Todos pensamos en Sánchez, pero no es él. Es la lógica de la política española. Si lo personalizamos, nos estamos confundiendo. Pues quien se sitúe en el vértice de las tensiones que soporta nuestro Estado, no tiene otra opción que la que Sánchez está ahora utilizando. No mientras Vox siga siendo un actor central en la política española, como la tropa de vanguardia impulsada por la mentalidad de una parte del PP. Desde hace tiempo, se nos avisa de que las mutaciones constitucionales, fruto de la voluntad de revertir el título VIII, lleva a un callejón sin salida. Ahora estamos en él. La situación política está a punto de explosionar.

El acuerdo de PSOE y Junts es el último intento de reconducir las cosas a la vieja lógica, y ya vemos las reacciones de quienes estaban a punto de cumplir sus sueños. Si leemos el acuerdo, sólo alcanzamos a ver una definición de los puntos de partida de cada posición. Es un acuerdo sobre los desacuerdos. Lo único acordado es la amnistía. Lo demás es una promesa de acuerdo, reconociendo las distancias de los puntos de partida. Ni siquiera hay acuerdo en el relato. Lo que hace el documento es plasmar los desacuerdos sabidos. Puigdemont dice a la clientela de Omnium y de ANC que no ha cedido en los objetivos. Sánchez que tampoco. Todo está pensado para ir a las elecciones de 2024 con la cabeza alta. También el PSC.

Dada la reacción, salir de esta va a requerir cabeza fría, mirada larga y responsabilidad. Del vértigo de caminar sobre un alambre no se sale con regates cortos. Se sale mirando al frente. Llegados aquí no bastan las pequeñas luces, esa votación que ha dejado sola a la CUP. Necesitamos que los poderes democráticos se impliquen en una línea de conducta razonable y responsable. Por difícil que lo hagan los pactos del PP con Vox. Un triunfo de esa alianza incendiaría de nuevo Cataluña. El problema es que el PP no ha logrado reducir a la insignificancia a Vox, mientras Sumar ha reducido a sus justos términos a Podemos. La asimetría es notable. Hoy Sumar es un actor razonable. Vox fuerza al PP a no serlo.

La consecuencia de una victoria de esa alianza reaccionaria sería más perjudicial que este pacto de investidura. Pues llevaría directamente a profundizar en el mayor peligro que se cierne sobre nosotros y que no es otro que una crisis radical del PSOE y los Comunes, los únicos partidos que todavía atan Cataluña y Euskadi con España. Neutralizar esos dos partidos implicaría separar definitivamente el destino democrático y político de aquellos dos territorios históricos respecto del Estado. Eso nos lleva a algunos a defender este pacto, a pesar de la incertidumbre que apreciamos en él. Lo que tenemos en el otro lado es una ofensiva reaccionaria, que de ganar llevará a una crisis sin precedentes al PSOE. De ella se derivaría una anulación del PSC, aislado y sin perspectivas. Esa sería la catástrofe.

El discurso del PP y de Vox nos han mostrado el verdadero objetivo de estas fuerzas y su forma de imaginar una solución: no contar con la representación política de Bildu y ERC/Junts. Lo que hemos escuchado implica que estas fuerzas se debían considerar fuera de la ley. Se les consiente que concurran a las elecciones para mantener una apariencia democrática, pero sus escaños no deben contar. Esa lógica no es razonable. No es una lógica de Estado. Es una lógica partidista cuya razón última es que el PP siempre tendrá esos votos a la contra. Esa razón nunca tendrá una lógica democrática.

Lo único discutible del texto es utilizar una ley de amnistía para profundizar en una guerra judicial que se ha llevado demasiado lejos. Pues, aunque hay evidencias suficientes de que algunos jueces operaron de forma discutible, no se puede ignorar el hecho de que se violó la ley, como ya Bolaños nos preparó a aceptar. En todo caso, las actuaciones de los jueces se deben corregir en las estructuras de garantías del sistema judicial, incluido el sistema europeo, que también ha operado aquí. No en sede parlamentaria. Esto es un error y el TC no lo pasará por alto con seguridad y no debe hacerlo. Lo más triste es que ese pasaje, de cumplirse, solo puede acabar en una declaración política parlamentaria acerca del partidismo de algún juez, algo irrelevante.

Por lo demás, la impresión que tengo, y que quizá comparte una buena parte de la ciudadanía, es que este juego no da más de sí. Llevamos muchos años diciendo algo parecido, pero alguna tiene que ser la de verdad. La ley de amnistía tiene una finalidad, la de marcar un nuevo inicio en la política catalana. Pero en realidad su verdadera aspiración debería ser la de marcar un nuevo inicio en la política española. El problema es ajustar esos dos tiempos. Lo que sabemos es que un gobierno de PP y Vox no tiene ninguna posibilidad de ajustarlos. El gobierno de Sánchez todavía tiene una opción.

Pero nadie duda de que un nuevo inicio de la política española requiere dos cosas simultáneas: primera limitar el peso de los nacionalistas en la política estatal, y segundo garantizar que las mayorías estatales no emprenderán batallas contra los marcos institucionales consolidados de las minorías nacionales.

Sin esas dos cosas a la vez no habrá tregua y el abismo será intransitable. Aunque con vértigo, todavía puede serlo.

QOSHE - Vértigo - José Luis Villacañas
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Vértigo

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13.11.2023

Todos pensamos en Sánchez, pero no es él. Es la lógica de la política española. Si lo personalizamos, nos estamos confundiendo. Pues quien se sitúe en el vértice de las tensiones que soporta nuestro Estado, no tiene otra opción que la que Sánchez está ahora utilizando. No mientras Vox siga siendo un actor central en la política española, como la tropa de vanguardia impulsada por la mentalidad de una parte del PP. Desde hace tiempo, se nos avisa de que las mutaciones constitucionales, fruto de la voluntad de revertir el título VIII, lleva a un callejón sin salida. Ahora estamos en él. La situación política está a punto de explosionar.

El acuerdo de PSOE y Junts es el último intento de reconducir las cosas a la vieja lógica, y ya vemos las reacciones de quienes estaban a punto de cumplir sus sueños. Si leemos el acuerdo, sólo alcanzamos a ver una definición de los puntos de partida de cada posición. Es un acuerdo sobre los desacuerdos. Lo único acordado es la amnistía. Lo demás es una promesa de acuerdo, reconociendo las distancias de los puntos de partida. Ni siquiera hay acuerdo en el relato. Lo que hace el documento es plasmar los desacuerdos sabidos. Puigdemont dice a la clientela de Omnium y de ANC que no ha cedido en los objetivos. Sánchez que tampoco. Todo está pensado para ir a las elecciones........

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