De niños vemos el futuro como un chicle infinito que se estira sin solución de continuidad. En nuestra imaginación es algo tan remoto como el horizonte que se aleja cuanto más te acercas. Por eso recuerdo que cuando aprendíamos a sumar y restar nos preguntaban en los albores de los 60: ¿cuántos años tendrás en el año 2000? El resultado siempre nos parecía una enormidad y nos veíamos ancianos aunque la solución rondara la cuarentena. Transcurrido casi un cuarto del siglo XXI, hay más pasado que futuro en nuestra mirada y por eso nos da por comparar el hoy con el ayer.

No soy de las que cree que cualquier tiempo pasado fue mejor. Simplemente, fue diferente. Distintos fueron los líderes mundiales y también los ciudadanos del mundo. Así lo vemos hoy porque, como dice el poeta, «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». Por eso si recordamos a John F. Kennedy, Martin Luther King, Winston Churchill, Charles de Gaulle, Nelson Mandela, Willy Brandt, Helmut Kohl, Margaret Thatcher, por poner distintos ejemplos, podemos concluir que había un nivel de liderazgo superior al actual. Claro que para eso hay que desterrar de la memoria, para no morir del susto, a Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Nicolae Ceaușescu y tantos otros de inquietante recuerdo.

Pienso en algunos líderes que nos ha deparado este cuarto del siglo XXI y reconozco que tengo la sensación de vivir en una constante comedia a medio camino entre lo cómico y lo trágico, entre lo inesperado y lo temido. En el pedestal más alto de la estridencia política es incuestionable la figura de Donal Trump. Ha creado la escuela de la exageración y de la mentira como lema, porque poder mentir también adorna su extraño concepto de libertad, de la suya, claro. Nunca entendí como puede aunar en torno a él tanta ciega pasión y fidelidad. Le siguieron personajes como Boris Johnson o Jair Bolsonaro, hoy caídos en desgracia por sus excesos. De todos sus imitadores el más histriónico es el presidente argentino Javier Milei. Insólito resulta verlo llorar sin consuelo besando el muro de las Lamentaciones en Jerusalén, abrazándose a un rabino y al poder del sionismo, mientras impulsa una ley que declara delito el aborto (más restrictiva que el Código Penal de 1921, incluso en casos de violación). No sé si «La Libertad Avanza» como dice su partido, pero lo que retroceden son los derechos.

El mundo vive en la incertidumbre del posible regreso a la Casa Blanca de Trump y las performances histéricas del Milei sin olvidar a Putin y a Netanyahu que sin ser tan imprevisibles resultan mucho más letales y con apoyos mediáticos y económicos más potentes que Supermán. No hay criptonita que los amaine. Si el mundo explota y salta por los aires que llamen a Tom Cruise a ver si solventa el papelón de esta nueva Misión Imposible.

QOSHE - Misión imposible - María Antonia San Felipe
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Misión imposible

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10.02.2024

De niños vemos el futuro como un chicle infinito que se estira sin solución de continuidad. En nuestra imaginación es algo tan remoto como el horizonte que se aleja cuanto más te acercas. Por eso recuerdo que cuando aprendíamos a sumar y restar nos preguntaban en los albores de los 60: ¿cuántos años tendrás en el año 2000? El resultado siempre nos parecía una enormidad y nos veíamos ancianos aunque la solución rondara la cuarentena. Transcurrido casi un cuarto del siglo XXI, hay más pasado que futuro en nuestra mirada y por eso nos da por comparar el hoy con el ayer.

No soy de las que cree que cualquier tiempo pasado fue mejor. Simplemente, fue diferente. Distintos fueron los líderes........

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