defensor durante ese tortuoso 2009. Tampoco sé si el que la inventó se inspiró en el Aviador o en algún otro equipo o en alguna otra cosa. No importa. Lo que importa es que su sentencia volvió a........

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