Sublime artificial: supervivencia en el caos
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España es un país acomodado en una cierta prosperidad neoliberal (hasta que las condiciones reales de vida y de trabajo se degraden un poco más) y protegido en el regazo europeo. Es un lugar donde el artista se disuelve en la autosatisfacción narcótica o en el tedio de la espera de una proyección internacional. En cambio, México, desde aquí, aparece como el lugar del conflicto, del crecimiento traumático, el escenario operístico en el que se desarrolla esa obra definitiva y total que parece ser la globalización. No es extraño, pues, que de México nos llegue un arte cuya potencia y contradicciones están causando gran interés. Es cierto que detrás de este auge hay una voluntad, por parte de ciertos estamentos, de promover el arte mexicano que pueda participar significativamente en los circuitos del arte contemporáneo internacional, a la manera de los Young British Artists. Pero es igualmente cierto que esta voluntad debe luchar también contra las tentaciones reaccionarias del indigenismo, así como de una falsa iconoclastia provocadora muy al gusto de algunos timoratos en Estados Unidos e incluso en Europa. De hecho, hemos visto últimamente trabajos que no estaban a la altura, que hacían del histrionismo la caricatura de las contradicciones actuales de México, como arma retórica ingenua y de eficacia discutible. Sublime artificial tiene la virtud de mostrar trabajos artísticos que responden a una confrontación dialéctica con el contexto real en el que se generan. Eduardo Pérez Soler, comisario de la exposición, mexicano afincado en Barcelona, nieto de exiliados catalanes durante la Guerra Civil, se encuentra en situación privilegiada para aprehender y mostrar la........





















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