El lenguaje es un instrumento fundamental de la comunicación en todos los ámbitos y, muy especialmente, de la política. En los seres no humanos, como indicaba Aristóteles (en ‘De Interpretatione’), la comunicación es mediante las voces, que expresan lo que gusta o lo que disgusta. En los seres humanos, por el contrario, se utiliza la palabra por la que se expresa lo justo o lo injusto. Solo desde la palabra se construye la democracia y se preservan sus valores esenciales.

En la política actual, quizá sin contenciones, con más propaganda que debate de ideas, parece utilizarse en más ocasiones de las debidas la voz en vez de la palabra, lo que genera una indebida polarización, a modo de muro y que divide (Luis Miller), que no favorece en modo alguno el fin propio de la democracia. La convivencia en una comunidad ciudadana democrática exige aceptar la diferencia para, desde el respeto, trazar un camino de futuro conjunto. Se es diferente dentro de una comunidad, pues fuera de ella, como ha recordado el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, se es indiferente.

Son tiempos de una nueva política de encuentro desde la palabra y de los gestos amables, del respeto de la diferencia como elemento fundamental de una democracia moderna alejada del populismo. Una política de encuentro que pivote sobre los principios de la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad, que son los cimientos de la democracia y de la gestión pública contemporánea (Eduardo García de Enterría).

Solo desde la palabra y con la palabra, desde el respeto a la diferencia y a la discrepancia se puede desarrollar el pacto social de toda democracia, de carácter intergeneracional y vocación de futuro. Solo juntos, confrontando intereses, somos mejores. Y para ello la política moderna debe aspirar al mejor encuentro evitando la fractura de la sociedad. Ir juntos, ni delante, ni detrás, sino al lado, utilizando el acuerdo y la moderación como las señas de identidad de la Política (con mayúsculas).

Sin duda desde la Universidad, caracterizada por el espíritu crítico (nada hay menos universitario que la ‘acriticidad’ o indiferencia hacia lo exterior), se puede –y se debe– ayudar a corregir los problemas derivados de una indebida crispación y del ruido político (que oculta en ocasiones una visión del poder alejada del verdadero interés público) para aportar soluciones, ‘aclarar’ posiciones y, sobre todo, articular un lugar de encuentro, de diálogo y de debate de ideas (y, en su caso, de consensos) ante los retos y desafíos de la sociedad (que implican garantía de derechos pero también de deberes).

La crispación de la política anclada en el reproche conduce a la intolerancia y pone en riesgo la propia libertad, la igualdad y la justicia. Son tiempos de coraje para, desde la moderación, defender la esencia de un Estado democrático caracterizado por la defensa del pluralismo político y del respeto a la Ley y a la independencia del poder judicial (que representa la palabra del pueblo en la lucha contra las inmunidades e impunidades del poder público y privado).

Tiempo, también, para reivindicar el valor de la fraternidad que implica "afecto de la unión con el mismo fin, es reconocer que todo lo hace nuestro valor y el de los demás proviene del fin común" (Ernst Bloch). Necesitamos recuperar el espíritu revolucionario francés de la fraternidad, para desde la palabra y no desde las voces y gritos, construir, en la mejor armonía y respeto, una sólida arquitectura de nuestra democracia. Ojalá el 2024 nos abra la puerta de la Política del encuentro.

José María Gimeno Feliu es catedrático de Derecho administrativo de la Universidad de Zaragoza

QOSHE - Política del encuentro - José María Gimeno Feliu
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Política del encuentro

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03.01.2024

El lenguaje es un instrumento fundamental de la comunicación en todos los ámbitos y, muy especialmente, de la política. En los seres no humanos, como indicaba Aristóteles (en ‘De Interpretatione’), la comunicación es mediante las voces, que expresan lo que gusta o lo que disgusta. En los seres humanos, por el contrario, se utiliza la palabra por la que se expresa lo justo o lo injusto. Solo desde la palabra se construye la democracia y se preservan sus valores esenciales.

En la política actual, quizá sin contenciones, con más propaganda que debate de ideas, parece utilizarse en más ocasiones de las debidas la voz en vez de la palabra, lo que genera una indebida polarización, a modo de muro y que divide (Luis Miller), que no favorece en modo alguno el fin propio de la democracia. La convivencia en una comunidad ciudadana democrática exige aceptar la diferencia para, desde el respeto, trazar un camino de futuro........

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