Pedro Sánchez se ha largado de viaje oficial a Brasil y Chile (donde gobiernan dos personajes de su cuerda, Lula y Boric) a fin de esfumarse del caso Gómez, Armengol, Torres y asociados, la koldoesfera socialista que se expande sobre sí misma. Sin embargo, se ha llevado la agenda nacional consigo para deslizar en informales charlas con la prensa que le acompaña que ha dado su visto bueno a todo lo que diga Puigdemont en la ley de la amnistía. El prófugo ahora mismo es el MVP de la política española y Sánchez come de su mano. No es la primera vez que el Gobierno depende de los nacionalistas vascos y catalanes, pero nunca se había visto tanta pasividad y tanta sumisión como la de Sánchez con Puigdemont. Pura humillación, "hardcore" extremo.

La categoría de los políticos nacionalistas se mide en función de lo que son capaces de trincar en Madrid, de lo que roban al conjunto de los españoles. Los vasquistas juegan en otra liga, aunque los catalanistas no les iban a la zaga. Pero lo de Puigdemont es de otro nivel, si bien el hombre del maletero no es un fuera de serie de la política. Se equivoca casi siempre. Pudo evitar el estropicio final convocando elecciones autonómicas, pero prefirió dejarse llevar por un tuit de Rufián sobre el artículo 155 y las treinta monedas de plata de Judas. Ahora puede parecer la síntesis de Clausewitz y Sun Tzu, un titán de la táctica política y la estrategia comunicativa, pero Sánchez es como el judoca que aprovecha el ímpetu de su rival para derribarlo.

Y la amnistía es el pasado que Sánchez intenta rescatar para que no se hable del que podría ser el mayor escándalo de corrupción de la historia. Amnistiar a los golpistas es grave, más que indultarlos. Pero más grave aún es lo de las mascarillas. De modo que es lógico que Sánchez prefiera que se hable de la amnistía antes que de su esposa, de Ábalos y de Armengol. En el mejor de los casos, la expresidenta balear, el expresidente canario, el ministro de Interior y la ministra de Hacienda fueron víctimas del timo de la estampita, pobres desgraciados, meros estafados. Menos mal que el dinero era de todos, ¿verdad? Esa es su línea de defensa. Había que conseguir mascarillas a cualquier precio y hubo quien se aprovechó, el típico garbanzo negro, la típica oveja negra, una piedrecita en las lentejas. Ellos no tenían ni idea. No se ocupan de menudencias.

Si Sánchez se ha cargado a Ábalos por haberse fiado de un recomendado de Santos Cerdán, lo que no tiene sentido es que Cerdán, el señor Lobo del PSOE para negociar con Puigdemont, siga en su puesto de secretario de organización de los socialistas y en su cargo de diputado. Si se fuera por partes debería caer primero Cerdán y luego Armengol. En su lugar se han cepillado al secretario general del Consejo Rector de Puertos del Estado, el señor Álvaro Sánchez Manzanares. ¿En serio? ¿El Jeffrey Lebowski de los Puertos del Estado? ¡Qué huevos! Mientras tanto, el presidente Sánchez departe con Lula da Silva sobre la paz mundial.

Pero ojo. En cualquier caso, nada de todo esto tiene la más mínima importancia en comparación con el hecho de que Óscar Puente sea ministro del Gobierno.

QOSHE - ¿Qué es peor, lo de Puente o lo de Puigdemont? - Pablo Planas
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¿Qué es peor, lo de Puente o lo de Puigdemont?

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07.03.2024

Pedro Sánchez se ha largado de viaje oficial a Brasil y Chile (donde gobiernan dos personajes de su cuerda, Lula y Boric) a fin de esfumarse del caso Gómez, Armengol, Torres y asociados, la koldoesfera socialista que se expande sobre sí misma. Sin embargo, se ha llevado la agenda nacional consigo para deslizar en informales charlas con la prensa que le acompaña que ha dado su visto bueno a todo lo que diga Puigdemont en la ley de la amnistía. El prófugo ahora mismo es el MVP de la política española y Sánchez come de su mano. No es la primera vez que el Gobierno depende de los nacionalistas vascos y catalanes, pero nunca se había visto tanta pasividad y tanta sumisión como la de Sánchez con Puigdemont. Pura humillación, "hardcore" extremo.

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