En los últimos tiempos han surgido varios grupos políticos de jóvenes bolivianos, que cansados del populismo oficial y también de la inoperancia de la actual oposición, intentan dar voz propia a una amplia gama de posiciones asociadas al liberalismo. Es sin duda loable esta intención de renovar a fondo la escena política del país. Estos sectores se enfrentan a numerosos obstáculos de variada naturaleza.

En primer lugar tenemos la cultura política del autoritarismo, firmemente anclada en la mentalidad colectiva del país. Es una cultura afianzada en siglos de una educación paternalista y verticalista, en prácticas políticas, jurídicas y éticas reñidas con el racionalismo moderno y en la glorificación de lo nacional-popular —la base histórica del autoritarismo— por los intelectuales progresistas.

Por otra parte los jóvenes liberales tienen que lidiar con un partido gubernamental que tiene una larga y exitosa tradición en la manipulación de adherentes y electores. Aunque estas aptitudes están actualmente debilitadas, aún hoy son mucho más desarrolladas y efectivas que las capacidades correspondientes de los jóvenes liberales.

Entre los obstáculos se hallan también las características sociales y los factores internos de los liberales en suelo boliviano. Ya han emergido más de 20 asociaciones liberales, casi todas enemistadas entre sí. No han desarrollado la habilidad de ponerse en la situación del otro, no comprenden la necesidad de alianzas con otros sectores políticos y no se interesan por el ancho mundo. Aunque suene áspero, hay que decir que los liberales tienen, en el fondo, una mentalidad parecida a la generación juvenil que se siente atraída por ideas izquierdistas.

Todos los sectores juveniles comparten una perspectiva general de marcada índole provinciana y pueblerina. Hay que considerar que casi todos los grupos juveniles de este país provienen de estructuras familiares, sistemas escolares, educación superior y aficiones culturales (como la propensión a tomar en serio las simplificaciones y las necedades irradiadas por las redes sociales), que son muy similares entre sí.

Para los progresistas, todos los que no profesan la misma fe revolucionaria son simplemente fachos, mientras que los derechistas sostienen que todos los zurdos son igualmente detestables.

Los jóvenes bolivianos lamentablemente no entienden la riqueza pluralista del pensamiento liberal y menos las variantes que han aparecido en distintos ámbitos geográficos. Ellos solo conocen la Escuela Austriaca, mayormente en la versión simplificada de Murray N. Rothbard (1926-1995), quien es el padre espiritual del anarcocapitalismo, el que, a su vez, ha sido popularizado en el mundo hispanoparlante por Jesús Huerta de Soto.

Se trata de un conglomerado de ideas confusas, pero mezcladas con algunas semiverdades y, sobre todo, con una retórica altisonante, apabullante y destinada a convencer a gente con informaciones limitadas y enormes ansias de soluciones simples. Nihil novum sub sole (Nada nuevo bajo el sol), como se puede leer en el Eclesiastés bíblico.

Entre los liberales bolivianos abundan exbanzeristas y neofalangistas, católicos integristas y fascistas actualizados, que no se atreven a confesar abiertamente su posición y prefieren esconderse bajo el cómodo rótulo de liberales a causa del prestigio del liberalismo en cuanto teoría y como praxis muy exitosa en Europa Occidental, Canadá y otras naciones.

En América Latina, los movimientos liberales recibieron un buen impulso con el triunfo del libertario Javier Milei en las elecciones presidenciales argentinas de fines de 2023. Milei se enfrenta hoy a un Parlamento relativamente adverso y a vigorosa oposición de varios sectores sociales, lo que convierte en incierto el desempeño de su gobierno.

Pero ha tenido un gran mérito: contrarrestar la mentalidad populista, autoritaria, nacionalista y sindical-mafiosa que en los últimos 80 años predomina en Argentina. El 4 de junio de 1943 tuvo lugar un golpe de Estado, de carácter militar y ejecución sangrienta, que depuso al gobierno constitucional del presidente Ramón Castillo y puso fin a un largo periodo liberal-democrático (1862-1943), que, asociado a notables estadistas como Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento y Nicolás Avellaneda, se tradujo en la conocida prosperidad económica y mentalidad cosmopolita de la Argentina que ahora añoran Milei y sus partidarios.

Este régimen autoritario, de tendencia nacionalista e inclinación católico-integrista, tuvo tres presidentes militares débiles y mediocres, lo que facilitó la ascensión del Ministro de Trabajo, el general Juan Domingo Perón, a las instancias decisivas del poder.

Presidente a partir de 1946 y apoyado por las corrientes izquierdistas, Perón instauró un gobierno claramente antiliberal y antipluralista, que conllevó el hundimiento del desarrollo económico y la propagación de un paradigma político populista, demagógico y sindical-mafioso, que se reprodujo en varios países latinoamericanos. Pero pese a todo no se puede pasar por alto la inmensa y persistente popularidad de estos sistemas de encandilamiento colectivo.

Menciono estos aspectos por su vital importancia.

Los jóvenes liberales bolivianos no han desarrollado una estrategia eficiente para enfrentarse al fenómeno del populismo. Pierden tiempo y energías en el estudio de textos de dudosa calidad intelectual y en pugnas improductivas con otros grupos afines, en lugar de preocuparse por los retos realmente serios que el liberalismo democrático tiene que superar en los próximos años, como la exitosa alianza autoritaria constituida por Rusia, China e Irán. Después de todo, la combinación de liberalismo económico con totalitarismo cultural y político —que China representa a cabalidad— parece tener una cierta aceptación de parte de jóvenes que no quieren percibir problemas, sino soluciones simples y fáciles.

QOSHE - Los desafíos de los liberales bolivianos - H. C. F. Mansilla
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Los desafíos de los liberales bolivianos

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15.02.2024

En los últimos tiempos han surgido varios grupos políticos de jóvenes bolivianos, que cansados del populismo oficial y también de la inoperancia de la actual oposición, intentan dar voz propia a una amplia gama de posiciones asociadas al liberalismo. Es sin duda loable esta intención de renovar a fondo la escena política del país. Estos sectores se enfrentan a numerosos obstáculos de variada naturaleza.

En primer lugar tenemos la cultura política del autoritarismo, firmemente anclada en la mentalidad colectiva del país. Es una cultura afianzada en siglos de una educación paternalista y verticalista, en prácticas políticas, jurídicas y éticas reñidas con el racionalismo moderno y en la glorificación de lo nacional-popular —la base histórica del autoritarismo— por los intelectuales progresistas.

Por otra parte los jóvenes liberales tienen que lidiar con un partido gubernamental que tiene una larga y exitosa tradición en la manipulación de adherentes y electores. Aunque estas aptitudes están actualmente debilitadas, aún hoy son mucho más desarrolladas y efectivas que las capacidades correspondientes de los jóvenes liberales.

Entre los obstáculos se hallan también las características sociales y los factores internos de los liberales en suelo boliviano. Ya han emergido más de 20 asociaciones liberales, casi todas enemistadas entre sí. No han desarrollado la habilidad de ponerse en la situación del otro, no comprenden la necesidad de alianzas........

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