El Centro gallego de Madrid
La galleguidad es amplia, dispersa, universal, única, sentimental y, sobre todo, contagiosa. Camina invadiendo superficies con el arroyo cantarín de su idioma. La galleguidad va y viene agarrada e indisolublemente pareja a los momentos que transcurren sentados, de pie, reclinados o apoyados frente a una mesa, y no cualquier mesa. Tiene esa tabla personalidad propia con colores gastronómicos que espolvorean mejillones de la ría, el pimentón y el pulpo, o que ponen masa en la empanada, textura en el lacón, requiebro en la patata galaica o gracia en la ajada de un buen tronco de merluza de Burela, sin olvidar el baile de cintura de la ternera lucense. Ser gallego, amigo de Galicia o amante de esta tierra está unido a un remanso de hábitos y costumbres de vino y comida típicos. Es como escribir la i sin el punto o la consonante eñe (ñ) sin el trazo de la........
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