¿Dónde llevo las flores que compré el 1 de noviembre? Me preguntaba en un artículo publicado aquí hace dieciséis años, haciéndome eco de quienes llevaban más de setenta esperando enterrar con dignidad a los asesinados en la Guerra Civil y la posterior represión, que los arrojó en las cunetas de la historia.

Era 1 de noviembre de 2007, y las familias de los nunca olvidados por su gente en las cunetas compraban las flores para llevarlas al cementerio, porque: "Allí van todos con sus flores recién compradas a dejarlas sobre las tumbas, a encender una vela que avive el recuerdo, a rezar si son religiosos por su alma, a honrar la memoria de sus muertos a través de los ritos que nos unen en los mismos gestos en la vida y en la muerte." Pero no estaban en los cementerios: "No sé exactamente dónde encontrarte, porque setenta años son muchos para mantener la linde de las cunetas, y la vieja tapia del cementerio se ha tirado para ampliar el único recinto que crece en el pueblo, donde el mismo pueblo rinde homenaje cada año por noviembre a sus muertos."

Después de ochenta y siete años de seguir comprando flores para recordar a sus muertos, sólo pueden llevar los ramos de quienes no tienen su nombre escrito en el cementerio a las cunetas de los caminos, donde les vieron por última vez o donde oyeron que los habían fusilado, esta vez al anochecer.

¿Por qué no se inicia el expediente de cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica aprobada en la Diputación el 2 de febrero del año 2018 por unanimidad para devolver la dignidad a sus empleados represaliados? Preguntábamos los diputados de Izquierda Unida un mes tras otro en todos los plenos de la institución, para rescatar los archivos enterrados en las cunetas del Palacio de la Encarnación. En algunos plenos guardábamos silencio en pie -y sin apoyo, en soledad- durante los tres minutos reglamentarios de justificación de la urgencia. En otros intentábamos en tres minutos leer los nombres de los 58 empleados y cargos públicos de la diputación destituidos –16 de ellos asesinados– tras el golpe de estado, la guerra, la represión y la dictadura. Eran muchos y a veces no nos daba tiempo.

Desde la Ley de Memoria Histórica de 2007 y la de Memoria Democrática de 2022, se ha conseguido que algunas personas depositen sus flores junto a una placa del cementerio, con el nombre de ese familiar tan lejano que identificaron gracias a algún objeto revuelto entre otros en la fosa común o en la cuneta común. Allí donde compartían huesos, ideas y dignidad pisoteada.

Y por fin en una comisión informativa de la Diputación, los nombres de casi todos los represaliados que recordábamos en silencio o leíamos apresuradamente los diputados de IU, suenan en labios del presidente para recuperar la memoria de su dignidad, la de la institución y la de la sociedad.

¿Por qué hay todavía personas a quienes molesta el cumplimiento de estas leyes en la Diputación? Tras preguntar por los que no se habían incluido entre los nombres que los historiadores del Foro por la Memoria de Zamora había señalado como represaliados, el diputado de Vox me dijo que "sólo me dedicaba a echar mierda" en la institución.

Por eso precisamente hoy que yo quería hablar de la Zamora que se resiste al olvido de las instituciones, como se resisten al olvido de su gente las personas que llenan de flores los cementerios de los pueblos en recuerdo a sus familiares, me he visto en la obligación moral de empezar recordando a los olvidados en las cunetas de la triste historia de España. Y de estar al lado de quienes no tienen donde llevar las flores del recuerdo y el consuelo el día 1 de noviembre.

Un día que la iglesia católica dedica a los santos que no tienen nombre en el santoral –¡Mira que es difícil!– pero eran tan buenos "en el buen sentido de la palabra bueno" (A. Machado) como los conocidos. Y un día en el que la buena en el buen sentido de la palabra buena, nuestra Zamora de soledades, no está sola: se llena de brazos cargados de ramos de flores que hacen renacer la primavera en ese otoño que apenas ha empezado y que nos dejará de nuevo solos hasta la próxima cita con el pasado que se resiste al olvido. Hasta el puente de la Constitución, que aún se recuerda como el de las matanzas caseras, retrasadas por el cambio climático y la pérdida de sentido de algunos dichos refraneros: "Por los Santos, la nieve por los campos".

