Mario Vargas Llosa ha anunciado que ya no publicará más novelas y que abandona también el compromiso de sus artículos periodísticos. Sirva este pretexto para glosar su evolución intelectual, sobre todo por reverdecer los valores de su credo liberal, que hoy se bate a izquierda y derecha.

El propio premio Nobel hispano-peruano ha revelado que desde muy joven cursó "la enfermedad infantil del comunismo". La lucha de Fidel Castro contra la dictadura de Batista, en 1958, reafirmó su fe en un socialismo no sectario, que permitiría la crítica. Sin embargo, en sucesivos viajes a Cuba y la URSS descubrió la realidad de las dictaduras comunistas. Poco a poco, entendió que, con todas sus imperfecciones, la democracia al menos reemplaza la arbitrariedad por la ley y permite elecciones libres. Optar por el liberalismo fue un proceso intelectual de varios años, en el que tuvieron mucho que ver sus múltiples lecturas y el hallazgo de Adam Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Aron, Isaiah Berlin y Revel.

El estudio le mostró que conservadores, socialdemócratas y liberales comparten algunos valores. Sin embargo, el ideario liberal ha sido vilipendiado a lo largo de la Historia tanto por reaccionarios como por marxistas. En su opinión, la propia Historia demuestra que la doctrina liberal es el símbolo de la cultura democrática (tolerancia, pluralismo, derechos humanos, soberanía individual y legalidad) y el buque insignia de la civilización.

Cabe hablar de un tronco liberal común y de diversas ramas en las que anidan Locke, Kant, Stuart Mill, Keynes, Hayek, Rawls o Nozick. En América, ser liberal significa hoy pertenecer al centroizquierda, estar a favor de un Estado grande, de más igualdad y más redistribución. En Europa significa lo contrario. Entre unos y otros, Fukuyama, el célebre autor de ‘El fin de la historia’ (1989), defiende en su último ensayo un liberalismo clásico, que no demonice el Estado y que se aleje del neoliberalismo que quiso reemplazarlo en la segunda mitad del siglo XX con su deificación economicista del mercado.

Frente al comunismo, el nacionalismo y el populismo, Vargas Llosa considera que el liberalismo es una doctrina que no tiene respuestas para todo y admite en su seno la divergencia a partir de unas pocas convicciones, como que la libertad es el valor supremo y que debe manifestarse en todos los dominios en una sociedad genuinamente democrática. Es partidario de un Estado fuerte y eficaz, lo que no significa que sea grande ni que se empeñe en acometer las tareas que la sociedad civil puede hacer mejor que él en un régimen de libre competencia.

El gran sueño liberal no es la igualdad a secas, sino la igualdad para empezar a prosperar cada uno por su cuenta. Por eso su empeño es ofrecer a todos los jóvenes un sistema educativo de alto nivel que asegure en cada generación un punto de partida común, que permita luego las legítimas diferencias de ingresos de acuerdo al esfuerzo y el servicio que cada ciudadano presta a la comunidad.

El más admirable de los rasgos del liberalismo es la tolerancia que ya mostraba Adam Smith con el adversario: aceptar que él podría estar en el error y el rival tener razón. En este sentido, Borges rememora en ‘Historia de la eternidad’ (1936) la anécdota del caballero inglés a quien, durante una discusión, le arrojaron a la cara un vaso de vino. El agredido, sin inmutarse, le replicó a su agresor: "Esto, señor, es una digresión; ahora espero su argumento".

En la España actual, donde hay muchas más digresiones que argumentos, la llamada de Vargas Llosa a la tolerancia y al diálogo es especialmente valiosa.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Javier Rueda)

QOSHE - Quizás no tengo razón - José Javier Rueda
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Quizás no tengo razón

5 0
23.12.2023

Mario Vargas Llosa ha anunciado que ya no publicará más novelas y que abandona también el compromiso de sus artículos periodísticos. Sirva este pretexto para glosar su evolución intelectual, sobre todo por reverdecer los valores de su credo liberal, que hoy se bate a izquierda y derecha.

El propio premio Nobel hispano-peruano ha revelado que desde muy joven cursó "la enfermedad infantil del comunismo". La lucha de Fidel Castro contra la dictadura de Batista, en 1958, reafirmó su fe en un socialismo no sectario, que permitiría la crítica. Sin embargo, en sucesivos viajes a Cuba y la URSS descubrió la realidad de las dictaduras comunistas. Poco a poco, entendió que, con todas sus imperfecciones, la democracia al menos reemplaza la arbitrariedad por la ley y permite elecciones libres. Optar por el liberalismo fue un proceso intelectual de varios años, en el que tuvieron mucho que ver sus múltiples lecturas y el hallazgo de Adam Smith,........

© Heraldo de Aragón


Get it on Google Play