Miguel López, añorado activista cultural coruñés conocido en X como El Hematocrítico, definía de forma magistral Galicia en un tuit. Bajo el lema “Resume Galicia”, una foto de un poste indicador en una calle con las inscripciones: “Cementerio”, “Campo de fiestas”, “Campo de fútbol” y “Tanatorio”. Fiesta y ocio y envejecimiento y muerte. Pero él mismo, prematuramente desaparecido este pasado noviembre, lo desmentía con la incansable difusión de todo lo que pasa y se crea en Galicia. Todo tocado, eso sí, por el espíritu de disfrutar de la vida y la certeza de ser una sociedad antigua y envejecida.

No todos entienden Galicia, una frase que podríamos repetir catalanes, vascos, valencianos, andaluces… La podríamos reformular diciendo que desde la olla ardiente madrileña, muchos políticos, periodistas o turistas nos ven al resto como un montón de postales antiguas y amarillentas. Hace cerca de 15 años que, por temas familiares, la visito mucho. Y aún no entiendo ni la mitad. ¿Cómo se tomarán los gallegos, sean de interior en Ourense o Lugo, los de las rías, los de las capitales o los que viven de la riqueza industrial y portuaria de Vigo, los mensajes de esta campaña electoral disparatada?

El PSOE paseó a su superhéroe: Pedro Sánchez, todo sarcasmo y autodefensa. El PP llevó a la lideresa madrileña, Isabel Díaz Ayuso, la máquina de tuits, exageraciones y tópicos, aunque nada tengan que ver con la degradación de la sanidad y la escuela, la contaminación y la lenta muerte de la pesca, el abuso de parques eólicos sobre el paisaje, el envejecimiento de la población y la caída de la natalidad, la emigración que sigue robando su talento… Los que hacen aspavientos por el aumento en las encuestas del BNG liderado por Ana Pontón deberían escucharla, porque esos son justamente los temas de los que habla.

Esta noche sabremos qué han escuchado y entendido los gallegos, que muchos querrían aún cubiertos con una boina y calzando zuecos, paraguas en mano. Intuición: en Madrid alguna podría estar tentada de decir que llegó demasiado tarde o que poco se podía hacer para arreglar el desastre.