Yo quería mucho y muy rápido. No necesitaba grandes avales.Ni tiempo de comprobación. Entregaba fácilmente el galón de amistad. Unas horas compartidas en una partida de cartas, antes de comenzar las clases en la Facultad, eran una garantía. Conversaciones cruzadas con la música de la discoteca que me hacían reír, eran suficiente. Compartir inquietudes alrededor de una caña, era una señal. Quedar fines de semana para exprimir una fiesta, era la pista. Haber compartido algún momento de un pasado, entonces aún cercano, ya no dejaba dudas.

Así que repartía te quieros como folletos de ofertas de supermercado, que después aparecían tirados por el suelo. Ambos. Los entregaba fácilmente, sin esfuerzo, creía en ellos. Con esos afectos artificiales iba creciendo una red de amigos y amigas que parecía absolutamente real. Porque así era la vida que arrancaba: sencilla, transparente, llena de verdad y fácil. Eso es lo que pensaba entonces. A más gente que conoces, más amigos que ganas. A más amigos, más cariño para repartir y recibir. Y así, más alegría y mayor felicidad. No había motivos para desconfiar.

Pero como pasa con tantas otras cosas de la vida, en algún momento se produce un choque que te sacude. Despiertas. Nada es igual. No sabes cómo fue, quién estaba dónde o quién cambió la dirección, pero no dudas de que ya no habrá reparación posible. El cuerpo se llena de magulladuras, hay heridas que tardan en dar la cara y golpes que dejan secuelas. Pero al fin comprendes la nueva vieja lección. Entiendes que tendrás que tomar decisiones, elegir para mejorar. Por justicia. Por madurez. Por experiencia.

Borras nombres y más nombres de la vieja agenda. La lista se queda muy pequeña pero, sin duda, más fuerte y permanente que la anterior. Los que permanecen ahora pesan mucho más. Guardan infinitos momentos y pequeños secretos. No son tan volubles como un café esporádico en una tarde de aburrimiento o una llamada de compromiso porque el Face recuerda tu cumpleaños.

Aprendiste que hay palabras demasiado grandes e importantes como para dejar que las vistan personas demasiado pequeñas e insignificantes. Comprendiste que más vale una amiga que sepa quién eres, que entienda tus ausencias, celebre tus éxitos, te empuje en tus sueños y pida otra copa de vino, porque sí, que veinte que no conocen el nombre de tus anclajes y se mantienen a distancia cada vez que necesitas llorar o quieres bailar. Porque no saben ni quieren saber. La amistad va de querer y que te quieran bien. De sentirse en casa. Va de pequeñas cosas que ni siquiera sabes nombrar, porque solo se sienten. Ahora no tiro amores al aire porque quiero que estén en el sitio correcto y exijo avales.

Ahora quiero poco y despacio. Y he salido ganando.

QOSHE - Querer poco y despacio - Sonia Torre
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Querer poco y despacio

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26.02.2024

Yo quería mucho y muy rápido. No necesitaba grandes avales.Ni tiempo de comprobación. Entregaba fácilmente el galón de amistad. Unas horas compartidas en una partida de cartas, antes de comenzar las clases en la Facultad, eran una garantía. Conversaciones cruzadas con la música de la discoteca que me hacían reír, eran suficiente. Compartir inquietudes alrededor de una caña, era una señal. Quedar fines de semana para exprimir una fiesta, era la pista. Haber compartido algún momento de un pasado, entonces aún cercano, ya no dejaba dudas.

Así que repartía te quieros como folletos de ofertas de supermercado, que después aparecían tirados por el suelo. Ambos. Los entregaba........

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