La pasada primavera tuvimos la oportunidad de contemplar en la sala de exposiciones denominada «Antigua Lonja Medieval» una muestra titulada «Elche, paraje exótico», organizada por el MUBAG de Alicante, en colaboración con la Concejalía de Cultura ilicitana. Se mostraban 24 obras de Didier Petit de Meurville (1793-1873), pintadas mientras fue vicecónsul francés en la ciudad de Alicante, entre 1848 y 1857.

Las obras ofrecían detallados paisajes de Alicante, Elche y Crevillent, plasmados con una minuciosidad extraordinaria, que han permitido identificarlos prácticamente en su totalidad y aportar incluso detalles desconocidos por estar datados en una época inmediatamente anterior al uso habitual de la fotografía.

En el caso de los paisajes de Elche, formaban parte de la exposición nueve óleos en los se apreciaban lugares sobradamente conocidos, algunos de ellos fechados en 1852: dos vistas diferentes de la cara oeste de la ciudad desde la rambla, con el palacio de los Altamira, la iglesia de Santa María, el Ayuntamiento y Calendura; el puente de la Virgen; la iglesia de San Juan Bautista del Raval; los huertos de palmeras del «Clot de les tres»; y otros dos paisajes con casas, huertos y la acequia Mayor.

Sin embargo, llamaba la atención la presencia de un décimo óleo, acompañado de una reproducción en gouache sobre papel, que nos mostraba un paisaje centrado por un edificio religioso en estado ruinoso situado entre huertos de palmeras, con el título de «Mula y carro frente a unas ruinas cerca de Elche». La imposibilidad de identificar tales ruinas hizo que en el catálogo de la exposición se explicara como un paisaje «totalmente inventado por el pintor», resultando sorprendente en medio de un conjunto de parajes todos ellos reconocibles.

El análisis de esta obra, del paisaje que rodea a las ruinas y de las circunstancias históricas de las mismas, nos llevan a proponer la identificación de tales restos con los de la primitiva ermita de Sant Antoni «del porquet», levantada junto al antiguo camino de Alicante. Tanto la orientación de los restos del templo, con el altar principal hacia levante, como su situación en el centro de un cercado elevado, como todavía se mantiene, la existencia de un edificio anexo que servía de vivienda al ermitaño, pero que también se acondicionó como colegio jesuita en el siglo XVIII y que, en casos de epidemia, se usaba como lazareto para alejar a los contagiados de la ciudad, así parecen indicarlo.

Esa situación de la iglesia junto a un camino concurrido, como sería el de Alicante, cuando todavía no estaba construida la carretera del Alto de las Atalayas que hoy conocemos, está significado por la presencia de los hombres y del carro. Y el lugar se aprecia enmarcado por diversos huertos de palmeras «cerca de Elche», entre ellos el llamado «hort de Sant Antoni».

De confirmarse nuestra hipótesis, estaríamos ante la única imagen conocida de los restos de la ermita de Sant Antoni reconstruida en el siglo XVII sobre la original, levantada en 1489. Sabemos que, en los años centrales del siglo XIX, dicha ermita estuvo en ruinas de manera que la festividad anual del santo patrón de los alpargateros y su famoso «porrate» se realizaron en la ciudad, concretamente, en el Pla de Sant Josep. Fue en 1862 cuando un grupo de ilicitanos decidió reconstruir la ermita, que fue bendecida de nuevo el 16 de enero de 1863. Este tercer oratorio se mantuvo en pie hasta la Guerra Civil, al término de la cual se levantaría el que hoy conocemos.

Por otro lado, las descripciones conservadas de esta segunda ermita coinciden también con los restos pintados por Petit de Meurville. Así, Josef Montesinos en su célebre Compendio histórico oriolano (1795), indica que la ermita de San Antón «es grande y muy hermosa, con media naranja y presbiterio». En el retablo mayor se veneraba la imagen de San Antonio Abad y también las figuras de la Virgen de la Asunción, la Virgen de la Esperanza, San José, la Virgen de la Piedad y San Amaro Abad. Contaba la ermita, y es un detalle que podemos comprobar en las ruinas representadas, con cuatro capillas laterales. Las del lado del Evangelio, que son las que se aprecian en el óleo, eran, la primera, sin retablo, con una puerta que comunicaba con la vivienda del ermitaño. En la segunda se veneraba a San Cayetano; en la tercera, a Santa Ana; y en la cuarta, a Santa Rosalía, todas ellas con retablo. Las del lado de la Epístola, que en el óleo vemos desaparecidas completamente, eran las de la Virgen de Carmen; la segunda tenía otra puerta de acceso; la tercera, la de San Antonio de Padua; y la cuarta, la de San Ignacio de Loyola. La puerta mayor, enfrentada al altar, tenía un coro y una torre con campana. También se mencionan dos púlpitos, dos confesionarios y una tribuna.

Todas las circunstancias e indicios reafirman la hipótesis de que las ruinas pintadas por Petit de Meuville se corresponden con los restos de la ermita de Sant Antoni, que se mantuvo en pie entre el siglo XVII i el primer tercio del XIX. En caso afirmativo, estaríamos ante una extraordinaria representación plástica de una parte hasta ahora totalmente desconocida de nuestro patrimonio histórico.

QOSHE - La primitiva ermita de Sant Antoni - Joan Castaño
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La primitiva ermita de Sant Antoni

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16.01.2024

La pasada primavera tuvimos la oportunidad de contemplar en la sala de exposiciones denominada «Antigua Lonja Medieval» una muestra titulada «Elche, paraje exótico», organizada por el MUBAG de Alicante, en colaboración con la Concejalía de Cultura ilicitana. Se mostraban 24 obras de Didier Petit de Meurville (1793-1873), pintadas mientras fue vicecónsul francés en la ciudad de Alicante, entre 1848 y 1857.

Las obras ofrecían detallados paisajes de Alicante, Elche y Crevillent, plasmados con una minuciosidad extraordinaria, que han permitido identificarlos prácticamente en su totalidad y aportar incluso detalles desconocidos por estar datados en una época inmediatamente anterior al uso habitual de la fotografía.

En el caso de los paisajes de Elche, formaban parte de la exposición nueve óleos en los se apreciaban lugares sobradamente conocidos, algunos de ellos fechados en 1852: dos vistas diferentes de la cara oeste de la ciudad desde la rambla, con el palacio de los Altamira, la iglesia de Santa María, el Ayuntamiento y Calendura; el puente de la Virgen; la iglesia de San Juan Bautista del Raval; los huertos de palmeras del «Clot de les tres»; y otros dos paisajes con casas, huertos y la acequia Mayor.

Sin embargo, llamaba la atención la presencia........

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