Lloyd J. Austin III es el secretario de Defensa de los Estados Unidos. Entre los años 2013 y 2016 fue el jefe del Comando Central de los Estados Unidos, desde donde supervisó directamente la lucha contra el Estado Islámico en Irak. Allí se ganó el sobrenombre de “general invisible” por su alergia a relacionarse con los medios de comunicación.

El secretario de Defensa Lloyd Austin

Ahora esa invisibilidad le ha jugado una mala pasada. Austin tardó tres días en informar a la Casa Blanca de su ingreso en el área de cuidados intensivos de un hospital por una infección derivada de la cirugía a la que había sido sometido para corregirle un cáncer de próstata. El Pentágono investiga si el comportamiento del militar y de su entorno (sus ayudantes dieron hasta tres versiones diferentes para ocultar dónde estaba) se ajusta a los procedimientos que regulan estas situaciones.

Austin fue discreto. Tanto, que la persona que llamó desde su domicilio al 911 para pedir una ambulancia rogó que el vehículo no usara “las luces y las sirenas” para no alarmar al vecindario. “Mmm, estamos tratando de ser un poco discretos” se escucha en la grabación de esa llamada.

Comunicar que se padece una enfermedad grave no es fácil. Es un tabú que las generaciones más jóvenes han empezado a romper. En el ámbito empresarial, donde la retención de información es un atributo del poder, la admisión de una patología grave es percibida como signo de fragilidad. Sobre todo si esa persona ocupa un alto cargo, esa zona en la que la capacidad de gestión se confunde con la fortaleza física. En la cultura militar de la que procede Austin, un general de cuatro estrellas, la identificación entre buen estado de salud y liderazgo es todavía más exagerada.

La patología que ocultaba Austin, un hombre de 70 años, es más significativa si se considera que las dolencias de próstata son identificadas a veces con la llegada de la senectud. Aunque eso no debería ser un contratiempo para el militar si se considera que su superior inmediato en el cargo, Joe Biden, tiene 81 años.

Estados Unidos discute hoy si un hombre tan discreto es la persona adecuada para dirigir la política de guerra del país en un momento tan complejo como el actual. Para Lloyd Austin, la lección es amarga: cuando te descubren escondiendo la verdad, lo que estás revelando es debilidad.