Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.

En días pasados La Silla Vacía publicó un artículo llamado “El tecnócrata colombiano: así es la élite que mantiene el status quo”, de Jenny Pearce y Juan David Velasco, basado en un libro que está por publicarse.

Es un texto interesante y con varios aciertos al caracterizar el trabajo de la tecnocracia colombiana. Se debe aclarar que esa tecnocracia no se originó hace dos décadas, pues su trayectoria se remonta a los años sesenta, e inclusive a la labor precursora de Esteban Jaramillo, cien años atrás.

Al respecto, cito a Mariano Tommasi, un académico argentino, que hace unos años dijo que conocía más economistas en el gobierno colombiano que en el de su país. Con eso enfatizaba que un grupo numeroso de técnicos colombianos bien entrenados se quedan trabajando en el país y en el gobierno, con ética de servicio y mística por lo público.

También es de recordar que desde las multilaterales de Washington D.C., los mercados financieros de Wall Street, Londres y Asia, así como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) en París reconocen a los técnicos colombianos como consistentemente competentes a través de sucesivos gobiernos, entrenados en análisis sofisticados, basado en evidencia empírica y comprometidos con resultados. En suma, la llamada tecnocracia es un inmenso activo del país.

El artículo de Pearce y Velasco deja un sabor de que la tecnocracia ha sacrificado lo social por lo económico y no ha atendido los problemas más apremiantes de Colombia.

Sin haber leído el libro, pues lo pedí y me dicen que sale a mitad de 2024, cumplo con el deber de llamar la atención de los autores y los lectores, pues se omite una parte clave de la historia reciente de políticas públicas, de la que también son responsables los técnicos que ellos critican. En particular:

El artículo de Pearce y Velasco no reconoce como es debido las batallas y el trabajo de los técnicos. Parecería como si ser técnico en el Estado fuera un trabajo fácil de personas con máster y doctorado.

Las personas que acceden a trabajos de dirección en los ministerios pasan los siguientes cinco a diez años respondiendo a investigaciones de la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía. La motivación de esas investigaciones muchas veces es antitécnica y malintencionada. Es fundamental poner estas cosas en el otro platillo de la balanza en la que Pearce y Velasco quieren sopesar el trabajo de los técnicos del país.

Los autores olvidan mencionar también que cuando los economistas progresistas-heterodoxos dominaron la economía entre 1994 y 1998 crearon la peor crisis macroeconómica del siglo XX desde la gran depresión. Entre 2022 y 2024 han llevado a la economía a un estado comatoso y, de aprobar sus reformas de desconstrucción y mantener su agresividad frente a los empresarios y a sectores clave como salud, energía eléctrica, petrolero y minería pueden crear para 2026 una grave crisis fiscal, macroeconómica y social.