La Copa del Mundo no debería ser el juguete de Trump
Hay mucho para criticar del Mundial 2026 de la FIFA. Un torneo inflado, con cuarenta y ocho selecciones y repartido por toda Norteamérica, sería difícil de organizar incluso en las mejores condiciones. En ese marco, que la FIFA le robe abiertamente a los hinchas y cobre miles de dólares por las entradas garantiza que todo será, en esencia, una fea maniobra para recaudar. Pero también hay otros males que afrontan los hinchas: el régimen migratorio de EEUU, los despliegues de la Guardia Nacional persiguiendo inmigrantes en los paisajes urbanos del país y las inquietantes y persistentes amenazas de mover las sedes a capricho de Trump. El evento deportivo más grande del planeta tendrá uno de los telones de fondo más autoritarios de su historia.
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, respondió a los hechos preocupantes que se suceden en el país anfitrión de la misma manera en que responde ante los déspotas de cualquier parte del mundo: con una obsecuencia descarada. El «rey del fútbol», según la definición de Trump, se arrimó tanto al hombre fuerte estadounidense que bien podría intentar meterse con él en su traje mal entallado. Infantino coronó este incipiente bromance otorgándole a Trump el «Premio de la Paz de la FIFA»: un indicador totalmente legítimo de su nivel como estadista, que nadie podría pensar que constituye un galardón inventado para aplacarlo por no haber recibido el Nobel de la Paz.
¿Y qué podría haber de poco serio en un premio que fue instituido «en nombre de los miles de millones de personas que aman este juego y quieren la paz» para honrar a un «líder dinámico que crea oportunidades para el diálogo, el desescalamiento de conflictos y la estabilidad», y que finalmente va a parar a manos de Trump? El presidente estaba tan entusiasmado con lo que definió como «uno de los grandes honores de su vida» que incluso permaneció despierto el tiempo suficiente para aceptarlo graciosamente. La ceremonia, un injerto forzado dentro del sorteo del Mundial, aportó algo de humor a una antesala del torneo que venía siendo deprimente.
A pesar de la reflexión generalizada sobre los giros autoritarios de Trump y las lisonjas de la FIFA, hubo poco rechazo al torneo, que ya está a la vuelta de la esquina. Ciertamente, no hubo nada ni remotamente parecido a las protestas que acompañaron al Mundial 2022 en Qatar. Ante esto, los hinchas necesitan ejercer su poder antes de que un Mundial lamentable vuelva irreconocible al juego.
Trump, el último infractor
Cuando EEUU ganó la organización del Mundial, junto con Canadá y México, allá por 2018, Trump e Infantino prometieron «el mejor Mundial de........





















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