Hace años, como miembro del Sindicato de Enseñanza de CCOO, atendía a la barra de la caseta que teníamos en el ferial. Hacíamos una tortilla de patatas muy celebrada por la militancia y unos bocadillos de morcilla, émulos aventajados de los del Bar Marrakesch de la Chana. Me llegaba, en momentos de descanso, a la caseta de mis primos. Todos guapísimos, no así los Alcázar, bellos los que le salieron a mi madre, pero rudos y prognatos los que salimos a mi padre, con el mentón disparado, a lo Habsburgo, en busca de amor o de sustento. No había pasado yo, en mis habilidades dancísticas, del bayón de Ana y del pasodoble de las verbenas de san Bartolomé, el patrón de mi pueblo, al que, en una pirueta simbólica, el artista había tallado con un hocino en la mano, no porque despellejara a nadie, sino porque sus verdugos le arrancaron a él la piel a tiras. En la caseta de mis primos, particular, porque su familia era rica y campesina, una de las niñas se empeñaba en que la acompañara en el baile de las sevillanas. Ya se habían instalado en la ciudad varias academias de esa danza, pero yo, empeñado en la lucha por el Cuerpo Único de Enseñantes, había descuidado el arte de Terpsícore. La más bonica de mis primas me invitó a bailar sevillanas, y guiaba mi torpeza señalándome las evoluciones canónicas del baile. “¡Crúsate!, primo, ¡crúsate!”, me gritaba; pero yo, que en aquellos tiempos, cegado por mis instintos, solo concebía el baile como caballo de Troya de mi deseo, abandonaba el baile y volvía a mis tortillas y al asador de las morcillas. En los 80’, todavía las ferias tenían sentido, una de las funciones de estos acontecimientos era ver y ser visto. Ser público y actor de una obra común, en la que los personajes exhibían belleza, fortuna, posición, decoro y compostura. La mirada era un arma de socialización masiva. Pero para mirar hay que tener el objeto a una cierta distancia, la que se daba en el baile en las casetas y en el concurrido, pero no intransitable, paseo central del ferial. Pero en la última feria sevillana, los protagonistas discurrían por el ferial pegados, como un continuum de masa amorfa. Imposible distinguir unos sujetos de otros. Tal que en la Feria del Libro 2024, en la que solo la Virgen de las Angustias y este humilde bloguero de arrabal no hemos presentado libro.

QOSHE - ¡Crúsate, primo, crúsate! - Pablo Alcázar
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¡Crúsate, primo, crúsate!

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22.04.2024

Hace años, como miembro del Sindicato de Enseñanza de CCOO, atendía a la barra de la caseta que teníamos en el ferial. Hacíamos una tortilla de patatas muy celebrada por la militancia y unos bocadillos de morcilla, émulos aventajados de los del Bar Marrakesch de la Chana. Me llegaba, en momentos de descanso, a la caseta de mis primos. Todos guapísimos, no así los Alcázar, bellos los que le salieron a mi madre, pero rudos y prognatos los que salimos a mi padre, con el mentón disparado, a lo Habsburgo, en busca de amor o de sustento. No había pasado yo, en mis habilidades........

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