Ya sale el humo negro desde la chimenea de la Moncloa y Sant Jaume, ya tenemos gobierno en la iglesia sanchista y los parroquianos de este nuevo Benedicto XIII están exultantes. Aunque, realmente, aparte de saber que seguirán en sus puestos de trabajo o que sus votados seguirán gobernando, no saben muy bien qué va a pasar, ¿se romperá España? ¿Se romperá el gobierno? En pocos meses sabremos, aunque mi apuesta es que España siempre sobrevive y los gobiernos siempre fenecen. Pero, qué ha pasado en estas semanas y qué debería a mi juicio hacer la Oposición son dos cuestiones que ahora resultan de mi interés.

Son tiempos en los que la discrepancia es honrosa, en los que mantenerse en las ideas y en los principios es casi heroico. Los que han obrado sin atenerse a las instrucciones del Secretario General demuestran que el espíritu crítico, que la dialéctica, que los valores están por encima de los intereses de gobernar sea como sea. Por encima de gobernar se hallan los principios de estabilidad, futuro, diálogo y sometimiento a la palabra dada. Y esto es lo que defienden los que no se adhirieron a la propuesta del nuevo Jim Jones. La diferencia entre la dictadura y la democracia es que en la primera se pueda prometer una cosa y hacer la contraria, en la segunda es una inmoralidad perder el compromiso y la palabra dada.

España sufrió la cantinela fascista de que saltarse las leyes y las instituciones por España era legítimo y ¡cuántos muertos se llevó esta tragedia! ¿Qué más da cuántas leyes o derechos se infrinjan? No hay diferentes violaciones de la ley, y una vez se comete la primera, la historia nos enseña que nunca es la última. Todas se justificarán en el interés general. No podemos olvidar que la teoría de que el fin justifica los medios constituye la mayor aberración que se puede cometer en política. Al menos estaremos de acuerdo en que la amnistía no tiene sustento legal. Que sea conveniente ya es otro cantar, pero no dejemos que nos tomen el pelo.

Los militantes que no han votado SÍ a una pregunta que parece sacada de un examen teórico del carnet de conducir, son unos hombres y mujeres honrados. También estoy convencido de que muchos compañeros que han avalado la propuesta de Puigdemont y Sánchez lo hicieron por el empleo, por no significarse, o porque simplemente han perdido el espíritu crítico y solo saben asentir y aplaudir. Por supuesto, otros muchos lo habrán hecho convencidos de que esto es por el bien de España, aunque no hay ninguno de ellos que no sea consciente de la tropelía que se está cometiendo. Ya decía Camus que "el bienestar del pueblo siempre ha sido la excusa de los tiranos". Él, que entendió perfectamente el fascismo y el comunismo, hubiera alzado su voz comprometida ante esta nueva justificación de la barbarie.

Esta consulta trampa, con los acuerdos ya ultimados hace meses, resultaba prescindible. Sánchez solo consulta lo que sabe que va a ganar. La pertenencia al colectivo, al partido, al clan se vuelve más importante que el espíritu crítico o los valores que se suponen y este es un drama de nuestros tiempos que se esparce por toda la sociedad. También tengo la seguridad de que si la pregunta hubiera sido pactar con Vox, el resultado no hubiera sido muy diferente.

Sabemos que todo obedece a un plan pactado hace meses, justo al convocarse elecciones. Si no hubiera tenido entonces la seguridad, Sánchez, de que este pacto iba a ser posible, no hubiera convocado elecciones anticipadas, así que el anterior gobierno ya negociaba con el prófugo el futuro de España. Esa ruta implicaba ocupar todas las instituciones claves para dar apariencia de legalidad a la burda ilegalidad que nos quieren introducir por el orto. Y ya señalaba muy atinadamente Salvador de Madariaga que el déspota siempre busca el medio de destruir las instituciones, para lo cual solo basta con someterlas a su voluntad. La hoja de ruta ya estaba en marcha hace tiempo. Siguiendo a Julio César, esto no puede acabar bien: "Si tienes que infringir la ley, hazlo para tomar el poder, si no es el caso, observa la ley".

Los votantes socialistas desde 1977 se han guiado por tres grandes señas de identidad: la solidaridad con los que menos tienen, con las clases más humildes, con los desposeídos, con los inmigrantes, porque nosotros un día lo fuimos —por eso defienden una redistribución de las rentas, preconizaban la igualdad de todos, lo que supone tratar de forma más favorable al más desfavorecido, sea una persona, un colectivo o una comunidad autónoma—; el internacionalismo, esa vocación de solidaridad mundial; y el europeísmo, abrazando el marco cultural, moral y de derechos individuales y colectivos y la protección de las minorías de toda condición que abarca la pertenencia a la Europa Occidental.

Lo que no entendemos de esta sinrazón es que el socialismo nunca puede ser nacionalista, no debe confabularse ni compadrear con el nacionalismo, es su mayor enemigo y es lógico que lo sea. Ya señalaba Hans Kelsen que "la ideología estatal de las dictaduras burguesas es el nacionalismo", sea cual sea su naturaleza.

Podríamos entender todo esto si el PSOE hubiera ido a las elecciones con el mismo relato que ahora nos pretende vender. O bien podría haber pactado el indulto, o bien pactar una consulta nacional. No son los objetivos los que invalidan los pactos, es la ilegalidad intrínseca que conllevan los medios empleados la que constituye la raíz del problema.

