Domènec García
No voy a ser yo el que dé lecciones a Xavi, porque él fue la personificación del fútbol. Pero una cosa es pisar el césped y otra verlo desde la banda y si los periodistas hemos criticado el desempeño del equipo en las últimas jornadas, no es por capricho. Como capricho tampoco fue los silbidos que escuchó el equipo, tras un primer tiempo que pudo terminar con 0-3 ante el Alavés.
Xavi no entiende que el equipo no da los mínimos porque, respecto a la pasada temporada, cuando ganó la Liga con holgura, ha perdido seguridad y ahora recibe goles con facilidad. Y ya van dos en los primeros 20 segundos, algo impropio en un equipo de rango Champions. Pero tampoco entiende Xavi que en ataque no hay capacidad de sorpresa, porque el juego es lento y previsible, porque el balón circula renqueante y sin sentido acabar con un centro a la olla. O sea, a lo que salga.
Xavi debe entender que la gente tiene muchas dudas por muchos motivos. Se ganó al Sevilla con gol en propia puerta. Al Celta, tras remontar un 0-2 en los diez últimos minutos. En Granada, 2-2 y el mismo resultado en Mallorca. El Athletic cayó gracias a un juvenil, Guiu. Del Shakhtar, mejor olvidar. En Anoeta, Araujo salvó los 3 puntos en el último segundo y al Alavés se le ganó de penalti tras apuros mil. No es como para estar tranquilo. Y aún podríamos hablar de la actitud.
Un ejemplo. El tanto del triunfo del Girona ante el Rayo Vallecano llegó con medio equipo de Míchel (¡cinco jugadores!) en el área en pos del gol, cual lobos hambrientos. El día 25 el Barça juega en Vallecas y podremos comparar.