Peor que la pregunta del general de la República indagando sobre la existencia de bancas en un Parque Nacional Natural fue el comentario de un ministro de Agricultura por la misma época de los 80. Hizo un vuelo entre Bogotá y Leticia y al regresar comentó que en la selva vio tantos bosques que era mejor talarlos para tener potreros para el ganado. Y se quedó tan tranquilo. ¡Qué barbaridad y qué bárbaro! Pero esos son los ministros que tenemos. O como se dice familiarmente: “es lo qu’iay”. Y tenemos que arar con los bueyes que tenemos.
La Sierra Nevada de Santa Marta está habitada por cuatro comunidades indígenas: los kogis, los arhuacos, los wiwas y los kankuamos. Ellos son los dueños de la Sierra y por ello en este viaje que emprendemos hacia las lagunas altas del macizo nos acompaña todo el tiempo un indígena kogi, Manuel, callado, amable y colaborador. Pero volvámonos varios siglos atrás, para ver dónde vivían los indígenas de la Sierra. Los que habitaban a orilla del mar pescaban por la noche y rápidamente el pescado estaba servido a mediodía en los pueblos que vivían a diferentes alturas de la Sierra. Para ello habían construido muchos caminos y eran y son todavía hoy excelentes caminadores sus descendientes.
Los indígenas que habitan hoy la Sierra son descendientes de los tayronas. Al llegar los españoles y atacar a los indígenas de abajo, les desbarataron todo el sistema. En efecto los indígenas debieron instalarse más arriba en la montaña, carecieron de la proteína del pescado, eventualidad para la que no estaban preparados. Y para colmo su cosmogonía les prohibía alimentarse de carne roja de animales. Quedaron condenados a comer tubérculos que solo les aportaba hidratos de carbono. Hoy se encuentran comunidades indígenas instaladas sobre los 4.000 metros a orillas de las lagunas sagradas. Las cosas han cambiado y los indígenas tienen ganado vacuno, cabras y animales domésticos como cerdos. Se calcula en 30.000 los indígenas que habitan en la Sierra. La Sierra se formó hace 160 millones de años y la componen rocas ígneas, pero la parte central del macizo está compuesta por granito.
Nosotros nos proponemos ir remontando despacio la gran montaña por sus repliegues occidentales, los que miran a la Ciénaga Grande de Santa Marta y a Aracataca, la patria del Nóbel. Tuvimos excelente tiempo, días totalmente despejados de azul infinito y paisajes hasta donde se perdía la vista. Normalmente hacia media tarde surgían nieblas que venían de abajo e invadían por pocas horas la Sierra y traían frescura agradable. Los caminos de herradura hechos por los indígenas y por los campesinos remontan la cuenca del río Sevilla que va a desembocar en la Ciénaga Grande. Las bestias van delante con la comida, los trebejos de la cocina, las carpas y todos sus aparejos. Hacía muchos años que no hacía una excursión llevando bestias, porque siempre he cargado en morrales lo necesario para “el monte”. Debo hablar de mi emoción viendo y marchando con arrieros y con sus recuas. Podrá parecer extraño a los lectores hablar de emoción y muy grande además, de caminar al lado de arrieros. Sucede que yo soy hijo de arriero, pero nunca conocí a mi papá en ese bello oficio. Fue arriero de joven y luego con los años un conocido cafetero de Armenia. Nosotros, los paisas del Eje Cafetero somos descendientes de arrieros, a mucha honra. Unos son bisnietos, otros nietos y los que ya tenemos más años alcanzamos a ser hijos de arrieros antioqueños. Estos arrieros trajeron el progreso y fueron fundadores de pueblos y ciudades. Confieso que veo arrieros en su oficio y se me escapa alguna lágrima.

QOSHE - Los dueños de la Sierra - Andrés Hurtado
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Los dueños de la Sierra

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15.02.2024

Peor que la pregunta del general de la República indagando sobre la existencia de bancas en un Parque Nacional Natural fue el comentario de un ministro de Agricultura por la misma época de los 80. Hizo un vuelo entre Bogotá y Leticia y al regresar comentó que en la selva vio tantos bosques que era mejor talarlos para tener potreros para el ganado. Y se quedó tan tranquilo. ¡Qué barbaridad y qué bárbaro! Pero esos son los ministros que tenemos. O como se dice familiarmente: “es lo qu’iay”. Y tenemos que arar con los bueyes que tenemos.
La Sierra Nevada de Santa Marta está habitada por cuatro comunidades indígenas: los kogis, los arhuacos, los wiwas y los kankuamos. Ellos son los dueños de la Sierra y por ello en este viaje que emprendemos hacia las lagunas altas del macizo nos acompaña todo el tiempo un indígena kogi, Manuel, callado, amable y colaborador. Pero volvámonos varios siglos........

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