A días de cumplirse el primer aniversario de la muerte de Pelé, el equipo brasileño con el que ‘O Rei’ lo ganó todo ha descendido de categoría por primera vez en 111 años de historia. Así es, el Santos Futebol Clube cayó a segunda división tras perder su último partido en primera como local 1-2 frente a Bragantino. La derrota en Vila Belmiro favoreció a Bahía y Vasco Da Gama, los otros dos clubes brasileños que peleaban por evitar el descenso y que, en los papeles, la tenían más difícil.
El fiasco del Peixe desató un estallido de disturbios en la ciudad paulista a la que representa el plantel que tuvo entre otras de sus figuras legendarias a Neymar. Los alrededores del estadio fueron descritos como un “escenario de guerra”, debido a la quema de vehículos y la vandalización de comercios. Los reportes preliminares dieron cuenta de la destrucción de cuatro autobuses públicos y de otros tantos coches privados, entre ellos el de Stiven Mendoza, jugador colombiano del Santos.
Aunque desmedida y violenta, la reacción de los hinchas al descalabro del club blanquinegro se entiende por el lugar que ocupa en la historia del fútbol brasileño, sudamericano y mundial. Se trata, qué duda cabe, de uno de los grandes de Brasil, ganador de 22 campeonatos paulistas, 8 trofeos nacionales, 3 copas Libertadores y 2 Intercontinentales, la mayoría de esos títulos conquistados en los años en que tenía como figura a Pelé.
La caída a segunda del club en el que jugó sus años más gloriosos uno de los tres mejores futbolistas de la historia es un hecho que no podría pasar desapercibido en ninguna parte. En Bolivia tiene una resonancia especial, porque en el equipo juvenil del Peixe militan los bolivianos Edson Monteiro, Leonardo Zabala y Miguel Terceros, este último ascendido al primer equipo en más de una ocasión. A los futboleros del país nos inquieta qué será de la suerte de esos jóvenes en los que más de uno cifra un futuro menos mediocre para la Selección boliviana. Mientras no recalen en el balompié boliviano, casi todo sería aceptable.
Si hace solo una semana advertimos el silencio indiferente que había dejado el descenso de Palmaflor en Bolivia, hoy encontramos en Brasil las antípodas: el rugido de una afición enorme que, herida en su amor propio, ha tomado las calles para llorar la humillación más penosa de su historia. Juicios pacatos aparte, no deja de conmover el llanto rabioso de los hinchas del Santos y de toda una ciudad que, en menos de un año, ha quedado doblemente huérfana: de su máximo ídolo y de sus colores.
DIOS ES REDONDO
SANTIAGO ESPINOZA A.
Periodista
@EspinozaSanti
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