El desierto del Sahara esconde lugares de impresionante belleza: el oasis de Siwa y el desierto Blanco. Se encuentran lejos del Nilo y de El Cairo, pero se puede llegar a ellos por carretera: a 560 kilómetros de El Cairo y a 50 de la frontera con Libia. Siwa durante muchos años permaneció totalmente aislado y en 1819 el sultán Mehemet lo anexionó a Egipto. Herodoto ya había hablado del lugar y una leyenda dice que el rey persa Cambises mandó un ejército de 50.000 hombres para tomarlo y todos los soldados desaparecieron en el desierto. En la Segunda Guerra Mundial por allí pasaron los ingleses y las tropas de Rommel. A mí el oasis me parece fantástico. Tiene varios lugares como para enamorar hasta los más apáticos: unas lagunas color turquesa que tienen más sal que el Mar
Muerto; al bañarse allí sucede el mismo fenómeno, la densidad del agua sostiene a los bañistas en la superficie del agua.
El segundo atractivo es un bello bosque de palmeras en el cual hay una poceta en la que dicen se bañaba Cleopatra. El tercer atractivo es una fortaleza que domina el paisaje de la ciudad y de su entorno y cuyos materiales de construcción fueron el barro y la sal, mezcla que recibe el nombre de kershef. Se llama Shali Ghali. En 1926 terribles aguaceros la destruyeron en parte. Aún así es hermosa y recorrerla es adentrarse en un laberinto de paredes de barro, de pasadizos estrechos y de pequeñas habitaciones. El esqueleto de barro que queda de la fortaleza tiene una extraña belleza. Los visitantes invierten mucho tiempo recorriendo el laberinto y haciendo fotos.
La fortaleza data del siglo XIII. Parece una colmena de barro. Para restaurarla al barro y a la sal le han añadido madera de palmera para hacerla más resistente. En Siwa se ha encontrado una huella humana que data de un millón de años. El oasis es un santuario de la raza bereber del desierto y se encuentra en los límites del Gran Mar de Arena que abarca 72.000 kilómetros cuadrados del Sahara. En el oasis se producen dátiles y aceitunas. En la zona existía la costumbre de que los terratenientes se casaban con sus jornaleros y cuando estos llegaban a los 40 años quedaban libres para casarse con mujeres. Esta costumbre homosexual está desapareciendo. Cerca del oasis en la colina llamada Aghurmi hay dos templos. Uno es llamado del Oráculo y se dice que allí vino Alejandro para saber si, él, el guerrero, era hijo de Zeus. El otro se llama Umm Ubedah y está en ruinas, pero conserva rasgos de su primitiva belleza. El Desierto Blanco para llegar al cual hay que hundirse en el corazón del Sahara, parece un sueño, el juego de diosecillos traviesos que se dedicaron a jugar en las arenas y a fabricar filigranas. Decenas de formaciones de varios metros de altura se hallan esparcidas entre las dunas: hongos, columnas, extrañas figuras. El visitante se pasea extasiado entre las formaciones haciendo fotos y agradeciendo al viento y a la erosión su paciente trabajo de siglos.
Termino mi viaje por Egipto recorriendo la península de Sinaí. La carretera avanza entre montañas rocosas desprovistas de vegetación. De vez en cuando aparecen palmeras y camellos soñolientos. A pie o en camello hasta cierta parte se asciende al Monte Sinaí, el de las Tablas de la Ley. Yo lo hice a pie. Se comienza hacia las 10 de la noche y arriba se espera el amanecer. Profunda emoción cósmica y religiosa. Estupendo final para un viaje al país de los faraones.

QOSHE - Los fantásticos oasis del desierto del Sahara - Andrés Hurtado
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Los fantásticos oasis del desierto del Sahara

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02.11.2023

El desierto del Sahara esconde lugares de impresionante belleza: el oasis de Siwa y el desierto Blanco. Se encuentran lejos del Nilo y de El Cairo, pero se puede llegar a ellos por carretera: a 560 kilómetros de El Cairo y a 50 de la frontera con Libia. Siwa durante muchos años permaneció totalmente aislado y en 1819 el sultán Mehemet lo anexionó a Egipto. Herodoto ya había hablado del lugar y una leyenda dice que el rey persa Cambises mandó un ejército de 50.000 hombres para tomarlo y todos los soldados desaparecieron en el desierto. En la Segunda Guerra Mundial por allí pasaron los ingleses y las tropas de Rommel. A mí el oasis me parece fantástico. Tiene varios lugares como para enamorar hasta los más apáticos: unas lagunas color turquesa que tienen más sal que el Mar
Muerto; al bañarse allí sucede el mismo fenómeno, la densidad del........

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