Occidente debe reflexionar
Da igual llamarlo “Occidente”, “el mundo occidental”, el “Occidente colectivo” o, como en la Guerra Fría, “el mundo libre”. Me refiero, claro, al conjunto de países que mantienen un marco social basado en el racionalismo en filosofía, en el capitalismo de libre mercado para la economía y en la democracia liberal en cuanto a la gobernanza política. Por supuesto, esto es sólo la teoría, ya que ningún país es perfecto en la asunción plena de esos tres paradigmas. Hacia finales de los ochenta, en plena perestroika de Gorbachov y con el modelo chino que había iniciado Deng, parecía claro que el mundo se encaminaba a un marco estándar único que se iba a articular mediante esas tres recetas, pero algo se ha torcido. Pasó, en primer lugar, que los occidentales no supimos ganar la Guerra Fría. Caímos en la ingenuidad, en la indolencia y en la pereza. En la ingenuidad, porque pensamos que nuestros enemigos de tantas décadas se iban a conformar con incorporarse a Occidente tomando nuestra mano tendida y nuestra apertura comercial. En la indolencia, porque creímos que ya no había alternativas y daba igual todo: al final nuestro modelo, con sus luces y sus sombras, era lo único y nada iba a entorpecer su camino, ni dentro ni desde fuera, y por lo tanto no hacía........
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