Existe un creciente riesgo de cese del apoyo de Occidente a Ucrania en su guerra con Rusia. Si bien la Unión Europea aprobó in extremis 50.000 millones de euros para contribuir al esfuerzo bélico ucraniano tras vencer la oposición del líder húngaro prorruso, Viktor Orbán, el Senado norteamericano bloqueó el pasado miércoles un importante paquete de asistencia financiera a ese país. Para unos, el conflicto ya dura demasiado tiempo y ha llegado el momento de que pase a un segundo plano de la agenda, mientras que otros aspiran a obtener réditos políticos internos y externos de su oposición a las ayudas.

Ese panorama de incertidumbre se ve acentuado por un fenómeno de enorme trascendencia global: las elecciones a la presidencia de Estados Unidos el próximo noviembre. A la vista de la obstrucción por parte de los senadores republicanos de los fondos para Ucrania solicitados a la Cámara Alta por la Administración Biden, todo indica que una victoria de Donald Trump se traduciría con casi total seguridad en el fin del respaldo económico y militar estadounidense al Gobierno de Kyiv y en forzarle a cerrar un acuerdo de paz, cuyo resultado sería la consolidación de las ganancias territoriales obtenidas hasta la fecha por Putin.

Los principales argumentos empleados para justificar el abandono del apoyo a Ucrania son tres: primero, el fracaso de la contraofensiva ucraniana del 2023 muestra su imposibilidad de ganar la guerra; segundo, la incapacidad rusa de derrotar a su vecino refleja su debilidad militar y, en consecuencia, no existe riesgo alguno para la seguridad de los países fronterizos con Rusia, y, tercero, Occidente malgasta sus recursos. Estos habrían de emplearse a escala nacional para impulsar la recuperación de la economía y, en el ámbito exterior, para contener al verdadero enemigo del mundo occidental, China. Esas tres objeciones tienen un frágil fundamento.

La tesis según la cual se ha producido un estancamiento del conflicto es incierta. Las guerras son dinámicas y no han de contemplarse de forma estática. Ese dinamismo se ve con claridad en el mar Negro, donde los ucranianos han provocado el colapso total de las operaciones militares rusas. Han roto el bloqueo a las exportaciones de grano ucraniano a los mercados mundiales, una fuente crítica de ingresos para el país, y han cercenado de manera significativa la capacidad rusa de lanzar misiles balísticos desde el mar contra su territorio. Ucrania está ganando de manera clara la guerra naval.

La falta de éxito de su contraofensiva terrestre tiene una explicación: los retrasos por parte de Estados Unidos y de sus aliados­ en la entrega al ejército ucraniano de armas avanzadas clave, como tanques y misiles de largo alcance. Esto permitió a los rusos fortificar y minar todos los territorios ocupados. Esta situación, obviamente, no es irreversible.

Sin embargo, el mantenimiento de la ayuda occidental a Ucrania trasciende al campo de batalla. Tiene un alcance de mayor relevancia de cara al futuro. En primer lugar, subrayaría el compromiso de EE.UU. con la defensa del derecho internacional y del orden liberal. Esto enviaría una poderosa señal a las potencias revisionistas cuyo objetivo es destruir ambos; aumentaría la credibilidad y la efectividad disuasoria de EE.UU. en un momento de inestabilidad mundial y contrarrestaría también la campaña de propaganda sobre su decadencia y el repliegue del liderazgo global realizada por los estados autocráticos.

En segundo lugar, la persistencia del apoyo a Ucrania transmitiría un mensaje de confianza a los aliados de EE.UU., proporcionándoles seguridad en un escenario mundial tan inestable y volátil como el actual. Si se sienten desprotegidos, tenderán a adoptar políticas de seguridad independientes (peligro de una proliferación de armas nucleares y de carreras armamentistas regionales) o buscarán fórmulas de apaciguamiento con las potencias enemigas de Occidente.

Cualquiera de esas dos alternativas no beneficia en nada al país americano. Por añadidura, si EE.UU. corta la ayuda a Ucrania, socavaría el esfuerzo bélico europeo. La UE no tiene capacidad ni probable­mente voluntad de sostener en solitario la causa ucraniana. Además­, una retirada norteamericana del conflicto fortalecería la posición de los estados y partidos del Viejo Continente simpati­zantes de Rusia y partidarios de una política de apaciguamiento hacia ella.

Por último, abandonar a Ucrania incitaría a Rusia a emprender nuevas aventuras. Si Putin no es derrotado en el campo de batalla ahora, costará mucho más disuadirle y defenderse de agresiones rusas en el futuro. Asimismo, otras potencias revisionistas tendrán muchos incentivos para embarcarse en acciones expansivas, léase China-Taiwán.

El conflicto ruso-ucraniano es la primera gran guerra caliente de la nueva guerra fría. El Kremlin y Pekín lo tienen claro y sería dramático que Estados Unidos dejase de percibir esa realidad. En su visita a un hospital militar el pasado enero, Putin declaró: “Lo importante no es que ellos (Occidente) estén ayudando al enemigo. Ellos son nuestro enemigo”.

QOSHE - Abandonar a Ucrania es un error - Lorenzo Bernaldo De Quirós
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Abandonar a Ucrania es un error

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10.02.2024

Existe un creciente riesgo de cese del apoyo de Occidente a Ucrania en su guerra con Rusia. Si bien la Unión Europea aprobó in extremis 50.000 millones de euros para contribuir al esfuerzo bélico ucraniano tras vencer la oposición del líder húngaro prorruso, Viktor Orbán, el Senado norteamericano bloqueó el pasado miércoles un importante paquete de asistencia financiera a ese país. Para unos, el conflicto ya dura demasiado tiempo y ha llegado el momento de que pase a un segundo plano de la agenda, mientras que otros aspiran a obtener réditos políticos internos y externos de su oposición a las ayudas.

Ese panorama de incertidumbre se ve acentuado por un fenómeno de enorme trascendencia global: las elecciones a la presidencia de Estados Unidos el próximo noviembre. A la vista de la obstrucción por parte de los senadores republicanos de los fondos para Ucrania solicitados a la Cámara Alta por la Administración Biden, todo indica que una victoria de Donald Trump se traduciría con casi total seguridad en el fin del respaldo económico y militar estadounidense al Gobierno de Kyiv y en forzarle a cerrar un acuerdo de paz, cuyo resultado sería la consolidación de las ganancias territoriales obtenidas hasta la fecha por Putin.

Los principales argumentos........

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