No es fácil impactar cuando ya se conoce la historia. Y mucho más difícil es enganchar a los espectadores si saben el final. Esto es lo que sucede con la película de moda que narra esa historia contada decenas de veces en libros, conferencias, entrevistas, documentales y otras películas. Es la historia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrella en un lugar recóndito de los Andes cuando le quedaba poco más de media hora para aterrizar en Santiago de Chile. Pero por más veces que se cuente sigue impresionando lo que tuvieron que vivir y sobrevivir esos chavales del equipo de rugby uruguayo que se embarcaron en el avión con la vitalidad y alegría que te da la edad y las ganas de comerte el mundo sin saber que iban a ser protagonistas de una de las catástrofes aéreas más dramáticas de la historia.

Cuando te sientas delante de la pantalla para enfrentarte, una vez más, a esa realidad no eres consciente de la angustia y el miedo que puedes llegar a sentir. De las veces que tú también te harás las preguntas que ellos tuvieron que hacerse en medio de la nieve, mientras tú te las haces desde tu sofá. Eso es precisamente lo que buscó el director, Juan Antonio Bayona, cuando hace más de diez años quiso volver a contar esta tragedia. Quiso aprovechar todos los progresos tecnológicos cincuenta años después para trasladar hasta el último suspiro al que tuvieron que enfrentarse los protagonistas. Bayona llegó incluso a dormir en el punto exacto en el que se estrelló el avión, en los Andes, porque se enfrentaba también al reto técnico de grabar en la nieve. La mayoría de escenas se grabaron en Sierra Nevada y se convirtió en una odisea cada jornada de trabajo. Se desplazaban con el teleférico hasta el punto más alto y desde ahí aún tenía que recorrer 45 minutos más por la nieve con vehículos especiales hasta llegar a los 2500 metros de altura donde se realizaba la grabación.

Su prioridad era conseguir que la historia fuera lo más similar posible a la realidad, a aquellos 72 días que pasaron en la montaña con temperaturas extremas, sin comida, doloridos, viendo morir a sus familiares... Es una historia gigantesca a nivel humano, filosófico, psicológico… Es un manual de resistencia y de supervivencia. Nadie asume un protagonismo destacado, todos eran importantes, decisivos para seguir adelante un día más. Se enfrentaron al escenario más dramático y extremo que pueda imaginarse y tomaron decisiones vitales cuando tampoco tenían mucho donde elegir.

Según avanza la película te ves en aquella situación y la angustia te persigue. Te cuestionas si te surgiría algún dilema moral a la hora de asumir que comer carne humana era la única opción para mantenerse vivo. Pero tampoco tienes claro para qué puede servir mantenerse vivo en medio de los Andes, sin nadie que te esté buscando, con temperaturas bajo cero y rodeado de cadáveres un día tras otro, más de dos meses. Me respondí rápido, creo que no lo dudaría, podría ingerir esos trozos de carne que los actores muestran durante la película. Quizá me resultaría más difícil despiezar los cuerpos.

También te preguntas quién prefieres ser: el que está malherido, el que intenta encontrar vida varios kilómetros a la redonda, el que trabaja para que se mantenga la calma, o mejor… el que ya está muerto. Tiene que ser muy difícil aceptar que eres un cadáver viviente. Me veía representada en el que recogía recuerdos de los que iban muriendo, guardaba las cartas que escribían en una maleta. Pensaba en las familias si algún día los acababan localizando. Sería un buen recuerdo. La generosidad, incluso en esos momentos extremos, es también un valor presente. Y la solidaridad de los que lucharon por el grupo hasta el último esfuerzo. Aunque les quedase un 1% de vida. No hubo ni una traición.

Me despisto un momento y cojo el móvil. Me topo con una imagen de otros supervivientes. Están todos juntos en Quintos de Mora. Sobreviven pero sin dilemas morales, no existen. Saben que la puñalada les puede llegar por la espalda antes de que se mueran. Y que también se comerían unos a otros, incluso vivos. Vuelvo a los valores de 'La sociedad de la nieve'. Y me doy cuenta de que iban hasta mejor vestidos los que llevaban abandonados 70 días en mitad de la nieve que esos 22 ministros del gobierno de España.

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QOSHE - La sociedad de la nieve - Elena Salamanca
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La sociedad de la nieve

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19.01.2024

No es fácil impactar cuando ya se conoce la historia. Y mucho más difícil es enganchar a los espectadores si saben el final. Esto es lo que sucede con la película de moda que narra esa historia contada decenas de veces en libros, conferencias, entrevistas, documentales y otras películas. Es la historia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrella en un lugar recóndito de los Andes cuando le quedaba poco más de media hora para aterrizar en Santiago de Chile. Pero por más veces que se cuente sigue impresionando lo que tuvieron que vivir y sobrevivir esos chavales del equipo de rugby uruguayo que se embarcaron en el avión con la vitalidad y alegría que te da la edad y las ganas de comerte el mundo sin saber que iban a ser protagonistas de una de las catástrofes aéreas más dramáticas de la historia.

Cuando te sientas delante de la pantalla para enfrentarte, una vez más, a esa realidad no eres consciente de la angustia y el miedo que puedes llegar a sentir. De las veces que tú también te harás las preguntas que ellos tuvieron que hacerse en medio de la nieve, mientras tú........

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