El brutal atentado de Hamas contra la población civil en Israel deparó imágenes crueles e imposibles de olvidar. Igualmente terrible y doloroso es cuanto vino después con los bombardeos indiscriminados sobre Gaza que han segado la vida de miles de civiles, la mayoría niños. Es imposible no condolerse ante un horror real, con víctimas que sonreían hasta el segundo en el que un arma las mató. La tele no nos muestra una película sino el horror.

Cuando Abigail, la niña estadounidense que cumplió cuatro años durante los 50 días de cautiverio, se reencontró con su abuelo las imágenes conmovían. Abigail vio con sus propios ojos como unos terroristas asesinaban a sus padres, no puede haber herida más grande en el corazón de nadie.

Casi al mismo tiempo en que se difundían imágenes de Abigail sonriendo con sus abuelos también veíamos sonreír a muchos niños palestinos en la playa de Deir al Balah bañándose y jugando con otros niños. En la segunda fila las madres no sonríen, piensan qué darán de comer a sus hijos al salir de esa agua que los entretiene y los lava tanto en sentido estricto como figurado. Viendo las sonrisas de Abigail y de los niños palestinos anónimos una se pregunta si se puede sonreír en medio de la tragedia. La conclusión es sencilla, sólo los niños pueden hacerlo porque pueden eludir la realidad para sobrevivir. Pero no creo que del dolor y el horror que están viviendo puedan olvidarse. Con el tiempo Abigail y los niños de la playa de Deir al Balah verán crecer en sus entrañas al monstruo que el terror ha inoculado en sus corazones todavía frágiles. Todo deja huella en la infancia, aunque la ocultación temporal de lo que produjo la quiebra interior sea el salvavidas al que agarrarse con fuerza para mirar al futuro. El hecho es que las nuevas generaciones, Abigail y los niños de la playa, crecerán evadiéndose de la brutalidad que viven y al hacerse adultos abrirán los ojos que cerraron para protegerse y sacarán del interior su dolor para convertirlo, si el tiempo no lo remedia, en odio a los otros ante la sinrazón que vivieron, ante la imposibilidad de poder volver a esconder su dolor tras una sonrisa reparadora como cuando eran niños.

Nuestro Benito Pérez Galdós tiene una hermosa novela, Misericordia, en la que Benina, la protagonista, ofrece compasión y ayuda a los desheredados que viven en la frontera de la sociedad y que ya perdieron la esperanza de salir del pozo del infortunio. Creo que todas las religiones hablan de la misericordia pero no la practican porque el miedo y el odio son armas tan poderosas como peligrosas en manos de los ultraortodoxos de todo signo. Hace tiempo que el apocalipsis ha llegado, consiste en justificar el asesinato de niños y civiles por un bien superior cuyo rostro conocido es el odio y su consecuencia la muerte.

QOSHE - Misericordia - María Antonia San Felipe
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Misericordia

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02.12.2023

El brutal atentado de Hamas contra la población civil en Israel deparó imágenes crueles e imposibles de olvidar. Igualmente terrible y doloroso es cuanto vino después con los bombardeos indiscriminados sobre Gaza que han segado la vida de miles de civiles, la mayoría niños. Es imposible no condolerse ante un horror real, con víctimas que sonreían hasta el segundo en el que un arma las mató. La tele no nos muestra una película sino el horror.

Cuando Abigail, la niña estadounidense que cumplió cuatro años durante los 50 días de cautiverio, se reencontró con su abuelo las imágenes conmovían. Abigail vio con sus propios ojos como unos terroristas asesinaban a sus padres, no puede haber herida........

© La Rioja


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