Es tal la riqueza de nuestro idioma que es una delicia reflexionar sobre las posibilidades interpretativas de cada una de nuestras palabras. Les confieso mi fascinación por la conjunción adversativa «pero». ¿Por qué? Pues porque si tras una rotunda afirmación añades un «pero» puede llegar a negarla, sin parecer tan ofensivo como si soltaras una burrada a bocajarro. El «pero» es en el lenguaje como los números enteros de distinto signo en matemáticas (Un 1 negativo y un 1 positivo dan un resultado 0). Es decir, afirmar una cosa y añadir un «pero» puede originar la negación de lo afirmado sin sonrojar a quien lo hace. Claro que esta finura lingüística está tan manoseada que ya no engaña a nadie. Por ejemplo:

-Yo no soy racista, pero no me negarás que esos negros no son como nosotros.

-Yo no tengo nada contra los homosexuales, hasta tengo amigos, pero está claro que normales no son.

-Juan dio una paliza a Juana. No voy a defenderlo, pero seguro que algo le habrá hecho.

-Dos tipos han violado a una joven, pero claro, según el juez no se resistió bastante y además vestía muy provocativa.

Si el uso del «pero» puede resultar exasperante en la conversación cotidiana en la vida política termina siendo de un cinismo escabroso. Recurriré a un ejemplo reciente. El superlíder de la ultraderecha española, Santiago Abascal, tan proclive a los excesos verbales como escaso en las ideas, se fue a la Argentina a la toma de posesión de su nuevo presidente, Javier Milei, experto en motosierras aunque aprendiz en gobiernos. En la pasión por asemejarse al nuevo héroe de la ultraderecha, Abascal se explayó soltando: «habrá un momento en que el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez». La evocación de la violencia contra el líder fascista y dictador italiano Benito Mussolini y su amante Claretta Petacci colgados boca abajo en la viga de una gasolinera de la plaza Loreto de Milán, tras ser asesinados, vino a la mente de todos.

Ni la guillotina francesa ni estas vejaciones me han gustado nunca pero desear ese final a un presidente democrático de mi país, se llame Sánchez, Aznar, González o Rajoy es, sin «pero» alguno, indigno e intolerable. Se está cruzando la línea de animar a la violencia física y a insultar o violentar no sólo al presidente del gobierno de España sino a cualquier otro político puesto en la diana del odio. Exaltados hay de sobra. La respuesta del popular Feijóo ha sido rotunda a primera vista. «Esas palabras las hemos condenado inmediatamente después de haberlas conocido». Pero claro: «Van en la misma línea que el presidente Sánchez de construir un muro en España». Equiparando a ambos, Feijóo exculpa al agresor y se ensalza a sí mismo. Entre el «me gusta la fruta» y el «sí, pero no» podemos acabar hartos de odio pero hambrientos de concordia y talento.

QOSHE - Sí, pero no - María Antonia San Felipe
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Sí, pero no

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16.12.2023

Es tal la riqueza de nuestro idioma que es una delicia reflexionar sobre las posibilidades interpretativas de cada una de nuestras palabras. Les confieso mi fascinación por la conjunción adversativa «pero». ¿Por qué? Pues porque si tras una rotunda afirmación añades un «pero» puede llegar a negarla, sin parecer tan ofensivo como si soltaras una burrada a bocajarro. El «pero» es en el lenguaje como los números enteros de distinto signo en matemáticas (Un 1 negativo y un 1 positivo dan un resultado 0). Es decir, afirmar una cosa y añadir un «pero» puede originar la negación de lo afirmado sin sonrojar a quien lo hace. Claro que esta finura lingüística está tan manoseada que ya no engaña a nadie. Por........

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