Días felices
El folio está en blanco. He de escribir sobre ti. Estoy consternado. Busco un viejo disco de vinilo de un tema de los Stones que a ti te gustaba: “Acuérdate de los sueños que abrazábamos con fuerza / Parecen haberse desvanecido”. Me digo, demasiados obituarios sobre ti. Así que decido escribir sobre nuestras vivencias y correrías por este puñetero mundo.
La higuera en la parcela ya daba higos y tal vez el fruto dorado de la utopía. A ti te cubría la euforia, la isla parecía haber convertido a Acisclo en un monje budista. Las tertulias y discusiones se prolongaban hasta el amanecer.
Años setenta. Estamos en la casa de Jaime Quessada en Ibiza. Habíamos escuchado a Blanco Amor: “Mozalbetes, corred que el que no lucha ni sufre, está muerto”. Pero aquellos fueron días felices en la isla, aún no había sido tomada por los ávidos constructores. Todavía quedaban restos del ingenuo sueño de paz y amor. La higuera en la parcela ya daba higos y tal vez el fruto dorado de la utopía. A ti te cubría la euforia, la isla parecía haber convertido a Acisclo en un monje budista. Las tertulias y discusiones se prolongaban hasta el amanecer. Con frecuencia, tú a media noche liderabas nuestras correrías por los garitos de la isla.
Entonces las cosas eran así. Llegó una escritora noruega y se instaló........
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