De la misma manera que las flores resisten el olvido de los nuestros, la provincia de Zamora sigue llevando en sus brazos la pancarta de las reivindicaciones contra el olvido al que nos condenan desde las instituciones: el ramo de la igualdad en los servicios públicos para que la ayuda a domicilio en la comunidad no sea la de menor cuantía de España. El ramo del recuerdo contra olvidos como el Corredor del Atlántico sin Ruta de la Plata, que nos arrinconan en un lugar perdido del mapa del país. El ramo de la justicia en defensa de la sanidad rural digna. El ramo de la dignidad rural sana.

Y el ramo de la solidaridad con esos pueblos sin tierra siquiera para enterrar a sus muertos, con sus ritos que tal vez no sean de flores, pero seguro que son de llanto. Y de recuerdo ¡Paz, por favor, por humanidad! Para poder enterrar como Dios, como Alá o como lo llaméis, pero sobre todo como hombres, mujeres y niños, a vuestros muertos. Que también son los nuestros.

El día 1 de noviembre es un día de recuerdo, un día de memoria de nuestra gente, de nuestra historia. Porque, en palabras de Salvador Allende y en su recuerdo: "Los hombres y pueblos sin memoria, de nada sirven; ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación; por eso son incapaces de combatir y crear nada grande para el futuro."

Las mujeres llevan las flores del recuerdo.

Por eso, en recuerdo de todos los muertos sin entierro que son nuestros, como decíamos el 1 de noviembre de hace dieciséis años: Voy a seguir comprando flores que no puedo llevarte, para repartirlas por los caminos donde tú y tus amigos estáis enterrados, para que vuestros nombres les sirvan de alimento y se levanten en las cunetas como puños que desean salud. Mientras vuestros huesos se unen bajo tierra en un abrazo universal que mueve el mundo.

Tal vez sea en abril y será primavera en el mundo.

(*) Portavoz de IU en la Diputación

QOSHE - Flores en memoria de nuestra gente, nuestro pueblo y nuestra historia - Laura Rivera
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Flores en memoria de nuestra gente, nuestro pueblo y nuestra historia

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31.10.2023

¿Dónde llevo las flores que compré el 1 de noviembre? Me preguntaba en un artículo publicado aquí hace dieciséis años, haciéndome eco de quienes llevaban más de setenta esperando enterrar con dignidad a los asesinados en la Guerra Civil y la posterior represión, que los arrojó en las cunetas de la historia.

Era 1 de noviembre de 2007, y las familias de los nunca olvidados por su gente en las cunetas compraban las flores para llevarlas al cementerio, porque: "Allí van todos con sus flores recién compradas a dejarlas sobre las tumbas, a encender una vela que avive el recuerdo, a rezar si son religiosos por su alma, a honrar la memoria de sus muertos a través de los ritos que nos unen en los mismos gestos en la vida y en la muerte." Pero no estaban en los cementerios: "No sé exactamente dónde encontrarte, porque setenta años son muchos para mantener la linde de las cunetas, y la vieja tapia del cementerio se ha tirado para ampliar el único recinto que crece en el pueblo, donde el mismo pueblo rinde homenaje cada año por noviembre a sus muertos."

Después de ochenta y siete años de seguir comprando flores para recordar a sus muertos, sólo pueden llevar los ramos de quienes no tienen su nombre escrito en el cementerio a las cunetas de los caminos, donde les vieron por última vez o donde oyeron que los habían fusilado, esta vez al anochecer.

¿Por qué no se inicia el expediente de cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica aprobada en la Diputación el 2 de febrero del año 2018 por unanimidad para devolver la dignidad a sus empleados represaliados?........

© La Opinión de Zamora


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