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No me pega
Eligió la camisa verde. Se sintió feliz y libre. Tardó en entender el por qué. La explicación simple: era su color favorito. La compleja: él odiaba el verde y ella olvidó que le gustaba. Durante años fue enterrando todas sus preferencias, renunció a cualquier pequeña felicidad propia y justificó cada uno de los arañazos sobre el alma. Lo fue haciendo a pequeños sorbos hasta convencerse de que eso era lo normal. La vida que él juraba - a susurros o a gritos - haber construido sólo por su bien, la atrapó como una tela de araña.
Creyó firmemente en su propia ignorancia. Mucho tiempo escuchando lo inútil y tonta que era. Demasiados “cállate, no te enteras”........
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