Las masivas manifestaciones convocadas por el PP el pasado domingo pusieron sobre la mesa la enorme división que existe en la sociedad española respecto a los acuerdos que ha alcanzado Pedro Sánchez para su investidura como presidente.

Si algo prueban estas movilizaciones es que semejantes pactos nunca se deberían haber tomado sin un consenso adecuado entre los dos grandes partidos del Estado. O, por lo menos, sin una mayoría más cualificada que la que tiene actualmente el PSOE junto al resto de formaciones nacionalistas, más Sumar.

Solo desde la militancia o desde el rechazo que a muchos socialistas les produce la derecha se puede apoyar una amnistía que claramente deja a España a la altura de una república bananera, en la que se disfraza de interés general lo que es clarísimamente un interés particular. Obviamente, jamás existiría tal amnistía si no estuviéramos ante un quid pro quo como una casa. Se trata de una confluencia de intereses personales, especialmente entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont.

La maniobra está prácticamente cerrada. Y hay que prepararse para tragar el sapo de ver al expresidente de la Generalitat llegar a nuestro país riéndose de todos los españoles, que es lo que está haciendo en los últimos días desde Bélgica.

Pero el problema empieza a no ser tanto cuándo llegará Puigdemont, sino cuál va a ser el devenir social y político en España. Hay que suponer que la crispación en la calle Ferraz se irá disolviendo ella sola, pero la calentura política no va a bajar ni un solo grado.

Pedro Sánchez se malicia (ayer se regodeó en ello en la sesión de investidura) de que el PP solo puede pactar con Vox, y que por eso se encuentra en la situación en la que se halla ahora mismo, aislado ante un grupo de partidos heterodoxos. Dice que los de Feijoo son incapaces de llegar a acuerdos con nadie más que la ultraderecha. Pero a este argumento podríamos darle la vuelta y concluir que el PSOE es incapaz de dialogar con el partido más votado de España, que solo se entiende con la extrema izquierda y con los nacionalismos, que vienen siendo partidos prácticamente antisistema que intentan reventar las costuras de un país que no les gusta nada.

La falta de entendimiento entre los dos grandes partidos que ayer se puso de manifiesto la está pagando España, que gasta casi todas sus energías en una eterna guerra de trincheras.

Pedro Sánchez va a ser el presidente. Y, por tanto, sobre él recae la responsabilidad de tener que tender puentes, en lugar de dinamitar la relación con sus adversarios. Lo mismo que de él es la responsabilidad de gobernar y él ha sido quien ha decidido sacar adelante la amnistía; es él, y no Feijoo, quien tiene que hacer lo posible para recomponer algo que hoy parece inviable: tener aunque sea una relación institucional con un partido al que han votado más de ocho millones de personas.

Mientras no se normalicen estas relaciones, seguiremos viviendo en un país que avanza con el freno de mano puesto.

QOSHE - Una amnistía sin consenso: un desastre - Fernando Hidalgo
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Una amnistía sin consenso: un desastre

7 25
16.11.2023

Las masivas manifestaciones convocadas por el PP el pasado domingo pusieron sobre la mesa la enorme división que existe en la sociedad española respecto a los acuerdos que ha alcanzado Pedro Sánchez para su investidura como presidente.

Si algo prueban estas movilizaciones es que semejantes pactos nunca se deberían haber tomado sin un consenso adecuado entre los dos grandes partidos del Estado. O, por lo menos, sin una mayoría más cualificada que la que tiene actualmente el PSOE junto al resto de formaciones nacionalistas, más Sumar.

Solo desde la militancia o desde el rechazo que a muchos socialistas les produce la derecha se puede apoyar una amnistía que claramente deja a España a la altura de una república bananera, en la........

© La Voz de Galicia


Get it on Google Play