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Manojo de infancias que trabajan

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15.12.2025

Dicen que a la tercera va la vencida. Al menos así lo fue esta vez, mientras veía pasar aquella acepción del manojo de infancias.

La primera vez lo sentí de lejos, pero aquella voz tierna, con mucho camino por delante para madurar o hacerse grave, llamó mi atención. Pensé que el pregón: ¡El dulce de cocoooo! podía salir de la voz de un niño. Entonces tuve que conformarme con el beneficio de la duda.

La segunda vez creí padecer algún dejavú. Nuevamente aquel pregón me estremeció. En esta ocasión pude apreciar la silueta del pregonero —cual perfecto refilón— que ya doblaba la esquina, pregón a cuestas y corroboré mi hipótesis: era, tristemente, un niño.

Pero la tercera vez, sí fue la vencida. Había bajado el sol y arremetí terraplén abajo, por el atajo más corto, luego de visitar a mi abuela convaleciente de una de las arbovirosis que circulan hoy por doquier. Para mi sorpresa me alcanzó un compañero de viaje. Sí, era el pequeño, el pregonero. Me acerqué, no sé su nombre, pero guardo su rostro.

Me concentré en hablarle sin que pensara mal. Me confesó, con una sonrisa a medias, que tenía que ayudar en su casa. El parecía contento con su oficio precoz; yo, triste por ver presa su niñez. De camino saludó a unos amigos. Conversó con ellos y les dió la mano. Luego siguió por los barrios, cubeta también a cuestas, con ansias de bonificar la jornada. Siempre encontró el momento para mirar atrás y ver cómo un par de niños jugaban al “pegao”, síntoma —creo yo— de esa niñez revuelta que rebota en las tardes jugando a la pelota, contando cuentos o asumiendo travesuras. Múltiples lecturas y lecciones de vida desprendía aquel niño en su andar. Yo, aún detrás, las percibía.

Me puse a su lado, le hablé de mis niños, para que no temiera de esta desconocida que sufría en silencio verlo vender para sobrevivir o sobre llevar, vaya usted a saber, algún contexto hogareño de esos que aprietan las almas y humedecen la vista. Le compré los dulces que le quedaban, para terminar aquella agonía sentimental que me oprimía y alertaba.

El avanzaba y yo........

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