Aún recuerdo con precisión aquella mañana en los primeros días de enero, de vacaciones de Navidad en la casa familiar (yo estudiaba en Bilbao y mi padre vivía en Santander), cuando mi padre entró en mi habitación exhibiendo el Alerta y me puso sobre la cama el periódico. Me dijo: «Lee esto, te va a gustar».

Y pude leer en las grandes letras que ocupaban la primera: «Los barbudos entran en La Habana».

Muchos años después, trabajando yo en Naciones Unidas en Santiago de Chile, llegó allí Fidel Castro en visita oficial ¡y se quedó un mes!, dando mítines por todas partes e indicándole al Presidente de la República, Salvador Allende, qué era lo que tenía que hacer.

A estas alturas nadie en sus cabales podrá negar que aquella revolución fue un fracaso que ha hundido a Cuba en la miseria. A este propósito escribió hace unos días Jorge Ferrer, un escritor, cubano de origen, cuyo abuelo fue un exiliado de las primeras oleadas:

«Hay indicadores que testimonian el alcance de la debacle que padece la Cuba que gobierna Miguel Díaz-Canel desde el retiro del último Castro. Las cifras de emigrados estos últimos dos años, por ejemplo. La puesta en alerta del país debida a una crisis energética descomunal. También el feroz deterioro de las infraestructuras: hospitales, centros de enseñanza, el paisaje urbano... El presente material de los cubanos es una calamidad, pero, aunque ahora la inflación y la depreciación del valor del peso la exacerben, eso es algo que, adjetivo arriba, adjetivo abajo, podríamos haber escrito en cualquier hito de la extenuante serie nacida con el año 1959».

Los cubanos de hoy que aún no han salido corriendo hacia otros países tienen bajo sus pies un país no sólo sin futuro, también un país que no quiere analizar su pasado. Como ha escrito Ferrer, «por inverosímil que parezca, en la Cuba de hoy se echa de menos a Fidel: son tan espantosamente inanes los gobernantes del poscastrismo que el dictador que dejó al país en sus manos sale lustrado de la experiencia. Generó miedo y odio, y ahora produce nostalgia».

Acabada y destruida, la Revolución ya es sólo memoria, pero también la nostalgia la convierte en historia. Rememorar el castrismo con Castro como el mejor momento de sí mismo, asusta. Y mientras llega la marcha de todos estos liberticidas inútiles en sus políticas económicas suicidas, a uno sólo se le ocurre preguntarse: ¿cómo fue posible que tantos intelectuales y jóvenes progresistas de la época pudiéramos apoyar a semejantes dictadores de mierda?

Comenta Reporta un error

QOSHE - Aquella y esta Cuba - Joaquín Leguina
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Aquella y esta Cuba

6 1
31.12.2023

Aún recuerdo con precisión aquella mañana en los primeros días de enero, de vacaciones de Navidad en la casa familiar (yo estudiaba en Bilbao y mi padre vivía en Santander), cuando mi padre entró en mi habitación exhibiendo el Alerta y me puso sobre la cama el periódico. Me dijo: «Lee esto, te va a gustar».

Y pude leer en las grandes letras que ocupaban la primera: «Los barbudos entran en La Habana».

Muchos años después, trabajando yo en Naciones Unidas en Santiago de Chile, llegó allí Fidel Castro en visita oficial ¡y se quedó un mes!, dando mítines por todas partes e indicándole al Presidente de la República, Salvador........

© Gaceta de Salamanca


Get it on Google Play