Eligió la camisa verde. Se sintió feliz y libre. Tardó en entender el por qué. La explicación simple: era su color favorito. La compleja: él odiaba el verde y ella olvidó que le gustaba. Durante años fue enterrando todas sus preferencias, renunció a cualquier pequeña felicidad propia y justificó cada uno de los arañazos sobre el alma. Lo fue haciendo a pequeños sorbos hasta convencerse de que eso era lo normal. La vida que él juraba - a susurros o a gritos - haber construido sólo por su bien, la atrapó como una tela de araña.

Creyó firmemente en su propia ignorancia. Mucho tiempo escuchando lo inútil y tonta que era. Demasiados “cállate, no te enteras” taladrando el cerebro. Y se calló. Por vergüenza, por miedo y porque asumió ser esa mujer que él decía que era.

Se quedó sola. La convenció de que nadie la quería, que era una molestia que sólo él estaba dispuesto a cargar en el nombre de su amor, que era destrucción. Y también le creyó.

Se sintió fea y envejecida. Perdió la energía para cuidarse y la autoestima para mirar de frente. La humilló en público, la ridiculizó y la comparó para que fuera perdedora. Y ella se culpó.

Le costó entender que era una víctima y él un agresor. Que había un nombre para su infierno: violencia psicológica. Negaba con la cabeza: él no la pegaba, sólo golpeaba a veces la pared. No la obligó a quedarse en casa, simplemente sugirió que, como prueba de amor, dejara de trabajar para cuidarlo mejor. No siempre tenía que pedir el dinero para la compra. Nunca abusó de ella, porque no hubo fuerza, aunque sí amenazas veladas. No importaba lo que ella deseaba y por eso las noches de insomnio y las heridas sin cicatrizar. No la controlaba, ella entregaba su móvil “porque eso era confianza”. No hubo palizas, repetía, no soy víctima de violencia.

Hasta el día que pudo elegir un color. Ahí comprendió todo.

El Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) asegura que la violencia psicológica por parte de una pareja o expareja es de las menos identificadas, denunciadas y castigadas, a pesar de su impacto en las víctimas, al aumentar el riesgo de suicidio y la incidencia de la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático. En España, uno de los cinco países de la UE que cuenta con leyes específicas contra esta violencia, la ha sufrido el 31,9% de las mujeres mayores de 16 años.

Luchar por las mujeres nunca ha sido una moda, como aseguró una edil popular en el pleno municipal del viernes. Las víctimas y los riesgos que vuelven a aparecer en el camino merecen otro mensaje. Por nuestro bien.

(Teléfono gratuito para las víctimas de todas las violencias contra las mujeres: 016)

QOSHE - No me pega - Sonia Torre
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

No me pega

3 0
16.01.2024


Eligió la camisa verde. Se sintió feliz y libre. Tardó en entender el por qué. La explicación simple: era su color favorito. La compleja: él odiaba el verde y ella olvidó que le gustaba. Durante años fue enterrando todas sus preferencias, renunció a cualquier pequeña felicidad propia y justificó cada uno de los arañazos sobre el alma. Lo fue haciendo a pequeños sorbos hasta convencerse de que eso era lo normal. La vida que él juraba - a susurros o a gritos - haber construido sólo por su bien, la atrapó como una tela de araña.

Creyó firmemente en su propia ignorancia. Mucho tiempo escuchando lo inútil y tonta que era. Demasiados “cállate, no te enteras”........

© La Región


Get it on Google Play