Leopoldo Ortega-Monasterio es un psiquiatra sabio, de buena pluma y buen humor, que alegra el final de reuniones cantando, guitarra en mano, coplas de la vieja tuna. Después de la cena nos agració con unas nostálgicas Violetas imperiales. Sentado y mientras remueve su café, me pregunta: “¿Quién crees tú que ha sido el personaje más importante de Catalunya?”. Discreta provocación hacia quien sabe que no tiene una buena respuesta. Dudo unos momentos y por amistad resuelvo: “Jaume I el Conqueridor”. Reacción de sorpresa de nuestro anfitrión. “¿Por qué?”. Improviso: “Fue el mejor monarca de la Corona de Aragón y el primero en conseguir lo más difícil: la realeza. Quiero decir: fue un gran estadista”.

No es una confesión de simpatía, sino un intento de reconocer los hechos. Probablemente ha sido el “rei don Jacme” el catalán con más influjo y resonancia internacional y el primer gran ordenador de la política, las instituciones y, de paso, la cultura de los territorios de habla catalana. Otra cosa es que la ambición de poder y las armas lo sustentaran. Fue temido, pero no odiado. Guerreó y echó a los musulmanes, pero respetó a los judíos, frenó a la acre nobleza y supo pactar con Castilla, Francia y el Papa. Coexistió nada menos que con Fernando el Santo, Alfonso X el Sabio, san Luis de Francia y el papa Gregorio X.

Un texto sobre Ramon Llull

Fría expresión de Ortega-Monasterio, que sigue: “¿Y, en segundo lugar, qué otro gran catalán?”. Ahí no hay duda: “Ramon Llull”. Sabio e inspirador de sabios. Todos reconocen su rigor y lucidez. “Claro”, asiente nuestro comensal.

“¿Y en tercer lugar?” Respuesta: “Quizás Ildefons Cerdà”. El gran ingeniero de la urbe moderna y de ideas avanzadas para su época. La siguiente pregunta nos coge más desprevenidos: “¿Y Jordi Pujol?”. Arriesgamos: “Pasará a la historia por la obra hecha, muy importante. Lo demás se recordará menos”. Sigue el psiquiatra amigo: “¿Su ideología…?”. Fue un nacionalismo para una época y situación concretas, sin continuidad ya. Tras un silencio, el autor de Un ensayo sobre la maldad arranca con otra canción tunera: “Desde Santurce a Bilbao / vengo por toda la orilla…”