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Justicia poética

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El pasado mes de septiembre se presentó en La Habana Vieja una nueva edición de Ese sol del mundo moral, el libro de historia de la eticidad cubana que nos dejó Cintio Vitier. Durante el acto, uno de los panelistas se preguntó cómo era posible que un libro así hubiese estado prohibido en nuestro país por más de veinte años. Otro atestiguó que Cintio había sido siempre “fieramente revolucionario”. Quisiera comentar brevemente ambas intervenciones.

Respecto a la primera, la respuesta obvia es que en nuestro gobierno, como en cualquier otra empresa humana, han existido fuerzas retrógradas que a veces han podido prevalecer. Respecto a la segunda, confirmo que Cintio fue fieramente revolucionario, pero no ferozmente revolucionario. (Véase la diferencia entre ambos vocablos en “Breve cacería de distingos”.) Y por eso mismo no fue nunca un incondicional del gobierno cubano, como seguramente tampoco lo hubiera sido ninguno de los próceres de nuestra historia, empezando por Martí.

En su formidable carta del 20 de octubre de 1884 a Máximo Gómez, Martí establece con claridad las condiciones de su apoyo personal a la causa independentista. El resumen de estas condiciones es que la Revolución no derivase en un despotismo militar, el cual sería “más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, embellecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo”.

Salvando la distancia, las condiciones del apoyo de Cintio Vitier al gobierno cubano fueron similares: el antimperialismo y la opción por los pobres. Esos dos pilares son en realidad uno solo. Estar al servicio de los pobres implica rendir cuentas ante ellos, y no obrar con la impunidad y la torpeza de quien no teme a las consecuencias. En otro artículo de esta columna hemos hablado de la impunidad como el rasgo más........

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