Martin Niemöller escribió un poema que se hizo muy famoso por la cobardía de los intelectuales alemanes ante el ascenso de Hitler al poder. «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista»... recordarán los lectores y que concluía con aquel «cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar».

Resulta difícil opinar sobre el conflicto de Israel y Palestina sin que uno sea tachado de antisemitista o proisraelí en esta sociedad que se faja a los pilares del radicalismo como el funambulista al alambre. Sin embargo, nada es sencillo. Nadie puede justificar los ataques y los crímenes de guerra cometidos por Hamás en los atentados del 7 de octubre. Tampoco nadie debería hacerlo ante el bombardeo al que se está viendo asediado la población de Gaza. El Estado de Israel hace una tergiversación del principio de la presunción de inocencia: «Todo palestino es culpable hasta que se demuestre lo contrario». Esta no es una sentencia que predomine en esta guerra, sí guerra y no otras acepciones que han circulado por los medios de comunicación, tal y como confirmó la catedrática Araceli Mangas en este periódico. Todo bombardeo va acompañado por una importante máquina propagandística que sentencia a todo palestino como si fuese un miliciano.

'Yahvé', el Dios del Antiguo Testamento y La Torá para los hebreos, no clama justicia. No lo hace porque los crímenes en su nombre, al igual que los que se realizan en el de cualquier religión van en contra de sus principios fundacionales. La ONU, ese organismo que Israel no reconoce y que acusa de antisemita, denunció ayer que un centenar de personas habían fallecido en Al Shifa, el principal Hospital de Gaza. Desconozco si habrá túneles en el interior donde estén escondidos los terroristas de Hamás, pero lo que sí me queda claro es que la segunda industria armamentística del mundo es capaz de diferenciar lo que son habitaciones de niños recién nacidos, de milicianos cargados con kalashnikov.

Israel se declara a sí mismo como el único estado democrático de Oriente Próximo. Y uno con la legitimidad y el orgullo que le da de pertenecer a un país que haya sido capaz de derrotar el terrorismo gracias al imperio de la ley, se pregunta qué hubiese pasado si se hubiese seguido el ejemplo de Israel contra el terrorismo. Es decir, que a cada atentado de la banda terrorista ETA se hubiese bombardeado las localidades de origen de los terroristas hasta que no quedase piedra sobre piedra. Eso es lo que está pasando en Gaza.

Porque quien piense que el conflicto entre Israel y Palestina se asienta en la religión está muy equivocado. Las causas de la crisis no manan de la religión, sino de la colonización de Palestina llevada a cabo por el movimiento sionista, apoyado por Gran Bretaña y Estados Unidos, que culminó en mayo de 1948 con la creación del Estado de Israel.

La solución debe ir por la partición de dos estados, pero ni Israel se iría a las fronteras marcadas por la ONU en 1948, ni el clima actual permite una negociación. Mientras, el escenario internacional mira con una somnolencia que ya se demostró desacertada en la Guerra de los Balcanes y que volvemos a observar mientras que se nos parte el alma. Quizás haya que citar a Martin Niemöller para defender a gran parte de una sociedad israelí que sí está defendiendo que la actuación de su Gobierno es inmoral. Primero, por haber puesto en riesgo a miles de sus ciudadanos en una quiebra de seguridad de la que no existen precedentes. Y finalmente, por una respuesta inhumana en la que no hay tregua. No estoy en sus pensamientos, pero creo que Yahvé no clama justicia.

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Yahvé no clama justicia

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20.11.2023

Martin Niemöller escribió un poema que se hizo muy famoso por la cobardía de los intelectuales alemanes ante el ascenso de Hitler al poder. «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista»... recordarán los lectores y que concluía con aquel «cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar».

Resulta difícil opinar sobre el conflicto de Israel y Palestina sin que uno sea tachado de antisemitista o proisraelí en esta sociedad que se faja a los pilares del radicalismo como el funambulista al alambre. Sin embargo, nada es sencillo. Nadie puede justificar los ataques y los crímenes de guerra cometidos por Hamás en los atentados del 7 de octubre. Tampoco nadie debería hacerlo ante el bombardeo al que se está viendo asediado la población de Gaza. El Estado de Israel hace una tergiversación del principio de la presunción de inocencia: «Todo palestino es........

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