Durante el difícil trance de la historia de Chile que luego fue llamado “anarquía” (1823-1831) y que en parte coincidió con el de los “ensayos constitucionales”, precisamente porque se ensayaban nuevas constituciones que iban fracasando una tras otra, el escritor José Joaquín de Mora hizo de principal redactor de una de ellas, la que para algunos fue la primera que logró cierta estabilidad bajo el nombre que le dio el año de 1828. Esta Carta fue modificada por la de 1833, la que sí logró consolidarse, permaneciendo casi cien años y batiendo un récord entre las más longevas del mundo.

Sin embargo, ese redactor de una constitución tan importante, escribió en su libro “Leyendas españolas”, uno de esos poemas políticos típicos de entonces y que decía que la constitución era a veces algo peor que un “folleto”: era “una caja de Pandora”.

En aquellos tiempos los enemigos de las constituciones las motejaban de “folletos”, o sea, documentos perfectamente inservibles. Pero, en aquel poema pesimista, el redactor de nuestra Constitución admitía que además eran nocivas. Al igual que con la caja del mito, las constituciones estarían repletas de incertidumbres que son perjudiciales. La caja de malas sorpresas no habría que abrirla nunca, y una vez abierta, cerrarla a toda costa.

Que esta advertencia nos la haya legado el escritor de una de nuestras constituciones más progresistas debiera hacernos pensar sobre la necedad. ¿Por qué desatendemos estos consejos que vienen del pasado? ¿Nos creemos muy inéditos, o sea, libres de todo lo que ha sido el universo hasta este presente segundo?

Tal vez, como escribió el amargado Emil Cioran, “siempre se mata demasiado tarde”, que podemos edulcorar traduciendo que los aprendizajes nunca llegan a tiempo. Llegan cuando ya son un poco inútiles.

La cosa es que las cajas de Pandora, como los pecados originales, son acontecimientos que debiesen tener lugar una sola vez en la historia. Parece que en eso consiste el éxito político. Andar repitiéndolos para que salgan esta vez mejor tiene algo de tanta soberbia como de excesivo ridículo. Las máquinas políticas del tiempo, aquellas que viajan al pasado a remover la tierra con el fin de que el futuro resulte óptimo, a menudo terminan por empeorarlo. La razón que esgrimen es siempre la misma: que la política debe renovar los fundamentos sobre los que se levanta el edificio social. Y bueno, el edificio ya está erigido, demolerlo no es una opción y, por lo tanto, cualquier impertinencia en sus cimientos necesitará de un arte (tekné) que manejan pocos.

En el previsible momento que nos hallamos, todos prometen cerrar la caja de Pandora. Algunos manteniendo la Constitución vigente (que por sus reformados quórums ya no es la que conocimos) y otros con una nueva (que tendrá que estabilizarse gracias a su futura jurisprudencia). En suma, habernos por fin topado con la advertencia de José Joaquín de Mora habla muy bien de nosotros, pero mucho mejor de él.

Por Joaquín Trujillo, investigador CEP

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Columna de Joaquín Trujillo: Cerrar la caja

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06.12.2023

Durante el difícil trance de la historia de Chile que luego fue llamado “anarquía” (1823-1831) y que en parte coincidió con el de los “ensayos constitucionales”, precisamente porque se ensayaban nuevas constituciones que iban fracasando una tras otra, el escritor José Joaquín de Mora hizo de principal redactor de una de ellas, la que para algunos fue la primera que logró cierta estabilidad bajo el nombre que le dio el año de 1828. Esta Carta fue modificada por la de 1833, la que sí logró consolidarse, permaneciendo casi cien años y batiendo un récord entre las más longevas del mundo.

Sin embargo, ese redactor de una constitución tan importante, escribió en su libro “Leyendas españolas”, uno de esos poemas políticos típicos de entonces y que decía que la........

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