Opinar sobre todo no es un imperativo legal. No hay ninguna ley que obligue a ello. Y por supuesto ningún castigo si no se hace. Más bien al contrario, se puede recibir más de una recompensa, como que la ignorancia no quede al descubierto. Que en estos tiempos no es poca cosa, aunque es cierto que cada vez se premia más el no saber. Alguien ganará con ello.

Quizás no estaría de más tener a veces en cuenta cuatro pequeñas cuestiones.

La primera. No pasa nada si en una conversación aparece un tema que desconocemos y decimos simplemente “no puedo opinar sobre ello, no sé”. No se caerá el mundo ni vendrán los Jinetes del Apocalipsis a por nosotros. Las opiniones no tienen por qué ser inmediatas. No viene mal tomarse un tiempo para pensar, documentarse y escuchar. El tiempo ayuda a que puedan tener más peso. Pero todo tiene que ser rápido. Y con la velocidad a la que suceden las cosas es imposible que seamos expertos en todo. Así es que cambiamos de profesión y de especialidad de manera atropellada y apresurada, hoy somos catedráticos de historia, mañana cirujanos expertos y al día siguiente desarrolladores de Inteligencia Artificial. Y lo peor es que en esa necesidad de hablar de todo sin saber casi nada, no dejamos espacio para escuchar y entender a los que sí saben.

La segunda cuestión es que, aún teniendo una opinión más o menos ajustada sobre algo, no siempre es necesario que la hagamos pública. Dependiendo del momento o de a quién tengamos frente a nosotros, a veces lo inteligente es callar. Puede que el interlocutor no nos esté pidiendo una clase magistral sobre nuestros conocimientos, si no que simplemente necesite expresar algo. Diferenciar cuándo se nos pide que opinemos o simplemente que prestemos atención es un signo de inteligencia, sin duda. Hay tiempos para todo.

La tercera es que cambiar de opinión no es síntoma de ningún mal que pueda acabar con nosotros. Presumir de mantenerse siempre fieles a los mismos pensamientos desde los tiempos en los que aún se iba al colegio, puede significar sólo dos cosas: o la vida ha pasado por nosotros sin vivirla, o realmente el grado de conocimiento es muy bajo, o uno es tan superficial que no ve o no sabe ver los cambios que cada día nos dejan la cabeza dando vueltas.

Y la cuarta es que la opinión propia no es la que ha sido poseída por la verdad absoluta, que no existe. Que es bueno confrontar lo nuestro con lo de los demás y llegar a otros destinos no previstos. Que a veces todos nos equivocamos. Porque como decía Marco Aurelio: “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”.

QOSHE - Opinar siempre - Sonia Torre
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Opinar siempre

3 0
11.03.2024

Opinar sobre todo no es un imperativo legal. No hay ninguna ley que obligue a ello. Y por supuesto ningún castigo si no se hace. Más bien al contrario, se puede recibir más de una recompensa, como que la ignorancia no quede al descubierto. Que en estos tiempos no es poca cosa, aunque es cierto que cada vez se premia más el no saber. Alguien ganará con ello.

Quizás no estaría de más tener a veces en cuenta cuatro pequeñas cuestiones.

La primera. No pasa nada si en una conversación aparece un tema que desconocemos y decimos simplemente “no puedo opinar sobre ello, no sé”. No se caerá el mundo ni vendrán los Jinetes del Apocalipsis a por........

© La Región


Get it on Google Play