Todo esto fenece con estos pactos que premian a la región rica frente a la pobre, al gastador frente al ahorrador. Ya tenemos a nuestro hijo pródigo. Estos pactos justifican con la amnistía el delito cometido desde las instituciones: la sedición y la malversación del dinero de todos. Y no olvidemos que ya señalaba Saint Just que el peor enemigo que puede tener un pueblo es su propio gobierno, porque significa el fin de las democracias. La amnistía significa que los secesionistas obraron bien y el gobierno de España, incluida la Corona, mal. Es así, no cabe otro relato.

Parece ser que existen dos causas para justificar este asalto a la ley: impedir que gobierne la derecha, obviando que el elemento primario de que la democracia es la alternancia —saltarse la ley para que no gobiernen los otros apesta—; y lo muchísimo que supuestamente va a progresar España y la clase trabajadora gracias al nuevo gobierno. Ya veremos si tanto beneficio justificó la dimensión del dislate, aunque no soy muy optimista al respecto.

No es fácil rebelarse como lo ha hecho una parte de la militancia. Ellos no han renunciado ni deben hacerlo a sus ideas socialistas, no han traicionado ninguno de sus ideales y una inmensa mayoría de votantes socialistas les reconocen y valoran su fidelidad a los principios. Sánchez fracasará y un día se desvanecerá con toda su cohorte. Entonces habrá que reconstruir otra vez España, como en 1977, y deberemos ser todos, bajo el liderazgo de la Corona y del Parlamento reconstituido en su función primaria, los que creemos en este proyecto constitucional, los que volvamos a ponernos de acuerdo dejando atrás la pesadilla y mirar al futuro común de España.

No ha saltado la sorpresa en Las Gaunas, desde el día que la derecha no sumó en las elecciones sabíamos que no gobernaría. Por eso se puede decir que los errores cometidos desde las autonómicas a las generales por la derecha nos han llevado a esta situación. Pero ahora hay gobierno de España, aunque sea el que menos nos guste, el peor posible. Toca activar los mecanismos del sistema político: hacer oposición y defender la Constitución desde las Instituciones. No vamos a conseguir nada en las calles por mucho que apetezca. Es igual que salgan a la calle un millón o cinco millones, nada va a cambiar, porque el momento de haber expresado la oposición mayoritaria terminó el pasado julio. La oposición deberá ser crítica, perseguir en todas las instancias la ilegalidad, recordar que no es posible acordar nada con quien vulneró los principios, pero sin olvidar que forma parte esencial del sistema democrático y que todos debemos empujar este carro llamado a España al mejor destino posible, aunque sea con el peor gobierno.

El Partido Popular debe liderar este proceso, mantener su independencia ideológica, ser el partido que un día gobernará España. Otros querrán mantener la tensión, acentuar las diferencias, buscar males en todo lo que nos rodea, no debe ser el camino de Feijóo.

En dos años todo el gobierno habrá saltado por los aires, ya se encargarán Puigdemont y los secesionistas de ello. No han hecho otra cosa en la historia de España y volverán a enterrar al gobierno. Será entonces cuando el PSOE vendrá a requerir del PP por el retorno a la Constitución. Y como la experiencia acredita, mandará todo el acuerdo con los independentistas a la mierda. Es lo que pasa cuando entre pillos anda el juego.

QOSHE - Fumata negra - Enrique Navarro
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Fumata negra

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09.11.2023

Ya sale el humo negro desde la chimenea de la Moncloa y Sant Jaume, ya tenemos gobierno en la iglesia sanchista y los parroquianos de este nuevo Benedicto XIII están exultantes. Aunque, realmente, aparte de saber que seguirán en sus puestos de trabajo o que sus votados seguirán gobernando, no saben muy bien qué va a pasar, ¿se romperá España? ¿Se romperá el gobierno? En pocos meses sabremos, aunque mi apuesta es que España siempre sobrevive y los gobiernos siempre fenecen. Pero, qué ha pasado en estas semanas y qué debería a mi juicio hacer la Oposición son dos cuestiones que ahora resultan de mi interés.

Son tiempos en los que la discrepancia es honrosa, en los que mantenerse en las ideas y en los principios es casi heroico. Los que han obrado sin atenerse a las instrucciones del Secretario General demuestran que el espíritu crítico, que la dialéctica, que los valores están por encima de los intereses de gobernar sea como sea. Por encima de gobernar se hallan los principios de estabilidad, futuro, diálogo y sometimiento a la palabra dada. Y esto es lo que defienden los que no se adhirieron a la propuesta del nuevo Jim Jones. La diferencia entre la dictadura y la democracia es que en la primera se pueda prometer una cosa y hacer la contraria, en la segunda es una inmoralidad perder el compromiso y la palabra dada.

España sufrió la cantinela fascista de que saltarse las leyes y las instituciones por España era legítimo y ¡cuántos muertos se llevó esta tragedia! ¿Qué más da cuántas leyes o derechos se infrinjan? No hay diferentes violaciones de la ley, y una vez se comete la primera, la historia nos enseña que nunca es la última. Todas se justificarán en el interés general. No podemos olvidar que la teoría de que el fin justifica los medios constituye la mayor aberración que se puede cometer en política. Al menos estaremos de acuerdo en que la amnistía no tiene sustento legal. Que sea conveniente ya es otro cantar, pero no dejemos que nos tomen el pelo.

Los militantes que no han votado SÍ a una pregunta que parece sacada de un examen teórico del carnet de conducir, son unos hombres y mujeres honrados. También estoy convencido de que muchos compañeros que han avalado la........

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