¿Se han quedado cortos los organismos competentes responsables de velar por la protección integral de nuestros niños y niñas en desarrollo del principio del interés superior y la prevalencia de sus derechos?
Es común verlos sentados sobre andenes a la intemperie. Parques. Esquinas de establecimientos comerciales. Semáforos. Puentes peatonales. Sí, en las calles de Neiva, niños y niñas de escasa edad, sin mayor vigilancia familiar pasan buena parte del día, al tiempo que adultos en plena vía pública piden apoyo económico a conductores y transeúntes para satisfacer las necesidades básicas de su familia, al no disponer, según ellos, de otro medio de subsistencia.
Si entráramos a examinar las consecuencias que trae aparejada tan inadecuada práctica, no habría que hacer mayor esfuerzo para concluir que el entorno en que se desenvuelven es de inminente peligrosidad, ante la permanente exposición a toda suerte de abusos que atentan contra su integridad, a más de los riesgos a padecer enfermedades a consecuencia de los deficientes hábitos de higiene, ingestión de alimentos o aguas contaminadas, condiciones climatológicas adversas, entornos peligrosos e insalubres, a manera de ejemplo.
Lo anterior, sin perjuicio de la privación de aquellos derechos integrales que no solo resultan impostergables, sino también determinantes en su proceso de crecimiento y desarrollo, tales como acudir a la escuela, disponer de servicios de salud adecuados, gozar de actividades recreativas propias de su edad. Agobiante realidad con demoledoras consecuencias que condicionará de manera negativa los diversos ámbitos de su existencia, pues de todos es sabido que la infancia es una etapa fundamental donde se afianzan las bases para una vida futura.
Pese a que se trata de una problemática en ascenso que requiere de una transformación estructural, no podemos pasar por alto que el desarrollo de nuestra población infantil depende en gran medida del contexto en el que se desarrolla. Por consiguiente, resulta prioritario que desde los diferentes sectores se intensifiquen acciones contundentes dirigidas a contrarrestar tan devastadora realidad, pues si bien todos somos corresponsables frente a la garantía de sus derechos, los padres son su principal barrera protectora. De ahí la importancia de intervenir el escenario familiar, puesto que un modelo de crianza seguro y protector se constituye en pilar fundamental para alcanzar el equilibrio y la estabilidad que tanto necesitan.