Por más morbo que fanatismo, la última semana me puse a ver los partidos que jugó la Selección boliviana Sub 23 en el torneo Preolímpico de Venezuela. No alcancé al primero, disputado contra el anfitrión, que se cerró con un sorpresivo 3-3. El resumen del encuentro me inyectó algo parecido a la ilusión. Los dirigidos por Zago y Escobar completaron una faena épica: igualaron el marcador en los minutos de descuento pese a ir cayendo 3-1 y a batirse con un jugador menos. Por si fuera poco, el último tanto fue un golazo. Lo hizo Villamil, capitán y flamante contratación de Liga de Quito, desde fuera del área. El trallazo se metió por encima del portero venezolano con una violencia que enmudeció a propios y extraños.

Con el buen sabor de boca que dejó ese empate, seguí el siguiente partido de la Sub 23, que se perfilaba como el más complejo. Fue contra Brasil y empezó de la peor manera, con un gol en contra tempranero; pero, contrario a los malos presagios, sacó a relucir las mejores cualidades de los bolivianos. Sostenida por una columna vertebral de futbolistas titulares en sus equipos y con experiencia en la Selección mayor, como Quinteros, Medina y el propio Villamil, Bolivia tomó posesión de la pelota y dominó el encuentro, porque así se lo permitieron los brasileños, pero también gracias a la solvencia de los nuestros para hacer circular la pelota. Poco les faltó para consumar otro cotejo memorable. Fallaron en un “detalle”: el gol. Para la Verde, todo funcionaba con fluidez en los primeros tres cuartos de cancha, pero se diluía antes de pisar el área rival. No hubo un jugador que rompiera la defensa adversaria, escasearon ideas para acercarse colectivamente al arco, los remates de media distancia fueron bloqueados o desviados. El resultado final no pudo ser otro: derrota por la mínima diferencia.

La carencia de gol ante Brasil desmintió la aparente explosividad de Bolivia en el primer partido. Lo cierto es que a la Sub 23 no solo le faltan delanteros, sino enganches que promuevan los goles de los arietes. Briceño, el atacante titular del seleccionado, hace lo que puede y, a veces, menos. El gol que le anotó a Venezuela fue notable, pero lo facilitó un mal despeje de los rivales. Casi lo mismo puede decirse del anotado por Chávez: se debió más al error defensivo que a la asistencia propia. Y el de Villamil fue un prodigio de otro partido, de otro fútbol, de otra Bolivia.

En su tercer partido del campeonato, Bolivia recayó en los problemas del segundo. No fue capaz de anotar un solo gol ante Ecuador, que acabó ganando 2-0 gracias dos de sus llegadas más clarísimas al arco nacional. Sin ser estrictamente superiores, los ecuatorianos fueron mucho más efectivos y eso les bastó. Los bolivianos no jugaron mal. De hecho, en sus tres encuentros mostraron pasajes de un fútbol más vistoso y aguerrido que el de la Verde absoluta. Pero, como esta, no tiene jugadores para fabricar y hacer goles. Y sin goles, no hay presente ni futuro. Por eso, ya estamos desclasificados.

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA A.

Periodista

@EspinozaSanti

QOSHE - ‘No goal. No future’ - Santiago Espinoza
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‘No goal. No future’

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28.01.2024

Por más morbo que fanatismo, la última semana me puse a ver los partidos que jugó la Selección boliviana Sub 23 en el torneo Preolímpico de Venezuela. No alcancé al primero, disputado contra el anfitrión, que se cerró con un sorpresivo 3-3. El resumen del encuentro me inyectó algo parecido a la ilusión. Los dirigidos por Zago y Escobar completaron una faena épica: igualaron el marcador en los minutos de descuento pese a ir cayendo 3-1 y a batirse con un jugador menos. Por si fuera poco, el último tanto fue un golazo. Lo hizo Villamil, capitán y flamante contratación de Liga de Quito, desde fuera del área. El trallazo se metió por encima del portero venezolano con una violencia que enmudeció a propios y extraños.

Con el buen sabor de boca que dejó ese empate,........

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